Tomados de los «Consejos y Recuerdos»,  sus «Últimas Conversaciones» además de la «Historia de un alma» escrita por ella misma.

Santa Teresita murió la noche del 30 de septiembre de 1897.

  • Vivir el presente
    «Mi vida es un instante, una efímera hora, momento que se evade y que huye veloz».
    Tú lo sabes, Dios mío; para amarte en la tierra, no tengo más que hoy».
    (de su poesía «Mi cántico de hoy», junio 1894. Todo el poema interesa en este punto).

    «Los que corremos por el camino del amor no debiéramos pensar en lo que de penoso nos pueda reservar el porvenir, porque es faltar a la confianza y meternos a creadores».
    (23 de julio de 1897)

    «Sufro instante tras instante… Precisamente el pensamiento del pasado y del futuro es el que nos hace caer en el desaliendo y en la desesperación».
    (19 de agosto de 1897)

    «Dios no me da el presentimiento de una muerte próxima, sino de sufrimientos aún mayores… Sin embargo no me preocupo; no quiero pensar más que en el momento presente».
    (23 de agosto de 1897)

    «Poco a poco se puede soportar mucho».
    (14 de junio de 1897)
  • Vivir el presente
    como niños
    «¡Ah, para el sufrimiento del alma, sí, puedo mucho…; pero para el sufrimiento del cuerpo, soy como un niñito pequeñito!… No me doy cuenta, sufro de minuto en minuto»:
    (26 de agosto de 1897)
  • Vivir el presente
    como niños
    en la Casa del Padre
    «Ser niñito a los ojos de Dios es reconocer su propia nada, esperarlo todo de Dios como un niñito lo espera todo de su padre, no inquietarse por nada, no pretender fortuna».
    «En fin, ser niñito a los ojos de Dios, es no desanimarse por las propias faltas, pues los niños caen a menudo, pero son demasiado pequeños para hacerse daño».
    (6 de agosto de 1897)

    «¡Oh, sí, él es en realidad mi papá! ¡Y qué dulce es para mí darle este nombre!»
    (Consejos y recuerdos, no 33)
«Jesús se complace en enseñarme el único camino que conduce a este divino horno del amor; y el camino es el abandono del niñito que se duerme en los brazos de su padre. Si alguno es pequeñito, que venga a mí, dijo el Espíritu Santo por boca de Salomón». (Proverbios IX,4)
(A Sor María del Sagrado Corazón, no 3)

  • Vivir el presente
    como niños
    en la Casa del Padre
    esperando recibirlo todo de Dios
    Fue maestra de novicias por delegación sin serlo nunca oficialmente. A una de ellas que le pidió una poesía sobre cada una de las cosas que ella había ofrecido a Dios, le respondió con una que ponderaba lo que Dios le había dado a la novicia.

    «Todo es gracia»
    (5 de junio de 1897)

    «¡Qué contenta estoy de ir pronto al cielo! Pero cuando pienso en las palabras del Señor: Vendré pronto y traeré conmigo la recompensa para dar a cada uno según sus obras (Apocalipsis XXII,12), me digo a mí misma que en mi caso, Dios se verá en un apuro, pues yo no tengo obras… Sin embargo, tengo gran confianza en que me dará, no según mis obras, sino según las suyas».
    (15 de mayo de 1897)

    «Aunque hubiese realizado todas las obras de San Pablo, seguiría creyéndome un siervo inútil (Lucas XVII,10), creería tener las manos vacías. Pero precisamente eso es lo que me alegra, pues no teniendo nada, lo recibiré todo de Dios».
    (23 de junio de 1897)
  • Vivir el presente
    como niños
    en la Casa del Padre
    esperando recibirlo todo de Dios.
    Abarcarlo todo con el amor
    «Al pensar en los tormentos que padecerán los cristianos en tiempo del Anticristo, mi corazón salta de gozo, y desearía que me fueran reservados tales tormentos».
    (Ésta es la última en la larga lista de las vocaciones que siente y que abarcará en el amor)
    (A Sor María del Sagrado Corazón, no 12)

    «Comprendí que el amor encierra todas las vocaciones, que el amor lo es todo, que el amor abarca todos los tiempos y todos los lugares, en una palabra, que el amor es eterno.
    Entonces, en un transporte de alegría delirante, exclamé: -¡Oh, Jesús, mi amor! Por fin he encontrado mi vocación. Sí, he hallado mi lugar en la Iglesia, Dios mío, vos mismo me lo habéis señalado: en el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor. Así lo seré todo, así mi sueño se verá realizado».
    (A Sor María del Sagrado Corazón, no 14-15)
  • Vivir el presente
    como niños
    en la Casa del Padre
    esperando recibirlo todo de Dios.
    Abarcarlo todo con el amor
    abandonándose como víctima a la Divina Misericordia
    «Estoy segura de que, si por un imposible, encontrases a un alma más débil, más pequeña que la mía, te complacerías en colmarla de favores más grandes aún, con tal que ella se abandonara con entera confianza a tu misericordia infinita».
    (A Sor María del Sagrado Corazón, no 27)
  • Vivir el presente
    como niños
    en la Casa del Padre
    esperando recibirlo todo de Dios.
    Abarcarlo todo con el amor
    abandonándose como víctima a la Divina Misericordia
    haciendo bien en la tierra hasta el fin del mundo.
    «Presiento que mi misión va a empezar: la misión de hacer amar a Dios como yo le amo, de dar a las almas mi caminito. Si mis deseos se cumplen, pasaré mi cielo en la tierra hasta el fin del mundo».
    (17 de julio de 1897)

    «Pero, ¿por qué estos deseos de comunicar a los demás los secretos de tu amor, oh Jesús? ¿No fuiste tú mismo quien me los enseñó? ¿No puedes, acaso, revelárselos a los otros?
    Sí, estoy segura de ello, y te conjuro a que lo hagas. Te suplico que abajes tu mirada hacia un gran número de almas pequeñas. Te suplico que escojas una legión de pequeñas víctimas dignas de tu amor».
    (A Sor María del Sagrado Corazón, no 27)

    «Todo pasa en este mundo, hasta Teresita…; ¡Pero ella volverá!».
    (2 de agosto de 1897)
    (Ya en el mes de marzo, Sor María del Sagrado Corazón, viéndola en oración en le Ermita de San José, le preguntó: -¿Qué es lo que pedís con tanto fervor? -Teresa replicó: que San José tenga a bien apoyar cerca de Dios mi gran deseo de volver a la tierra…).

    «¡Lo que me atrae es el Amor! Amar, ser amada, y volver a la tierra para hacer amar el Amor».
    (18 de julio de 1897)

    «Dios no me daría este deseo de hacer el bien en la tierra después de mi muerte, si no quisiera hacerlo realidad. Me daría más bien el deseo de descansar en él».
    (18 de julio de 1897)

    «¿Cuándo será el juicio final? ¡Oh, cómo me gustaría estar presente!
    …Y después ¿qué sucederá?».
    (6 de julio de 1897)

    Al preguntarle: Nos miraréis desde lo alto del cielo, ¿verdad?, ella respondió espontáneamente: – «¡No, bajaré!»
    (25 de septiembre de 1897)

    «Está escrito que al fin del mundo, el Señor se levantará para salvar a los mansos y humildes de la tierra (Salmo LXXV, 9). No dice juzgar, sino salvar«.
    (25 de septiembre de 1897)
  • Deja una respuesta

    Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *