Los peligros que enfrentan los jóvenes hoy en día son muchos: el sexo prematrimonial, el abuso de drogas, el suicidio y el abandono escolar entre ellas. Y si usted escucha a los “expertos”, no hay respuestas fáciles para proteger a nuestros niños.
Y por supuesto que tienen razón. Pero decir que no hay respuestas fáciles es totalmente diferente a decir que no hay respuestas.
Yo creo que hay algo que las mamás y los papás, tíos y tías, abuelas y abuelos pueden hacer y empezar a hacer esta noche – es así, esta noche – para hacer una diferencia real en las vidas de nuestros jóvenes. Es hora de recuperar la cena familiar.
No estoy diciendo esto, partiendo de un tipo de nostalgia por Ozzie y Harriet (los caracteres de una familia ideal, de un programa televisivo estadounidense del pasado y de mucho éxito, titulado The Adventures of Ozzie and Harriet – Las aventuras de Ozzie y Harriet) y de la supuestamente edad de oro de la década de 1950. Las familias tenían problemas en aquel entonces también. Pero pienso que una gran cantidad de familias de aquel entonces sabía algo que muchos de nosotros hemos olvidado: de que es bueno sentarse juntos para compartir una comida.

La mesa de la cena no sólo el lugar en el que compartimos buena comida y bebida. Es también donde compartimos nuestros valores, lo que nos pasó durante el día – lo bueno, lo malo y lo feo. Es donde hacemos preguntas y aprendemos unos de otros. En un ambiente relajado podemos hablar de nuestra fe. La mesa de la cena puede ser un gran refugio de los golpes duros y de las tensiones de la vida.
Ésta no es sólo mi opinión. El Centro Nacional de Adicción y Abuso de Sustancias, de la Universidad de Columbia, encuentra que los adolescentes que cenan con sus padres tres o menos veces por semana son cuatro veces más proclives a fumar, son el doble de proclives a beber, tienen dos veces y media más probabilidades de fumar marihuana, y son cuatro veces más propensos a decir que van a usar drogas en el futuro que los que cenan cinco a siete veces a la semana con sus padres.
Estos hallazgos reflejan el Estudio Longitudinal Nacional sobre Salud Adolescente, que es el mayor estudio longitudinal hecho nunca sobre los adolescentes. Este estudio tiene algunas estadísticas sorprendentes. De los adolescentes de doce a catorce años de edad que no comparten las cenas familiares por lo menos cinco días a la semana, el 14% informa que bebe más de una vez al mes. Esos son niños de doce hasta catorce años. ¡Pero para los que comparten cenas familiares, ese porcentaje baja al 7% por ciento!
Además, el 27% de los adolescentes de doce a catorce años de edad que no tienen una familia regular dice que piensan en el suicidio, en comparación con sólo el 8% de los que comen con sus familias. Entre los diecisiete y los diecinueve años de edad, el 68% sin la influencia de las cenas familiares han tenido relaciones sexuales, frente al 49% de los que han tenido cenas familiares.
Yo podría seguir hablando, pero ya usted comprende lo que yo planteo. Las cenas familiares son vitales – no sólo por la comida, sino por la unión y el aprendizaje que resulta de ellas.
Ahora dirán: “Bueno, cenar con mis hijos es una buena idea, pero estamos demasiado ocupados”. Amigo, créeme, te entiendo. En muchos hogares, ambos padres trabajan y tienen poco tiempo para cocinar los alimentos, y mucho menos para ir al supermercado y comprar, y luego limpiar. Y seamos sinceros: nuestros niños están tan ocupados como nosotros.
Mire, yo entiendo: instituir una cultura acogedora y relajante en la cocina o en el comedor puede parecer una tarea descomunal. Las cenas familiares requieren planificación, cooperación y trabajo. Sus niños pueden protestar por la nueva rutina – al menos al principio. Eso está bien. Probablemente llegarán a quererla.
Hay que comenzar, y ver qué es lo que funciona. Pero no se debe permitir que lo perfecto sea enemigo de lo bueno. Dos veces por semana es mejor que nada. Y apuesto que con ello se puede descubrir que estar juntos es tan satisfactorio como una cena de carne asada con puré de patatas y salsa. ¡Buen provecho!

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