«Profundamente entristecido» por la muerte, en la mañana de este martes, del cardenal filipino Jaime Lachica Sin, Benedicto XVI ha hecho llegar su pésame a todos los fieles de la archididiócesis de Manila, a cuyo frente estuvo el desaparecido prelado casi tres décadas. En un telegrama a su actual titular, el arzobispo Guadencio B. Rosales, el Santo Padre recuerda «con gratitud el inagotable compromiso del cardenal Sin a la difusión del Evangelio y a la promoción de la dignidad, el bien común y la unidad nacional del pueblo filipino».

«Me uno a vosotros en oración para que Dios, nuestro Padre misericordioso, le conceda la recompensa a sus trabajos y acoja su noble alma en el gozo y la paz de su Reino eterno», expresa Benedicto XVI, impartiendo su bendición apostólica a todos los reunidos en la Solemne Misa por el eterno descanso del purpurado.

Según confirma la archidiócesis de Manila –que recuerda que el cardenal Sin ha sido descrito como «patriota y profeta»–, el purpurado, hospitalizado desde el domingo pasado, falleció a causa de un fallo multiorgánico por sepsis. Tenía 76 años.

Su delicado estado de salud –tenía problemas renales y diabetes– le había impedido participar en el Cónclave en el que se eligió a Benedicto XVI. Tras su fallecimiento, el colegio cardenalicio queda con 181 miembros (115 electores).

Evangelizador y pastor

Séptimo de dieciséis hermanos, el cardenal Jaima Lachica Sin había nacido en New Washington (diócesis filipina de Kalibo) el 31 de agosto de 1928. Fue educado en la fe por su madre, una mujer de gran religiosidad que convirtió al marido, quien entró en la Iglesia católica al contraer matrimonio.

Ingresó en 1941 en el seminario menor de San Vicente Ferrer en Jaro, donde sólo pudo estar unos meses pues el mismo año la guerra del Pacífico y la ocupación japonesa de Filipinas le obligaron a refugiarse con su familia en las montañas del interior durante tres años.

Volver allí ya como sacerdote –fue ordenado el 3 de abril de 1954— fue su primer encargo pastoral, para visitar una a una los cientos de pequeñas parroquias diseminadas y suscitar vocaciones para el nuevo seminario San Pio X.

Al final de esta ardua labor, que duró tres años y no dejó de dar resultados, en 1957 fue nombrado rector de dicho seminario, del que fue animador incansable –y profesor– en la siguiente década, así como de muchas obras de apostolado.

Tenía 38 años cuando fue consagrado obispo el 18 de marzo de 1967. Fue nombrado auxiliar de Jaro con derecho de sucesión. Sucedió al arzobispo de Jaro en 1972. Tenía 44 años.

Pablo VI le nombró arzobispo de Manila el 21 de enero de 1974 –donde prosiguió con valor su obra pastoral a pesar de los peligros y dificultades de la situación interna— y le creó cardenal dos años después.

Fue el miembro más joven que ha tenido la Conferencia Episcopal Filipina, organismo que presidió de 1977 a 1981.

Dos veces recibió a Juan Pablo II en su visita pastoral a Filipinas, en 1981 y en 1995. En el segundo viaje apostólico, con ocasión de la clausura de la X Jornada Mundial de la Juventud –15 de enero–, 4 millones de fieles participaron en la Eucaristía en Rizal Park de Manila. El cardenal Sin logró llevar a un grupo de católicos chinos a la capital filipina con esa ocasión. Era la primera vez que los católicos chinos lograron permiso para participar en un encuentro con el Papa.

Arzobispo emérito de Manila desde el 15 de septiembre de 2003, el fallecido purpurado, gran defensor de la democracia en Filipinas y de la transición política pacífica, fue célebre por su compromiso al lado del pueblo filipino contra la dictadura del presidente Ferdinand Marcos y la corrupción del gobierno Estrada.

En 1986 guió las protestas pacíficas que llevaron a la caída de Marcos. Papel idéntico tuvo cuando llamó a la población a pedir el fin del corrupto gobierno de Joseph Estrada en 2001. Recuerda también la agencia especializada en Asia –del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras, «AsiaNews»– que la capacidad del purpurado de hacerse seguir le ganó el sobrenombre de «divino comandante en jefe».

Después de su retirada, el cardenal Sin fue un importante apoyo para la actual presidente Gloria Macapagal Arroyo, quien, lamentando su desaparición, le describe como «un hombre bendito que siempre logró tener unida a la población durante las batallas fundamentales contra la tiranía y el mal».

El purpurado filipino siempre sostuvo que la religión tienen tiene un importante papel en los asuntos de un Estado, como subrayó en la ceremonia de su retirada: «Mi deber es llevar a Cristo a la política. La política sin Cristo es la máxima desgracia de la nación».

El purpurado igualmente había organizado manifestaciones de protesta contra el intento del Estado de controlar el crecimiento de la población.

Los obispos de Filipinas pierden a un amigo y hermano

El obispo Sócrates Villegas –de Balanga–, por largo tiempo secretario privado del cardenal Sin, y Fr. Rufino Sescon, su secretario actual, estaban con el purpurado en el momento de su muerte.

De acuerdo con la oficina de comunicaciones de la archidiócesis de Manila, el arzobispo Gaudencio Rosales –su sucesor en esta sede–, visitó al cardenal Sin en la tarde del lunes. El prelado recordó que esa misma tarde el purpurado había recibido la Unción de Enfermos y que le dio una «bendición de despedida» antes de que se marchara.

Con la muerte del cardenal Sin, los obispo de Filipinas han perdido «un amigo y un hermano», según lo expresa en nombre de todos los miembros de la Conferencia Episcopal del país su presidente, el arzobispo Fernando Capalla –de Davao–.

«El cardenal Sin era un gran hombre, un gran filipino, un gran príncipe de la Iglesia. Estamos tristes porque nos ha dejado. Pero nos alegramos de que haya entrado en la Verdadera Vida, la que nunca acaba», escribe el arzobispo Capalla en un comunicado de este martes.

Para el arzobispo de Lingayen-Dagupan, monseñor Oscar V. Cruz –que trabajó mucho tempo junto al purpurado fallecido–, el cardenal Sin era como «un hermano mayor».

«Fue un hombre que nunca tuvo miedo de hacer frente a las personas poderosas e influyentes en defensa de la verdad y para promover los derechos del hombre», recuerda el prelado a «AsiaNews».

«Este es el motivo por el que las personas corruptas y malvadas de este país nunca hallaron apoyo en el cardenal Sin –reconoce–. Su valor, su fuerza, derivaban de haber tenido siempre presente que la verdad del Evangelio es mucho más poderosa que cualquier otra fuerza».

Los restos mortales del cardenal Sin han sido trasladados a la catedral de Manila para ser velados. El arzobispo Rosales presidió la primera Eucaristía por su eterno descanso junto a un centenar de sacerdotes y numerosos fieles, entre los que estaba la ex presidenta Corazón Aquino. El momento de sus funerales está pendiente de confirmación.

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