(VIS).-El Papa recibió esta mañana en Castelgandolfo a los participantes en el Congreso Internacional «La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia», que se celebra en Roma del 14 al 18 de septiembre, por iniciativa del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos y la Federación Bíblica Católica (FBC). El motivo del congreso es conmemorar el 40 aniversario de la promulgación de la Constitución dogmática sobre la Revelación Divina «Dei Verbum» del Concilio Vaticano II. El Santo Padre dio las gracias de modo especial a la FBC «por su actividad y por la pastoral bíblica que promueve, por la adhesión fiel a las indicaciones del Magisterio y por el espíritu abierto a la colaboración ecuménica en campo bíblico». Asimismo, manifestó su «profunda alegría» por la presencia en el congreso de delegados fraternos de las Iglesias y Comunidades eclesiales de Oriente y de Occidente y de representantes de las grandes religiones del mundo. Tras recordar que participó personalmente en la elaboración de la «Dei Verbum» cuando era un joven teólogo, Benedicto XVI afirmó que «la Iglesia no vive de sí misma sino del Evangelio y se orienta siempre y constantemente en él. Es algo que cada cristiano debe tener en cuenta y aplicarlo a sí mismo: solo quien escucha la Palabra puede llegar a ser anunciador». «Iglesia y Palabra de Dios -continuó- están unidas inseparablemente. La Iglesia vive de la Palabra de Dios y la Palabra de Dios resuena en la Iglesia, en su enseñanza y en toda su vida». El Papa dio gracias a Dios porque «en estos últimos tiempos, también por el impulso dado por la Constitución dogmática «Dei Verbum», se ha valorado más la importancia fundamental de la Palabra de Dios. Como consecuencia ha habido una renovación en la vida de la Iglesia, sobre todo en la predicación, en la catequesis, en la teología, en la espiritualidad y en el mismo camino ecuménico. La Iglesia debe renovarse y rejuvenecer siempre y la Palabra de Dios, que no envejece nunca ni se agota, es un medio privilegiado para este fin». Benedicto XVI terminó recomendando en este sentido «la antigua tradición de la «Lectio divina»: la lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración, posibilita aquel íntimo coloquio en el que, leyendo se escucha a Dios que habla, y rezando, se le responde con una confiada apertura del corazón. Si se promueve esta praxis con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia. Como punto firme de la pastoral bíblica, la «Lectio divina» tiene que ser ulteriormente impulsada, incluso mediante nuevos métodos, atentamente ponderados, acordes con los tiempos».

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