Ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Lucas 21,1-4. 

Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. 

Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. 

Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.» 

+Meditación:

San Juan Crisóstomo

He aquí los cinco caminos de conversión: primero la reprobación de nuestros pecados, después el perdón concedido a las ofensas del prójimo; el tercero consiste en la oración; el cuarto en la limosna; el quinto en la humildad. No te quedes, pues, inactivo, sino que sigue cada día todos estos caminos; son caminos fáciles y no puedes poner como pretexto tu miseria.

Porque, aunque tú vivas en la mayor pobreza, puedes abandonar tu cólera, practicar la humildad, orar asiduamente y reprobar tus pecados; tu pobreza no es obstáculo para nada de ello. Si es verdad que en este camino de conversión se trata de dar sus riquezas, la misma la pobreza no nos impide de cumplir el mandamiento. Lo vemos claramente en la viuda que daba sus dos pequeñas monedas.

Ahí tenemos cómo curar nuestras heridas; apliquemos el remedio. Retornados a la verdadera salud, acerquémonos apresuradamente a la mesa santa y con gran gloria vayamos al encuentro del rey de la gloria, Cristo. Obtengamos los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la bondad de Jesucristo nuestro Señor.

+Comunión Espiritual:

De Santa Margarita María Alacoque:  “Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.