No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Comentario de San Agustín


«Vino María Magdalena anunciando a los discípulos”.


¿Qué quiere significar el que uno se sentó a la cabeza y otro a los pies?

¿Acaso porque los que son llamados ángeles en griego, son en latín nuncios? Son los que dan testimonio de que el Evangelio será predicado desde la cabeza hasta los pies, esto es, desde el principio hasta el fin.

Pero ella, creyendo que los ángeles le preguntaban por saber, reveló la causa de sus lágrimas, diciéndoles: «Porque quitaron a mi Señor». Llama su Señor al cuerpo inanimado, designando la parte por el todo, a la manera que todos confesamos a nuestro Señor Jesucristo Hijo de Dios sepultado, siendo así que tan sólo fue sepultada su carne. Sigue: «Y no sé dónde le pusieron». Y ésta era la causa de su mayor pena, porque no sabía a dónde ir a consolar su dolor.

Pero había llegado ya la hora de que lo que habían anunciado los ángeles indirectamente, diciendo que no llorase, se convirtiese en alegría, y por eso sigue: «Y habiendo dicho esto, volvió la cabeza atrás”.

Vuelta ella primero corporalmente, le tomó por lo que no era; ahora, vuelta en su corazón, conoció quién era. Pero nadie calumnie a esta mujer, porque llamó Señor al hortelano y a Jesús Maestro; porque primero honraba al hombre a quien pedía favor, y después reverenciaba al doctor, de quien aprendía las cosas humanas y divinas. Ya había dicho de otro modo: «Quitaron a mi Señor»; y también de este modo: «Si tú le has tomado».

Si estando en tierra no se deja tocar, sentado en el cielo, ¿cómo le tocará el hombre? Ciertamente que, antes de su ascensión, se ofreció a sus discípulos para que le tocasen, diciendo: «Palpad, y ved que el espíritu no tiene carne y hueso» (Lc 24,39); como dice San Lucas. Sería absurdo suponer que quiso ser tocado por sus discípulos antes de subir al Padre y no lo consintió a las mujeres sino después de haber ascendido al Padre. Pero se lee que también las mujeres, entre las que se encontraba la misma María Magdalena, tocaron a Jesús después de su resurrección y antes de que subiera al cielo. Cuenta San Mateo que Jesús les salió al encuentro, diciendo: «Os saludo», y ellas, entonces, acercándose, abrazaron sus pies. O esto está dicho figurando María Magdalena a la Iglesia de los gentiles, que no creyó en Cristo sino después de la ascensión al Padre; o quiso Jesús significar espiritualmente que no podía ser tocado sin que ella creyera que El y el Padre son uno mismo. En efecto, El ascendió en cierta manera al Padre por sus sentidos íntimos, hasta reconocerse su identidad con el Padre. ¿Cómo no había de ser todavía carnal la fe de esta mujer en Aquel que lloraba como hombre?

El tacto es la última prueba del conocimiento, y por eso no quiso el Señor que ella quedara solamente en la creencia de lo que pensaba y veía.

No dice nuestro Padre, sino «mi Padre y vuestro Padre»: mi Padre de un modo, vuestro Padre de otro; mío por naturaleza, vuestro por la gracia. Ni tampoco dijo nuestro Dios, sino mi Dios en cuanto a la humanidad, y vuestro Dios; entre El y vosotros yo soy vuestro mediador.

Entonces ella salió del sepulcro, esto es, de aquella parte del jardín en donde estaba abierto el sepulcro y con ella las que, según San Marcos, estaban poseídas de temor, sin decir palabra a nadie. Por eso dice: «Vino María Magdalena anunciando a los discípulos”.

 

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