El Papa Benedicto XVI defendió hoy que el principio de laicidad es una distinción sana de los poderes pero que «no excluye a la Iglesia de una participación todavía más activa en la vida de la sociedad», en su discurso al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de Francia ante la Santa Sede, Bernard Kessedjian. El Pontífice comenzó su discurso refiriéndose a que este año Francia celebra el centenario de la ley de separación de la Iglesia y del Estado y comentó que «el principio de laicidad consiste en una distinción sana de los poderes, que no es de ninguna manera una oposición y que no excluye sin embargo a la Iglesia de una participación todavía más activa en la vida de la sociedad, en el respeto de las competencias de cada uno». Según el Papa esta concepción de laicidad «tiene que promover aún más la autonomía de la Iglesia, tanto en su organización como en su misión». En este sentido, valoró positivamente «el diálogo entre la Iglesia y las autoridades civiles en todos los ámbitos», para «que todas las fuerzas que contribuyen al bienestar de la sociedad aúnen sus esfuerzos en favor de los ciudadanos». También Benedicto XVI pidió al nuevo embajador una atención especial para «la institución conyugal y familiar, con la cual ninguna otra forma de organización relacional puede ser comparada».

Asimismo, el Pontífice se refirió a la explosión de violencia en la periferia de París y comentó que «esa situación parece haber tocado no sólo las afueras de las grandes ciudades, sino todos los ámbitos de la población». «Las violencias internas que dejan huella en las sociedades y que son absolutamente condenables representan, sin embargo, un mensaje, especialmente en el caso de los jóvenes, que nos invita a tener en cuenta sus exigencias», añadió. Respecto a la cuestión de la integración, Benedicto XVI añadió que «el desafió consiste en vivir los valores de igualdad y de fraternidad, que son parte constitutiva de la identidad de Francia, de modo que todos los ciudadanos, en el respeto de las diferencias legítimas, formen parte de una auténtica cultura común, portadora de los valores morales y espirituales fundamentales».

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