Una invitación a la continua conversión


La conversión no es una cosa reservada solamente a los eclesiásticos y al Papa, sino es un llamado para todos…

Porque «liberada de su fardo material y político, la Iglesia puede dedicarse mejor y de modo verdaderamente cristiano al mundo entero, puede ser verdaderamente abierta para el mundo.

Fue el último mensaje dado por el Santo Padre en su visita a Alemania (Año 2011), en el discurso dirigido a los católicos alemanes empeñados en la labor en la Iglesia y la sociedad, poco antes de su partida a Roma, del aeropuerto de Lahr. El tercer viaje al país, y primero en carácter oficial fue una ocasión para el Papa tocar algunos aspectos y problemas presentes en la Iglesia católica de la Alemania de hoy. Uno de los momentos fuertes fue el encuentro de la tarde con los católicos empeñados en la actividad social y eclesial, cuando el Pontífice ofreció una sorprendente lección de la misión de la Iglesia en el mundo secularizado.
La conversión no es una cosa reservada solamente a los eclesiásticos y al Papa, sino es un llamado para todos. Benedicto XVI en su discurso habló de la necesidad de cambio y conversión, llamado siempre actual para todo cristiano y comunidad de creyentes. Este cambio, se refiere principalmente a la dimensión espiritual y puede ser disminuido solamente a alguna renovación o reestructuración, porque «el motivo fundamental del cambio es la misión apostólica de los discípulos y de la propia Iglesia».
Esta misión se expresa en la renovada verificación de la propia fidelidad, por esto la Iglesia debe ser «desmundanizada». Cuestión no siempre fácil. Benedicto XVI resaltó que «por causa de las pretensiones y los condicionamientos del mundo, sin embargo, el testimonio es repetidamente ofuscado, son alienadas las relaciones y es relativizado el mensaje». Al contrario de ser «un socio», se acomoda y se torna autosuficiente y se adapta a los criterios del mundo.
Paradójicamente son los momentos de la secularización que «han contribuido de modo esencial para la purificación y reforma interior» de la Iglesia en la historia. «Las secularizaciones – observó el Papa – de hecho – fuesen ellas expropiaciones de bienes de la Iglesia o la cancelación de privilegios o cosas similares – significaron toda vez una profunda liberación de la Iglesia de formas de mundanidad».

Porque «liberada de su fardo material y político, la Iglesia puede dedicarse mejor y de modo verdaderamente cristiano al mundo entero, puede ser verdaderamente abierta para el mundo. Puede nuevamente vivir con más desenvoltura y su llamado al ministerio de la adoración de Dios y al servicio del prójimo».

En la paradójica lección el Santo Padre con palabras fuertes afirmó que «la fe cristiana es para el hombre un escándalo siempre y no solamente en nuestro tiempo» que «infelizmente, fue colocado en la sombra justamente, hace poco, por los escándalos dolorosos de los anunciadores de la fe». Benedicto XVI en este punto advirtió que tal situación es «peligrosa, cuando estos escándalos toman el lugar del «skandalon» primario de la Cruz y así lo tornan inaccesible, cuando, esto es, esconden la verdadera exigencia cristiana atrás de la inadecuación de sus mensajeros».
El Papa alentó al final a los fieles católicos a «retirar corajudamente lo que hay de mundano en la Iglesia» y a «ser abiertos a los acontecimientos del mundo» sin retirarse de este mundo. Una Iglesia aliviada de los elementos mundanos es capaz de comunicar a los hombres – a los sufridores como a aquellos que los ayudan – justamente también en el ámbito social-caritativo, la particular fuerza vital de la fe cristiana.

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