Efectivamente, cuando pedimos que venga a nosotros el Reino de Cristo, nosotros deseamos ardientemente su reinado. Queremos que reine en nuestra inteligencia, mediante el conocimiento de su doctrina y el acatamiento amoroso de las verdades reveladas.Ciertamente, es necesario que Cristo reine en nuestra voluntad, para que obedezca y se identifique, cada vez mas plenamente, con la voluntad de Dios. Es preciso que reine en nuestro corazón, para que ningún otro amor se interponga al amor de Dios. Es necesario que reine en nuestro cuerpo, templo del Espíritu Santo; en nuestro trabajo, en nuestra vida entera.El Papa Benedicto XVI, al celebrar esta fiesta en el 2008,  recordó el pasaje en que Pilato interrogó a Jesús y éste declaró: “Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no es de aquí” (Jn 18, 36).

Así, de acuerdo con el pontífice, “la realeza de Cristo es revelación y actuación de la de Dios Padre, que gobierna todas las cosas con amor y con justicia. El Padre encomendó al Hijo la misión de dar a los hombres la vida eterna, amándolos hasta el supremo sacrificio y, al mismo tiempo, le otorgó el poder de juzgarlos, desde el momento que se hizo Hijo del hombre, semejante en todo a nosotros”.

el Papa explicó que el título de “rey”, referido a Jesús, es muy importante en los Evangelios y permite dar una lectura completa de su figura y de su misión de salvación: “Se puede observar una progresión al respecto: se parte de la expresión “rey de Israel” y se llega a la de rey universal, Señor del cosmos y de la historia; por lo tanto, mucho más allá de las expectativas del pueblo judío”.

“¿En qué consiste el “poder” de Jesucristo Rey?” se interrogó el Papa al celebrar esta fiesta en el 2009: “No es el poder de los reyes y de los grandes de este mundo; es el poder divino de dar la vida eterna, de librar del mal, de vencer el dominio de la muerte. Es el poder del Amor, que sabe sacar el bien del mal, ablandar un corazón endurecido, llevar la paz al conflicto más violento, encender la esperanza en la oscuridad más densa. Este Reino de la gracia nunca se impone y siempre respeta nuestra libertad. Cristo vino “para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37)”, explicó.

Asimismo, indicó que “elegir a Cristo no garantiza el éxito según los criterios del mundo, pero asegura la paz y la alegría que sólo él puede dar. Lo demuestra, en todas las épocas, la experiencia de muchos hombres y mujeres que, en nombre de Cristo, en nombre de la verdad y de la justicia, han sabido oponerse a los halagos de los poderes terrenos con sus diversas máscaras, hasta sellar su fidelidad con el martirio”.

Esos mundos que muchos han construido sin Dios, con la aparente fuerza de sus voluntades y el supuesto poder de la técnica, el dinero, la violencia…, estan ensamblados de mentiras y, por eso, de debilidad aunque simulen fortaleza. Lo notamos nosotros mismos, que desenmascaramos fácilmente tantos poderes establecidos gracias a injusticias, a la desconsideración con los más débiles o más necesitados…, o gracias la mentira, que se considera recurso válido para el propio éxito. Yo soy Rey –dice Jesús a Pilato–. Para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad; todo el que es de la verdad escucha mi voz. Estas palabras del Señor, a punto de ser condenado a muerte –cuando aún podía salvar la vida–, sí merecen nuestra confianza, porque son del Hijo de Dios vivo, como lo llamó san Pedro. Pero nuestro Rey reina sobre los hombres sirviendo, queriendo remediar la ceguera de nuestra inteligencia herida por el pecado, y haciéndonos entender que no podía negar su realeza, aunque afirmar Yo soy Reyle condujera a la Cruz. Tan importante es para los hombres esta verdad, que el Hijo de Dios quiso morir antes que negar su condición real.
Venga a nosotros Tu Reino, pedimos con mucha frecuencia los cristianos, siguiendo la indicación de Jesús a los Apóstoles, cuando éstos le pidieron consejo sobre cómo rezar.
En esta gran solemnidad de Cristo Rey pedimos a Dios, junto a toda la Iglesia, que venga a nosotros Su Reino y que aparte de nosotros nuestros pequeños reinos. Pequeños, porque en ellos servimos sólo a los hombres o a las ideas nuestras, pero no al único Rey, Creador y Señor de cuanto existe. Y le damos gracias porque ha querido reinar sobre los hombres, sólo para nuestro bien, aunque nos quiera a cada uno amando desde nuestra cruz, como quiso a su Hijo Jesucristo.
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Oración a Cristo Rey
¡Oh Jesús! Te reconozco por Rey Universal. Todo cuanto ha sido hecho Tú lo has creado. Ejerce sobre mí todos tus derechos. Renuevo las promesas de mi bautismo, renunciado a Satanás, a sus seducciones y a sus obras; y prometo vivir como buen cristiano. Muy especialmente me comprometo a procurar, según mis medios, el triunfo de los derechos de Dios y de tu Iglesia. Divino Corazón de Jesús, te ofrezco mis pobres obras para conseguir que todos los corazones reconozcan tu sagrada realeza, y para que así se establezca en todo el mundo el Reino de tu Paz, Amén.

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