Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día 

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Juan 6,35-40. 


Jesús dijo a la gente: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed. 

Pero ya les he dicho: ustedes me han visto y sin embargo no creen. 

Todo lo que me da el Padre viene a mí, y al que venga a mí yo no lo rechazaré, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. 

La voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me dio, sino que lo resucite en el último día. 

Esta es la voluntad de mi Padre: que el que ve al Hijo y cree en él, tenga Vida eterna y que yo lo resucite en el último día». 

+Meditación:

San Francisco de Asís (1182-1226), fundador. Carta a toda la Orden

“No he bajado del cielo para hacer mi voluntad, sino para hacer la voluntad del que me ha enviado”

 Dios todopoderoso, eterno, justo y bueno, por nosotros mismos no somos más que pobreza. Pero tú, a causa de ti mismo, concédenos hacer eso que sabemos es lo que tú quieres, y querer siempre lo que te complace. 

    Así, interiormente purificados, iluminados y abrasados por el fuego del Espíritu, llegaremos a ser cpaces de seguir las huellas de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, y por tu sola gloria, llegar a ti, Altísimo, que, en Trinidad perfecta y en simplicísima Unidad, vives y reinas y recibes toda gloria, Dios todopoderoso por los siglos de los siglos. Amén.

                                                                                                                                   

+Comunión Espiritual: 

  Dices: «Venid a mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os recrearé» (Mt 11,28). ¡Oh dulce y amable palabra en los oídos del pecador! ¡Que tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la comunión de tu santísimo cuerpo!  Mas, ¿quién soy yo, Señor, para que presuma llegar a ti? Veo que no cabes en los cielos de los cielos, y tú dices: «¡Venid a mí todos!”.  ¿Qué quiere decir esta tan piadosísima dignación y este tan amistoso convite? ¿Cómo osaré llegarme yo que no reconozco en mí cosa buena en que pueda confiar? ¿Cómo te hospedaré en mi casa yo, que tantas veces ofendí tu benignísima presencia? Los ángeles y arcángeles tiemblan; los santos y justos temen, y tú dices: «!Venid a mí todos!”. Si tú, Señor, no dijeses esto, ¿quién lo creería?  Y si tú no lo mandases, ¿quién osaría llegarse a ti?” (Imitación de Cristo, IV)