Sacerdotes serenamente penitentes ante el Santísimo Sacramento, capaces de llevar la luz de la sabiduría evangélica
El cardenal Mauro Piacenza, en una carta dirigida a los sacerdotes con motivo de la Cuaresma hizo hincapié en que el periodo cuaresmal es un «tiempo de gracia que nos llama a vivir juntos una conversión renovada, como siempre nuevo es también el Don del Sacerdocio ministerial, a través del cual, el Señor Jesús se hace presente en nuestra existencias y, por medio de ellas, en la vida de todos los hombres», el purpurado destaca que «conversión, para nosotros los sacerdotes, significa ante todo adecuar cada vez más nuestra vida a la predicación, que cotidianamente nos es dado ofrecer a los fieles, siendo así, Evangelio vivo».

Tras recordar la importancia de la identidad sacerdotal y de profundizar los misterios celebrados, en especial la Santísima Eucaristía, el cardenal Piacenza reitera que «un mundo descristianizado requiere una nueva evangelización y que ésta, a su vez, reclama Sacerdotes ‘nuevos’».

Pero sacerdotes nuevos, «no en el sentido de una carrera superficial que siga cada efímera moda pasajera», sino con un corazón profundamente renovado en toda Santa Misa. Renovado según la medida de la caridad del Santísimo Corazón de Jesús, Sacerdote y Buen Pastor, subrayó el ex prefecto de la Congregación para el Clero, para luego señalar que «es particularmente urgente la ‘conversión del ruido, al silencio’, del afanarnos con los quehaceres, al ‘estar con Jesús’, participando cada vez con mayor conciencia en Su ser», pues «¡toda acción pastoral debe ser siempre eco y dilatación de lo que el Sacerdote es!»

El mensaje  alienta a los sacerdotes a vivir profundamente el sentido eclesial, redescubriendo la belleza de ser un pueblo en éxodo – abarcando todo el orden sacerdotal y todos los fieles, que ven en sus pastores un modelo seguro de referencia y que de ellos esperan renovado y luminoso testimonio. Sin olvidar la conversión a la cotidiana participación en el sacrificio de Cristo en la Cruz, el Cardenal pone de relieve que «todo sacerdote, alter Christus, está llamado, como los grandes santos, a vivir en primera persona el misterio de esta sustitución vicaria, al servicio de los hermanos, sobre todo en la fiel celebración del Sacramento de la Reconciliación, buscado para sí mismos y ofrecido a los hermanos, en unión con la dirección espiritual y en la cotidiana ofrenda de la propia vida en reparación de los pecados del mundo».

«Sacerdotes serenamente penitentes ante el Santísimo Sacramento, capaces de llevar la luz de la sabiduría evangélica y eclesial a las circunstancias contemporáneas, que parecen desafiar nuestra fe, siendo en realidad auténticos profetas, capaces a su vez de lanzar al mundo el único desafío auténtico, el del Evangelio, que llama a la conversión», exhorta el cardenal Piacenza, que recuerda que algunas veces la fatiga es verdaderamente mucha y que son pocos los presbíteros con respecto a las necesidades de la Iglesia.

«Pero si no nos convertimos, seremos cada vez menos, porque sólo un sacerdote renovado, convertido, ‘nuevo’ llega a ser instrumento, a través del cual el Espíritu llama a nuevos sacerdotes», advierte Monseñor Piacenza,  invitando a los sacerdotes a encomendar este camino cuaresmal a la Virgen María, Reina de los Apóstoles, implorando de la Divina Misericordia, «para que siguiendo el modelo de la Madre celestial, también nuestro corazón sacerdotal sea ‘refugio de los pecadores’».

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