Está al lado del Señor, rebajándose uno mismo para portar la gratuidad de Cristo a los demás.

“En la vida todo el mundo quiere encontrar su lugar. ¿Pero cuál es realmente el lugar correcto?… Un lugar que puede parecer muy bueno, puede llegar a ser un muy mal lugar… También en los discursos que se celebraron durante la última cena, los discípulos discutieron sobre los mejores puestos. Mientras que Jesús en cambio, se presenta como el que sirve. Él, nacido en el granero y ‘muerto’ en la Cruz, nos dice que el puesto correcto está cerca de Él”.

“La humildad de la liturgia cristiana, que es inmensamente grande, porque se une a las filas de los Ángeles y los Santos en la fiesta y la alegría de Dios. Y la sangre de Cristo, quien está en el centro de la Eucaristía, significa entrar en el esplendor del encuentro gozoso de Dios: ésta sangre es su amor, es el Monte de Dios y nos abre a la gloria de Dios”. Los últimos serán los primeros, y esta es la máxima del rebajarse y humillarse para servir a los demás. Los Evangelios recuerdan que quien se exalta será humillado, y quien se humilla será exaltado.

“Quien en este mundo está en esta historia, y quizá sea empujado a llegar a los primeros puestos, debe saber que está en peligro, debe mirar todavía más al Señor, adaptarse a él, adaptarse a la responsabilidad del otro, debe convertirse en aquél que sirve, aquél que en la realidad está sentado a los pies de los demás, y así bendice y a la vez resulta bendecido”. “Por tanto, sea cual sea el puesto que la historia nos quiere asignar, lo determinante es la responsabilidad ante Él, ante el amor, la justicia y la verdad”.

“Cristo, el Hijo de Dios, desciende para servirnos y ésta es su esencia, que consiste en replegar hacia nosotros: el amor, el sí a los sufrimientos, la elevación de la humillación”. “Estamos en el camino de Cristo, en el camino correcto si en Su lugar, y como él, nos convertimos en personas que ‘descienden’ para entrar en la verdadera grandeza, la grandeza de Dios que es la grandeza del amor”. “La Cruz, en la historia, es el último lugar”, y el “crucifijo no tiene cabida”, “es un don nadie”, sin embargo, Juan en el Evangelio ve “esta extrema humillación”, como “la verdadera exaltación”. “De esta manera, Jesús se hace grande; sí, está a la altura de Dios porque la altura de la Cruz es la altura del amor de Dios, la altura de la entrega de sí mismo y la dedicación a los demás. Así, este es el lugar para ser divino, y queremos orar a Dios que nos de el don de entender esto más y aceptar con humildad, cada uno en su manera, este misterio de la exaltación y la humillación”.

La gratuidad de recibir el amor de Dios debe seguir un proceso. “Jesús, insta a invitar a prescindir de las ventajas, es decir, invitar a los mancos, a los paralíticos, los pobres, porque Él lo hizo por invitarnos a participar en la mesa de Dios, y mostrarnos de este modo lo que es la gratuidad”. En este sentido, las mejores cosas en la vida, es decir, “el amor, la amistad, la bondad, el perdón, no la podemos pagar, son gratis, del mismo modo que Dios se nos da gratuitamente”. “De esta manera, en la lucha por la justicia en el mundo, no debemos olvidar la benevolencia de Dios, la constante del dar y recibir, y debemos construir sobre el hecho de que el Señor nos da, que hay gente buena que nos regala gratis su bondad, que nos apoyan de forma gratuita, nos aman y son buenos con nosotros gratis; y luego, a su vez, donar esta gratuidad con el fin de acercar así el mundo a Dios, para parecernos más a él, y abrirnos a él”.

(Papa Emérito Benedicto XVI, 31 de agosto 2013, por la mañana, durante de la Misa  para el Ratzinger Schulerkreis. La Homilía fue publicada una vez que el Papa Emérito comenzó su vida de silencio y oración.)

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