Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre

+Santo Evangelio

Evangelio según San Lucas 21,1-4. 

Levantando los ojos, Jesús vio a unos ricos que ponían sus ofrendas en el tesoro del Templo. 

Vio también a una viuda de condición muy humilde, que ponía dos pequeñas monedas de cobre, y dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha dado más que nadie. 

Porque todos los demás dieron como ofrenda algo de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que tenía para vivir.» 

+Meditación

Papa Francisco:

“Pero los pobres –y este es el tercer punto– no sólo son personas a las que les podemos dar algo. También ellos tienen algo que ofrecernos, que enseñarnos. ¡Tenemos tanto que aprender de la sabiduría de los pobres!

Un santo del siglo XVIII, Benito José Labre, que dormía en las calles de Roma y vivía de las limosnas de la gente, se convirtió en consejero espiritual de muchas personas, entre las que figuraban nobles y prelados. En cierto sentido, los pobres son para nosotros como maestros. Nos enseñan que una persona no es valiosa por lo que posee, por lo que tiene en su cuenta en el banco. Un pobre, una persona que no tiene bienes materiales, mantiene siempre su dignidad. Los pobres pueden enseñarnos mucho, también sobre la humildad y la confianza en Dios. En la parábola del fariseo y el publicano, Jesús presenta a este último como modelo porque es humilde y se considera pecador. También la viuda que echa dos pequeñas monedas en el tesoro del templo es un ejemplo de la generosidad de quien, aun teniendo poco o nada, da todo»” (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada mundial de la juventud, enero 2014).

Benedicto XVI: 

“El gesto que realiza la viuda colocando en el cepillo del Templo las últimas monedas que le quedaban es un gesto que, gracias a la mirada atenta de Jesús, expresa la característica fundamental de quienes son «piedras vivas» de este nuevo Templo, expresa la donación completa de sí al Señor y al prójimo. Este es el significado perenne de la ofrenda de la viuda pobre, que Jesús exalta porque – dice – ha dado más que los ricos, que dan de lo que les sobra, mientras que ella ha dado todo lo que tenía para vivir (cfr. Mc 12,44).

«A partir de este icono evangélico, deseo meditar brevemente sobre el misterio de la Iglesia, y de esta manera rendir homenaje a la memoria del gran papa Pablo VI, que consagró a ella toda su vida. La Iglesia es un organismo espiritual concreto que prolonga en el espacio y en el tiempo la oblación del Hijo de Dios, un sacrificio aparentemente insignificante respecto a las dimensiones del mundo y de la historia, pero decisivo a los ojos de Dios».

Y aludiendo a la Carta a los Hebreos en la que se narra que a Dios le bastó el sacrificio de Jesús, ofrecido «una sola vez», para salvar al mundo entero Benedicto XVI ha subrayado que «la Iglesia, que incesantemente nace de la Eucaristía, es la continuación de este don, de esta sobreabundancia que se expresa en la pobreza, del todo que se ofrece en el fragmento. Es el Cuerpo de Cristo que se dona enteramente, Cuerpo partido y compartido, en constante adhesión a la voluntad de su Cabeza».

«Es esta la Iglesia que el siervo de Dios Pablo VI amó con amor apasionado y ha procurado con todas sus fuerzas hacer comprender y amar. Releamos su Pensamiento en la muerte, allá donde, en la parte conclusiva, habla de la Iglesia. «Pudiera decir – escribe – que siempre la he amado… y que por ella, no por otra cosa, me parece haber vivido. Pero quisiera que la Iglesia lo supiera». «Quisiera finalmente comprenderla toda, en su historia, en su designio divino, en su destino final, en su compleja, total y unitaria composición, en su humana e imperfecta consistencia, en sus desgracias y sufrimientos, en las debilidades y las miserias de tantos de sus hijos, en sus aspectos menos simpáticos, y en el esfuerzo perenne de fidelidad, de amor, de perfección y de caridad. Cuerpo Místico de Cristo. Quisiera abrazarla, saludarla, amarla, en cada ser que la compone, en cada Obispo y sacerdote que la asiste y la guía, en cada alma que la vive y la ilustra; bendecirla”.”

+Comunión Espiritual

  Dices: «Venid a mí todos los que tenéis trabajos y estáis cargados, que yo os recrearé» (Mt 11,28). ¡Oh dulce y amable palabra en los oídos del pecador! ¡Que tú, Señor Dios mío, convidas al pobre y al mendigo a la comunión de tu santísimo cuerpo!  Mas, ¿quién soy yo, Señor, para que presuma llegar a ti? Veo que no cabes en los cielos de los cielos, y tú dices: «¡Venid a mí todos!”.  ¿Qué quiere decir esta tan piadosísima dignación y este tan amistoso convite? ¿Cómo osaré llegarme yo que no reconozco en mí cosa buena en que pueda confiar? ¿Cómo te hospedaré en mi casa yo, que tantas veces ofendí tu benignísima presencia? Los ángeles y arcángeles tiemblan; los santos y justos temen, y tú dices: «!Venid a mí todos!”. Si tú, Señor, no dijeses esto, ¿quién lo creería?  Y si tú no lo mandases, ¿quién osaría llegarse a ti?” (Imitación de Cristo, IV)