En su primera encíclica, el papa Benedicto XVI decía que la Iglesia católica no desea gobernar los estados, aunque al mismo tiempo no puede permanecer silenciosa en la vida política porque sus obras de caridad son necesarias para aliviar el sufrimiento en todo el mundo. En el documento «Dios es amor», Benedicto explora la relación entre el amor divino hacia la humanidad y las obras de caridad de la Iglesia, afirmando que ambas están intrínsecamente ligadas y son el fundamento de la fe cristiana. La encíclica de 71 páginas ilustra el empeño del Papa de origen alemán de regresar a los principios básicos del cristianismo con una meditación sobre el amor divino y la necesidad de ampliar las obras de caridad en un mundo injusto. Benedicto afirma en la encíclica que el amparo prestado por la Iglesia a las viudas, los enfermos y los huérfanos es tan parte fundamental de su misión pastoral como el oficio de los sacramentos y la difusión del Evangelio. Sin embargo, insistió que los que trabajan en las obras de caridad eclesiásticas nunca deben usar su tarea para hacer proselitismo ni impulsar una ideología política determinada. «El amor es libre; no es practicado como forma de lograr otros objetivos», escribió el Papa. «Los que practican la caridad en nombre de la Iglesia nunca intentarán imponer a otros la fe de la Iglesia. Comprender que un amor puro y generoso es el mejor testigo del Dios en el que creemos y por el cual somos impulsados al amor», insistió el sucesor de Pedro. Indicó que los que trabajan en las organizaciones de caridad de la Iglesia deben estar inspirados por la fe y el amor a Dios y no solamente por el deseo de hacer un mundo mejor -idea resaltada en una conferencia de prensa por el arzobispo Josef Cordes, que dirige el organismo vaticano de caridad Cor Unum.

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