Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores
Evangelio Diario y Meditación
+Santo Evangelio
Evangelio según San Mateo 9,9-13.
Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos.
Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?».
Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
+Meditación:
San Juan Crisóstomo
Los publicanos se aproximaron a nuestro Redentor, no sólo para hablarle, sino para comer con El. Porque no solamente corregía muchas veces Jesús a los que estaban mal dispuestos, con sus argumentos, con sus obras o con sus reprensiones a sus enemigos, sino también asistiendo a las comidas; enseñándonos con este proceder que en cualquier tiempo y de cualquier obra podemos sacar utilidad. Los fariseos al ver esto se indignaron y por eso se dice de ellos: «Y viéndolo los fariseos decían a los discípulos de Jesús: ¿Por qué con los publicanos?» etc. Debe notarse aquí que los fariseos, cuando se figuraban haber sorprendido a los discípulos de Cristo en algún pecado, se dirigían a Cristo, como se ve por aquellas palabras: «He aquí que tus discípulos ejecutan obras prohibidas en el día del sábado» (Mt 12,2). De esta manera trataban de deshonrar a Cristo delante de sus discípulos. Todo esto lo hacían con malicia y con el deseo de separar del Maestro los corazones de sus discípulos.
+Comunión Espiritual:
De Santa Margarita María Alacoque: “Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.
