Hoy, domingo 23 de octubre, Día Mundial de las Misiones, el papa Benedicto XVI proclamará santa a la monja española Bonifacia Rodríguez de Castro, fundadora las Siervas de San José, que había sido beatificada por Juan Pablo II en Roma el 9 de noviembre de 2003. La Madre Bonifacia, como se la conoce, falleció en Zamora en 1905.

La ceremonia de canonización tendrá lugar en Roma junto con la de otros dos beatos italianos: Luis Guanella, fundador de la congregación de los Siervos de la Caridad y de las Hijas de Santa María de la Providencia, dos congregaciones que trabajan con marginados, y Guido Maria Conforti, fundador de los Misioneros Javerianos.

La beata Madre Bonifacia nació en Salamanca (España) el 6 de junio de 1837 en el seno de una familia artesana. Sus padres, Juan y María Natalia, eran profundamente cristianos, siendo su principal preocupación la educación en la fe de sus seis hijos, de los cuales Bonifacia era la mayor. Su primera escuela fue el hogar de sus padres, donde Juan, sastre, tenía instalado su taller de costura, por lo que Bonifacia lo primero que ve al nacer es un taller.

Terminados los estudios primarios, aprende el oficio de cordonera, con el que comienza a ganarse la vida por cuenta ajena a los quince años, a la muerte de su padre, para ayudar a su madre a sacar adelante la familia. La necesidad de trabajar para vivir configura desde muy pronto su recia personalidad, experimentando en carne propia las duras condiciones de la mujer trabajadora de la época: horario agotador y exiguo jornal.

Pasadas las primeras estrecheces económicas, monta su propio taller de “cordonería, pasamanería y demás labores”, en el que trabaja con el mayor recogimiento posible e imita la vida oculta de la Familia de Nazaret. Tenía gran devoción a María Inmaculada y a san José, devociones de suma actualidad después de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción en 1854 y de la declaración de san José como patrono de la Iglesia universal en 1870.

Un grupo de chicas de Salamanca, amigas suyas, atraídas por su testimonio de vida, comienzan a acudir a su casa-taller los domingos y festivos por la tarde para verse libres de las peligrosas diversiones de la época. Buscaban en Bonifacia una amiga que las ayudara. Juntas deciden formar la Asociación de la Inmaculada y san José, llamada después Asociación Josefina. Adquiere así el taller de Bonifacia una clara proyección apostólica y social de prevención de la mujer trabajadora.

Este taller fue la semilla de la futura Congregación de Siervas de San José, fundada con el jesuita catalán Francisco Javier Butinyà i Hospital y otras seis chicas de la Asociación Josefina, el 10 de enero de 1874.

Se trataba de un novedoso proyecto de vida religiosa femenina, inserta en el mundo del trabajo a la luz de la contemplación de la Sagrada Familia, recreando en las casas de la Congregación el Taller de Nazaret. En este taller las Siervas de san José ofrecían trabajo a las mujeres pobres que carecían de él, evitando así los peligros que en aquella época suponía para ellas salir a trabajar fuera de casa.

En la homilía de la beatificación, el beato Juan Pablo II decía: “Cuando su vida se apaga, Bonifacia Rodríguez deja como herencia a toda la Iglesia el testimonio de su fiel seguimiento de Jesús en el misterio de su vida oculta en Nazaret; una vida transparentemente evangélica, y un camino de espiritualidad, centrado en la santificación del trabajo hermanado con la oración en la sencillez de la vida cotidiana”.

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