La santidad es la meta de todo cristiano. Así lo resaltó ayer el Papa Benedicto XVI, en sus palabras momentos antes del rezo del Angelus. Dirigiéndose a los peregrinos congregados en Castelgandolfo, el Pontífice señaló que al aproximarse el fin del Año de la Eucaristía quería recordar la relación entre la santidad, «camino y meta del camino de la Iglesia y de todo cristiano», y la Eucaristía. El Papa dirigió en particular su pensamiento a los sacerdotes, recordándoles que «en la Eucaristía está precisamente el secreto de su santificación». «Sabemos bien que la validez del sacramento no depende de la santidad del celebrante, pero su eficacia para él mismo y para los demás será mayor en la medida en que él lo vive con fe profunda, amor ardiente, ferviente espíritu de oración», señaló más adelante. Durante el año, explicó a continuación, «la Liturgia nos presenta como ejemplos los santos ministros del altar, que han tomado la fuerza para imitar a Cristo de la cotidiana intimidad con él en la celebración y en la adoración eucarística». «Nos dirigimos ahora a María, rezando de manera especial por los sacerdotes de todo el mundo para que saquen de este año de la Eucaristía el fruto de un renovado amor al sacramento que celebran. Que por intercesión de la Virgen Madre de Dios puedan vivir y testimoniar siempre el misterio que es puesto en sus manos para la salvación del mundo».

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