Ver a cuatrocientas personas tiradas unas encima de otras en una fosa común es algo que supera la resistencia humana, somos inhumanidad.


Padre Livio, Radio María Italia


Queridos amigos,

estos días nos han bombardeado con imágenes sombrías de cadáveres apilados en fosas comunes. Obviamente me despertó un sentimiento de profunda indignación pero también de consternación.

Ver a cuatrocientas personas tiradas unas encima de otras en una fosa común es algo que supera la resistencia humana, somos inhumanidad.
Supongamos que fuera una fosa llena de cadáveres de perros o gatos, ¿cómo reaccionaríamos? Podemos soportar la idea de cuerpos humanos arrojados unos encima de otros, algunos atados, otros con marcas de tortura. Una vez más debemos estar de acuerdo con Nuestra Señora quien, en los últimos dos años (incluyendo antes de que comenzara la guerra), ha dicho varias veces que Satanás quiere el odio y la guerra. También dijo que hay guerra en el mundo porque hay en los corazones.

El odio es la verdadera bomba atómica que amenaza con desintegrar el mundo. Estas imágenes corren el riesgo de ser como gasolina al fuego, nutriendo sentimientos de odio.

Debemos reflexionar y preguntarnos: ¿qué hombres somos?

El Santo Padre dice que el espíritu de Caín se está apoderando del mundo. Es el veneno de la serpiente antigua que odia en Dios ya la Creación y trata de llenar los corazones de odio y miedo. El miedo también puede llevar a reacciones de autodefensa desmotivadas que van más allá del sentido común.

Ante estas imágenes, ¿qué debemos pensar? En primer lugar, no es sin razón que Dios nos ha permitido en estos dos años y medio ver que somos mortales. Debemos reflexionar sobre la muerte, que es un castigo y no un hecho natural. Habíamos recibido de Dios el don de la inmortalidad y por tanto la muerte es consecuencia del pecado original, es separación de Dios, que es vida. Precisamente porque hemos optado por renunciar a Dios y por tanto a sus dones, entre ellos la inmortalidad y la sabiduría, lo hemos perdido todo y nos hemos hecho mortales. El pensamiento de la muerte debe acompañarnos durante el curso de la vida para que permanezcamos en la humildad.

El pensamiento de la muerte, pues, debe ser iluminado por la fe porque, como nos enseña el camino pascual, estamos llamados a recorrer con el Señor el camino de la Cruz, hasta la cumbre del Calvario donde vemos la muerte de los justos, or la muerte de Cristo que perdona. Jesús apaga la llama del odio con su perdón y con un acto de amor ofrece su vida al Padre para que los hombres tengan vida eterna. Cristo Resucitado es pues la mirada con la que mirar esta presencia de muerte, primero con las imágenes de los ataúdes en el tiempo del encierro (y con todo el dolor causado por la pandemia) y ahora con estas terribles imágenes.

Si bien el pensamiento de la muerte nos acompaña desde hace tiempo con hechos que han cuestionado todas nuestras certizas (terrenales), no sé en qué medida nos hizo reflexionar, nos incitó a evaluar el escenario de nuestra vida, nos hizo redescubrir el mensaje de la inmortalidad del alma, de la vida eterna y de la resurrección de la carne. Hemos tenido esta experiencia que en muchos aspectos es triste porque ante nuestros ojos han pasado imágenes de muerte, pero me pregunto si hemos sabido leer nuestra muerte a la luz del corazón del ungir cristiano, que es la inmortalidad del alma, la resurrección de Cristo, la vida eterna
Quien sostiene fe mira a estos muertos y se pregunta cuál será el destino de estas almas. Muchas de estas personas aparecieron repentinamente como consecuencia de la explosión de una bomba, aparecieron en situaciones de tal violencia que hubiera sido difícil perdonar a quienes los torturaban.

La gran tribulación acaba de comenzar y tendrá un glorioso desenlace, por tanto debemos preocuparnos por el destino de nuestras almas. Este es el tiempo en que Dios cambia el mundo y lo hace a través del sufrimiento ya través de la oración. Tendremos entonces un tiempo de paz pero en este paso the Christian fe must be estar viva y militante, we look the future but sin miedo. Al mismo tiempo debemos mirar a la muerte sin miedo, en nuestro corazón está la luz de la resurrección, de la vida eterna, del Paraíso. Planteamos nuestro camino cotidiano como una serie de etapas hacia la eternidad, viviendo como brotes verdes unidos a la vid que es Cristo Resucitado, redescubriendo la importancia de la Eucaristía que es la «medicina» de la inmortalidad.

Ante este pasaje de la historia en el que tenemos ante los ojos la muerte, debemos saber mirarlo a la luz de la fe Christian. ¡En la fe Christian, la muerte ha sido vencida!

«Yo soy el pan vivo, el que ha bajado del cielo. Si alguno viene de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo” (Jn 6,51)

De: «La lectura cristiana de noticias e historia» Padre Livio, Radio María Italia