Son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección
Evangelio Diario y Meditación
+Santo Evangelio:
Evangelio según San Lucas 20,27-40.
Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia.
Finalmente, también murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?».
Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan,
pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán.
Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para él».
Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien».
Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
+Meditación:
San Agustín
Así como nuestra palabra se forma y perfecciona con sílabas que se siguen y suceden, así los mismos hombres de quienes es la palabra, siguiéndose y sucediéndose, hacen y perfeccionan el orden de este siglo, que es el tejido de la hermosura temporal de las cosas. Mas como la palabra de Dios, de que gozaremos en la otra vida, no se compone de una continuación o sucesión de sílabas puesto que todo en El es permanente y uniforme, así los que participen de El, para quienes será la vida, ni faltarán muriendo ni aumentarán naciendo, como sucede ahora respecto de los ángeles. Por eso dice: “Será como con los ángeles».
San Juan Pablo II
Audiencia General del 01/12/1982
«Son hijos de Dios e hijos de la Resurrección»
El matrimonio —como sacramento que nace del misterio de la redención y que renace, en cierto sentido, del amor nupcial de Cristo y de la Iglesia (cf Ef 5,22-23)— es una expresión eficaz de la potencia salvífica de Dios, que realiza su designio eterno incluso después del pecado y a pesar de la triple concupiscencia, oculta en el corazón de cada hombre, varón y mujer. (…) Como sacramento de la Iglesia, el matrimonio tiene índole de indisolubilidad. Como sacramento de la Iglesia, es también palabra del Espíritu, que exhorta al hombre y a la mujer a modelar toda su convivencia sacando fuerza del misterio de la «redención del cuerpo». (…) La redención del cuerpo significa… esa «esperanza» que, en la dimensión del matrimonio, puede ser definida esperanza de cada día, esperanza de la temporalidad. (…)
La dignidad de los esposos (…), se manifiesta en la conciencia profunda de la santidad de la vida, a la que los dos han dado origen, participando —como padres—, en las fuerzas del misterio de la creación. A la luz de la esperanza, que está vinculada con el misterio de la redención del cuerpo, esta nueva vida humana, el hombre nuevo concebido y nacido de la unión conyugal de su padre y de su madre, se abre a las «primicias del Espíritu» (ib., 8, 23) «para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dios» (ib., 8, 21). Y si «la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto» (ib 8, 22), una esperanza especial acompaña a los dolores de la madre que va a dar a luz, esto es, la esperanza de la «manifestación de los hijos de Dios» (cf. Rom 8, 19-23), la esperanza de la que todo recién nacido que viene al mundo trae consigo un destello. (…) A esto se refieren las palabras en las que Cristo se remite a la resurrección de los cuerpos…: «Son hijos de Dios, hijos de la resurrección».
+Comunión Espiritual:
De Santa Margarita María Alacoque
“Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.