El arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo Pelegrina, denunció la situación que padecen millones de cristianos en todo el mundo por culpa de la intolerancia religiosa, llegando a producirse “un verdadero holocausto del que nadie habla”. 

      En el curso de su intervención durante la sesión inaugural de las quintas jornadas Católicos y Vida pública, que se celebraron del 17 al 19 de febrero, en el campus CEU de Bormujos (Sevilla), monseñor Asenjo recordó que “cada cinco minutos se asesina a un cristiano en el mundo por razón de su fe, cada año 105.000 cristianos son condenados al martirio en el mundo”. 

     El arzobispo sevillano subrayó también que “la situación de los cristianos empeoró especialmente en aquellas regiones donde el fundamentalismo islámico ganó influencia”, y se apoyó en un informe de la organización alemana Open Doors para afirmar que “las transformaciones que se están dando en el norte de África, la llamada primavera árabe, no representa una esperanza en ese sentido, sino todo lo contrario”. 

Mirando hacia Europa y, concretamente a España, el prelado hispalense afirmó que, si bien no asistimos a las situaciones descritas en otros países, “se dan limitaciones de la libertad religiosa más sibilinas”. Citó entre ellas la retirada de signos religiosos en escuelas, hospitales y lugares públicos, “una contradicción en una sociedad que quiere ser más abierta, plural y tolerante, pero la tolerancia –añadió- no se construye sobre la previa aniquilación de los signos de la fe, sino sobre su respetuosa aceptación como expresión de las creencias y de la fe religiosa que dio vida y sentido a la historia de nuestras comunidades y nuestro pueblo”. 

     Se refirió igualmente a la “conculcación de la libertad religiosa” que supone la asignatura Educación para la Ciudadanía, o la reciente decisión del Gobierno vasco de prohibir la emisión de unos spots publicitarios en la televisión autonómica en los que se anima a los padres a anotar a sus hijos en la clase de Religión. 

     En su opinión, esta situación tiene unas raíces históricas que se resumen en un “odio al cristianismo y a la Iglesia”, más allá de “pretextos posibles y más o menos inverosímiles” que los historiadores han aducido para justificar estas conductas. 

     Monseñor Asenjo concluyó afirmando que “fuera del cristianismo ninguna otra forma religiosa fue perseguida con la saña y el encono con que fue perseguido el cristianismo a lo largo de veinte siglos en todas las latitudes geográficas”.

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