¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio

Evangelio según San Marcos 8,27-33. 

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». 

Ellos le respondieron: «Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas». 

«Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro respondió: «Tú eres el Mesías». 

Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. 

Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. 

Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». 

+Meditación

(Iluminando el sentido de las Escrituras con los Santos, los Padres de la Iglesia  y el Magisterio)

San Juan Crisóstomo 

Homilia in Matthaeum, hom. 54, 1

Por los mismos términos de la pregunta les induce a formar un concepto mejor y más elevado de El, separándolos de las multitudes. La respuesta del jefe de los discípulos, autoridad de los apóstoles, fue en nombre de todos la siguiente: «Pedro, respondiendo, le dice: Tú eres el Cristo”.

Les habló así el Señor en esta ocasión, para hacerles ver que convenía hubiese testigos que después de su cruz y de su resurrección lo predicasen. De nuevo el fogoso Pedro se atreve solo entre todos a cuestionar. «Pedro entonces, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle diciéndole: Sé propicio para ti, Señor; mas eso no sucederá”.

¿Cómo es, pues, que gozando de una revelación de Dios, cayó tan pronto San Pedro y perdió su estabilidad? Pero diremos que no es de admirar que ignorase esto, no habiendo recibido revelación sobre la pasión. Sabía por revelación que Cristo era Hijo de Dios vivo pero aún no le había sido revelado el misterio de la cruz y de la resurrección. Para manifestar, pues, que convenía que El llegase a la pasión, increpó a Pedro. «Pero Jesús, vuelto contra él -prosigue-, y mirando a sus discípulos, respondió ásperamente a Pedro, diciendo: «Atrás, Satanás» etc.

San Juan de la Cruz 

Cántico Espiritual 36-37

      Esta espesura de sabiduría y ciencia de Dios es tan profunda e inmensa que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede entrar  más adentro, por cuanto es inmensa y sus riquezas incomprensibles, según exclama  San Pablo diciendo: “Oh alteza de riquezas de sabiduría y ciencia de Dios, cuán incomprehensibles son sus jucios e incomprehensibles sus vías.” (Rom 11,33) Pero el alma en esta espesura e incomprehensiblilidad de juicios y vías desea entrar porque muere en deseo de entrar en el conocimiento de ellos muy adentro, porque el conocer en ellos es deleite inestimable que excede todo sentido… ¡Oh, si se acabase ya de entender cómo no se puede llegar a la espesura y sabiduría de las riquezas de Dios – que son de muchas maneras – si no es entrando en la espesura del padecer de muchas maneras, poniendo en eso el alma su consolación y deseo! … Porque para entrar en estas riquezas de su sabiduría la puerta es la cruz, que es angosta, y desear entrar por ella es de pocos, mas desear los deleites a que se viene por ella es de muchos.

+Comunión Espiritual

De Santa Margarita María Alacoque:  “Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.