Maestro- ¿dónde vives?». «Vengan y lo verán», les dijo.
+Santo Evangelio
Evangelio según San Juan 1,35-42.
Estaba Juan Bautista otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: «Este es el Cordero de Dios».
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
El se dio vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: «¿Qué quieren?». Ellos le respondieron: «Rabbí -que traducido significa Maestro- ¿dónde vives?».
«Vengan y lo verán», les dijo. Fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.
Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo: «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro.
+Meditación
San Agustín
La palabra Mesías en hebreo, y Cristo en griego, en castellano significa «ungido». Crisma es la unción y Jesús fue ungido de una manera especial. Así es que todos los cristianos somos ungidos, según lo que se dice en el Salmo: «Te ungió el Señor tu Dios, con el óleo de la alegría, sobre todos tus compañeros» ( Sal 44). Y en verdad todos los santos son sus compañeros, pero Aquél es santo de un modo singular, y fue ungido de una manera particular.
Nada de particular tiene que el Señor dijese de quién era hijo. Conocía los nombres de todos sus santos, a quienes había predestinado desde la constitución del mundo. Lo que sí es grande es que le cambiase el nombre y de Simón lo hiciera Pedro. Pedro viene de la palabra piedra. Piedra es la Iglesia; luego la Iglesia está representada en el nombre de Pedro. ¿Y quién está seguro de su obra sino el que edifica sobre piedra? Y más abajo el Señor despierta tu atención. Y si se hubiese llamado Pedro desde antes no verías el misterio de la piedra, y creerías que por casualidad él se llamaba así y no por disposición de la divina providencia. Cuando quiso que antes se llamase de otro modo, fue para que se conociese la fuerza del misterio por el mismo a cambio del nombre.
Y no puede considerarse como pequeña la contradicción de que antes de que Jesús fuese a Galilea desde junto al Jordán, sólo por el testimonio del Bautista le siguieron dos, uno de los cuales era Andrés, el cual trajo a su hermano Simón, siendo entonces cuando recibió el nombre, esto es que se llamase Pedro; mientras que dicen los otros Evangelistas que los encontró pescando en Galilea, y los llamó al apostolado. Pero no debe entenderse que Jesús no los hubiese visto junto al Jordán, y ya se hubiesen unido a El para siempre, sino únicamente que conocieron quién era, y después de admirarle se volvieron a sus propias faenas. Y no se crea que San Pedro recibió el nombre cuando el Señor le dijo: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» ( Mt 16,18), sino cuando se recuerda que le dijo: «tú te llamarás Cephas, que significa Pedro».
+Oración
“Jesús mío, mi soberano Señor y verdadero Dios: ¿Qué fuerza te ha hecho descender del cielo a una gruta sino la fuerza de tu amor por nosotros?
Tú que habitas el seno del Padre, tú que reposas en un pesebre.
Tú que reinas más allá de las estrellas, tú vienes a nacer sobre un poco de paja…
Tú que eres la alegría del cielo, yo te escucho gemir y llorar.
Dime, oh Jesús mío: ¿Qué fuerza desconocida te ha reducido a tal abajamiento? Una sola, la fuerza de tu amor por nosotros”.
(San Alfonso Maria de Ligorio)