Al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará

Evangelio Diario y Meditación

+Santo Evangelio

Evangelio según San Lucas 12,8-12. 

Les aseguro que aquel que me reconozca abiertamente delante de los hombres, el Hijo del hombre lo reconocerá ante los ángeles de Dios. 

Pero el que no me reconozca delante de los hombres, no será reconocido ante los ángeles de Dios. 

Al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que blasfeme contra el Espíritu Santo, no se le perdonará. 

Cuando los lleven ante las sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo se van a defender o qué van a decir, porque el Espíritu Santo les enseñará en ese momento lo que deban decir». 

+Meditación:

San Agustín

 Si aquí se dijese: «El que profiriese alguna blasfemia contra el Espíritu Santo», deberíamos entender toda blasfemia; pero como se dice, «el que blasfemare contra el Espíritu Santo», se ha de entender no un blasfemo cualquiera sino aquel que nunca puede ser perdonado. Por esto se ha dicho (Stgo 1,13): «Dios no tienta a nadie», aunque no se habla aquí de toda tentación, sino sólo de cierto tipo. Veamos ahora cuál es esta manera de blasfemar contra el Espíritu Santo. El principal beneficio de los creyentes consiste en recibir en el Espíritu Santo el perdón de los pecados. El corazón impenitente blasfema contra este don gratuito. Así pues, esta impenitencia es blasfemia contra el Espíritu, la cual no se perdona ni en este mundo ni en el otro, porque la penitencia alcanza el perdón en esta vida, el cual vale para la otra.

+Comunión Espiritual:

De Santa Margarita María Alacoque

  “Padre eterno, permitid  que os  ofrezca el Corazón de Jesucristo,  vuestro  Hijo muy  amado, como se ofrece Él mismo, a Vos  en sacrificio. Recibid  esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos  y actos de este Sagrado Corazón. Todos son  míos, pues Él se inmola por mí,  y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por  sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia  final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra  Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado.” Amén.