(RV).- “A menudo para el hombre la autoridad significa afán de posesión, poder, dominio, éxito Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies a los discípulos (Cfr Jn 13,5), que busca el verdadero bien del hombre, que cura las heridas, que es capaz de un amor tan grande de dar la vida, porque es el Amor”. Estas palabras del Papa en el Ángelus de este domingo, nos pone nuevamente, en la centralidad del mensaje de Jesús y de sus acciones, diversa de aquella de los hombres.

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Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española presentes en esta oración mariana, en particular a los alumnos del Instituto Diego Sánchez, de Talavera la Real, del Colegio San Atón, de Badajoz, así como a los fieles procedentes de Valencia, Cádiz, Ceuta y Jérez. Con el salmista invito a todos a escuchar la voz de Dios y a no endurecer el corazón. Busquemos tiempo para meditar cuanto el Señor nos propone en la divina Palabra y respondamos a ella con una oración sincera, constante y humilde. De ahí sacaremos fuerzas para afrontar las dificultades de la vida y servir con sencillez a los que nos rodean, sobre todo a quienes pasan por pruebas diversas. Feliz Domingo.

Traducción completa de la reflexión de Benedicto XVI previa al Ángelus

Queridos hermanos y hermanas

El Evangelio de este domingo (Mc 1, 21-28) nos presenta a Jesús que –durante el día sábado- predica en la sinagoga de Cafarnaún, la pequeña ciudad en el lago de Galilea en donde vivían Pedro y su hermano Andrés. A su enseñanza –que suscitaba la maravilla de la gente- sigue la liberación de un “hombre poseído por un espíritu inmundo” (v.23), que reconoce en Jesús el “Santo de Dios”, es decir, el Mesías. En poco tiempo, su fama se difunde en toda la región, que Él recorre anunciando el Reino de Dios y sanando todo tipo de enfermo: de palabra y de acción. San Juan Crisóstomo hace observar como el Señor “alterna el discurso en beneficio de los que escuchan, procediendo de los prodigios a las palabras y pasando nuevamente de la enseñanza de su doctrina a los milagros” (Hom. in Matthæum 25, 1: PG 57, 328).

La palabra que Jesús dirige a los hombres abre inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad de sí mismos. No así, en cambio, sucedía a los escribas, que tenían que esforzarse en interpretar las Sagradas escrituras con numerosas reflexiones. Además, a la eficacia de la palabra, Jesús unía aquella de los signos de la liberación del mal. San Atanasio observa que “ordenar a los demonios y expulsarlos nos es una obra humana sino divina”, de hecho, el Señor “alejaba de los hombres toda clase de enfermedades. ¿Quién, viendo su poder… habría aún dudado que Él sea el Hijo, la Sabiduría y la Potencia de Dios? (Oratio de Incarnatione Verbi 18.19: PG 25, 128 BC.129 B). La autoridad divina, no es una fuerza de la naturaleza. Es el poder del amor de Dios que crea el universo y encarnándose en el Hijo Unigénito, bajando en nuestra humanidad, sana el mundo corrupto por el pecado. Romano Guardini escribe: “Toda la existencia de Jesús es traducción de la potencia en humildad… es la soberanía que se abaja a la forma de siervo” » (Il Potere, Brescia 1999, 141.142).

A menudo para el hombre la autoridad significa afán de posesión, poder, dominio, suceso. Para Dios, en cambio, la autoridad significa servicio, humildad, amor; significa entrar en la lógica de Jesús que se inclina para lavar los pies a los discípulos (cfr Jn 13,5), que busca el verdadero bien del hombre, que mira las heridas, que es capaz de un amor tan grande de dar la vida, porque es el Amor. En una de sus cartas, santa Catalina de Siena escribe: “Es necesario que nosotros veamos y conozcamos, en verdad, con la luz de la fe, que Dios es el Amor supremo y eterno y no puede querer sino nuestro bien” Ep. 13 in: Le Lettere, vol. 3, Bologna 1999, 206).

Queridos amigos, el próximo jueves 2 de febrero, celebraremos la fiesta de la Presentación del Señor en el templo, Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Invoquemos con fe a María Santísima, para que guíe nuestros corazones para tomar siempre de la misericordia divina, que libera y sana nuestra humanidad, colmándola de toda gracia y bien, con la potencia del amor .

Benedicto XVI reiteró su exhortación a invocar la paz para toda la familia humana, recordando la Jornada mundial de los enfermos de lepra, la lucha contra la pobreza y la marginación, la Jornada internacional por la paz en Tierra Santa, y la beatificación, en Viena, de Hildegard Burjan, fundadora de la Sociedad de las Hermanas de la Caritas socialis. 

Después del rezo a la Madre de Dios y del responso por los difuntos, el Papa, se refirió a la nueva beata, elevada al honor de los altares este domingo, en la capital de Austria. Y, evocando a esta laica, madre de familia – cuyo lema era «la caridad de Cristo nos apremia» – el Santo Padre invitó a alabar al Señor por este bellísimo testimonio del Evangelio.

Saludando luego a la Asociación italiana Amigos de Raul Follerau, en esta Jornada mundial de los enfermos de lepra, Benedicto XVI expresó su gran cercanía y aliento:

«Quisiera hacer llegar mi aliento a todas las personas afligidas por esta enfermedad, así como a cuantos les asisten y, de distintas formas, se comprometen de forma activa para eliminar la pobreza y la marginación, verdaderas causas de que perdure el contagio».

Una vez más, el Papa invitó a rezar por la paz en Tierra Santa:

«Recuerdo asimismo la Jornada internacional de intercesión por la paz en Tierra Santa. En profunda comunión con el Patriarca Latino de Jerusalén y el Custodio de Tierra Santa, invoquemos el don de la paz para esa Tierra bendecida por Dios».

Este domingo, la plaza de San Pedro se alegró con la presencia de numerosos muchachos de la Acción católica de la Diócesis de Roma, que concluyeron con el Papa el «mes de la paz», dando como siempre un matiz especial de entusiasmo y de fe.

Como es tradicional, el último domingo de enero, una niña y un niño acompañaban al Santo Padre, después del rezo del Ángelus, ayudándolo luego a soltar dos palomas, símbolo de paz…

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