No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido

+Santo Evangelio:

Evangelio según San Lucas 12,1-7. 

Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 

No hay nada oculto que no deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. 

Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad, será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo alto de las casas. 

A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. 

Yo les indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les repito, teman a ese. 

¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. 

Ustedes tienen contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.»  

+Meditación:

Meditación del Papa Francisco

Dios es tan grande que tiene también sitio para nosotros. Y el hombre Jesús, que es al mismo tiempo Dios, es para nosotros la garantía de que ser-hombre y ser-Dios pueden existir y vivir eternamente uno en el otro. Esto quiere decir que de cada uno de nosotros no seguirá existiendo sólo una parte que nos viene, por así decirlo, arrancada, mientras las demás se arruinan; quiere decir más bien que Dios conoce y ama a todo el hombre, lo que somos. Y Dios acoge en su eternidad lo que ahora, en nuestra vida, hecha de sufrimiento y amor, de esperanza, de alegría y de tristeza, crece y llega a ser.

Todo el hombre, toda su vida es tomada por Dios y, purificada en Él, recibe la eternidad. ¡Queridos Amigos! Yo creo que esta es una verdad que nos debe llenar de profunda alegría. El Cristianismo no anuncia solo una cierta salvación del alma en un impreciso más allá, en el que todo lo que en este mundo nos fue precioso y querido sería borrado, sino que promete la vida eterna, “la vida del mundo futuro”: nada de lo que es precioso y querido se arruinará, sino que encontrará plenitud en Dios. Todos los cabellos de nuestra cabeza están contados, dijo un día Jesús. El mundo definitivo será el cumplimiento también de esta tierra, como afirma san Pablo: “la creación misma será liberada de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”. Por tanto se comprende que el cristianismo de una esperanza fuerte en un futuro luminoso y abra el camino hacia la realización de este futuro. Nosotros somos llamados, precisamente como cristianos, a edificar este mundo nuevo, a trabajar para que se convierta un día en el “mundo de Dios”, un mundo que sobrepasará todo lo que nosotros mismos podríamos construir. (Homilía de S.S. Benedicto XVI, 16 de agosto de 2010).

Meditación San Juan Eudes (1601-1680), presbítero

“El Reino de Jesús”, 2ª parte, Obras completas l922, tomo 1, pag. 238

        Nuestro amantísimo Salvador nos asegura en muchos lugares de la Sagrada Escritura que él está constantemente cuidando de nosotros y tiene su mirada puesta sobre nuestras vidas; él mismo nos lleva y nos llevará siempre en su corazón, en su pecho y en sus entrañas…

        Tengamos cuidado de no apoyarnos nunca, ni en el poder o el favor de nuestros amigos, ni en nuestros bienes, ni en nuestro espíritu, ni en nuestro saber, ni en nuestras fuerzas, ni en nuestros buenos deseos y propósitos, ni en nuestra oración, ni siquiera en la confianza que podemos tener en Dios, ni en los medios humanos, ni en cosa alguna creada, sino únicamente en la sola misericordia de Dios. No quiero decir que no hayamos de servirnos de todas estas cosas, y hacer de nuestra parte todo lo que esté en nuestro poder para vencer los vicios, para ejercitarnos en la virtud y para llevar y cumplir las tareas que Dios nos ha confiado y cumplir con las obligaciones que derivan de nuestro estado. Pero debemos renunciar a todo apoyo y confianza que podamos tener en las cosas mencionadas, y fiarnos de la pura bondad de Nuestro Señor. De manera que debemos esforzarnos tanto y trabajar según nuestras fuerzas, como si nada esperáramos de Dios; y no obstante, no debemos apoyarnos en nuestro trabajo y cuidado, sino, como si no hiciéramos nada, esperar todo únicamente de la misericordia de Dios.

+Comunión Espiritual:

De santa Margarita Mª Alacoque

“Dios mío, te adoro oculto en esta sagrada Hostia. ¿Es posible que te hayas reducido a tan humilde morada, para venir a mí y permanecer corporalmente conmigo?

Los cielos son indignos para alojarte!, y ¿te contentas, para estar conmigo siempre, con estas pobres especies? ¡Bondad inconcebible!

¿Podría yo creer esta maravilla si Tú mismo no me la asegurases?

 ¡Oh Dios de la majestad, pero también Dios del amor!v¡Que no sea yo todo entendimiento para conocer esta misericordia, todo corazón para agradecerla, toda lengua para publicarla!

Tú, oh Dios de mi corazón, me has creado para ser objeto de tu amor infinito ¿cómo puedo no desear poseerte? Te abro mi corazón, te ofrezco mi pecho, mi boca y mi lengua para que vengas a mí.

Ven, ven, divino Sol mío. Ven, Médico caritativo de mi alma. Ven, Jesús, el más fiel, el más tierno, el más dulce y más amable de todos los amigos, Ven a mi corazón.”