Un día, al volver a casa, me encuentro a la puerta de la casa con tres o cuatro seminaristas de pie con dos jóvenes con su cartera ritual y pienso: parecen testigos de Jehová. Me acerco, los saludo y ¿qué tal? Les digo. Aquí estamos comentando la Palabra de Dios, me responden. Dirigiéndome a los dos les pregunto ¿sois católicos? No, somos testigos de Jehová. Nos saludamos muy cordialmente y seguimos hablando.
A los pocos minutos, pensando que ellos niegan la divinidad de Jesús, cuestión básica de nuestra fe cristiana, les dije si ellos creían que Jesucristo era Dios. La respuesta no era clara; yo insistí en la pregunta varias veces ante lo que venían diciendo que sólo Jehová era Dios y que no había más que un Dios. Entonces según vosotros, Jesús no es Dios, les dije; y no tuvieron más remedio que contestarme que no; que el único Dios era Jehová. Pero costó llevarles a la afirmación de que Jesús no era Dios.
Entonces les dije:
-Me da la impresión de que vosotros sois politeístas
– ¿Nosotros politeístas? No.
– Vamos a ver, léenos en tu biblia (Jn. 1, 1).
Sacó su biblia y leyó: “En la principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un Dios”. Le dije: ¿Ves? Sois politeístas: Un Dios que es la Palabra y otro que es Jehová, son los dos dioses en que creéis. Nuestra versión católica es: «En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios».
Si sé contar bien, veo que afirmáis dos dioses, uno, Jehová y el otro, la Palabra, porque la Palabra ¿era Dios como dicen todas las traducciones de la Biblia, o era un Dios como decís vosotros?

Me contestó el que llevaba la voz cantante: que nuestra traducción no estaba bien hecha; que ellos tenían una traducción mejor y más perfecta, que se habían reunido (creo que dijeron que eran 7 los sabios de los testigos) e hicieron la traducción más perfecta.
Les hice algunas otras preguntas, como
¿Por qué tenéis manía a la Virgen?
¿Por qué decís que nosotros adoramos a las imágenes?
¿Por qué decís que la Virgen tuvo otros hijos?
Recuerdo las palabras de la carta a los Hebreos cuando dice: «Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre. No os dejéis seducir por doctrinas varias y extrañas”. (Hbr. 13, 8-9). Al decir que Jesucristo es el mismo, está reafirmando la divinidad de Jesús, verdad básica de nuestra fe cristiana.
Y Jesús dijo:»Yo y el Padre somos uno. »» (Jn. 10, 30).
«Los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle» (Jn. 10, 31).
«Jesús les dijo: « Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme? ».Le respondieron los judíos: « No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios. »» (Jn. 10, 30-33).
Los testigos de Jehová traducen estas últimas palabras diciendo te haces a ti mismo un Dios. Es la misma traducción que en el primer versículo del Evangelio de S. Juan: “y La Palabra era un Dios” traducen ellos como hemos visto antes en Jn, 1.1. No tendrían por qué intentar apedrearle si hubiese dicho que era un dios, (Los gentiles tenían muchos dioses) pero la pregunta del sumo sacerdote no era esa; le quieren apedrear porque se hacía Dios.
Bueno, dijeron, vendremos otro día y seguiremos hablando porque ahora tenemos una cita cerca de aquí y se nos hace tarde. No han vuelto.
José Gea, Rel

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