Por Socorro Gonzáles en Faro de Vigo

Últimamente parece que no hay forma de aclararse, ya que los únicos límites que se marcan son cuestiones personales y de conciencia. Pero el caso es que la ética es un asunto racional y en las discusiones la aspiración principal debería ser descubrir la verdad; o sea, en ocasiones, habría que criticar y revisar algunas leyes y acuerdos, porque son injustas. Mientras todos conocemos la ley natural que nos marca el camino para armonizar paz y justicia, y disentir cuando esa armonía se quebranta, ya que no puede haber paz al precio de la injusticia, y tampoco se puede, por la justicia generar conflictos sociales innecesarios.
La conciencia humana nos señala un límite en el que se expresa la dignidad humana, su carácter de fin en sí mismo. Pero no alude a caprichos subjetivos e irracionales, sino que se refiere a conclusiones que cada uno extrae de principios morales irrenunciables. De ahí que hablar de aborto y eutanasia como de derechos sea antinatural, ya que sería consagrar el dominio de los fuertes sobre los débiles, cosa extraña, ya que el derecho y las leyes tienen que estar para lo contrario: proteger a los débiles de la arbitrariedad de los fuertes.

Esto es claro en el aborto, donde el feto es el débil, el que necesita protección jurídica; e igual sucede con la eutanasia, que pone a los ancianos, enfermos y disminuidos en situación de pensar que son una carga para los demás, cuando en este caso los fuertes son los jóvenes y los sanos.
La ley natural es más clara y explícita que las leyes que promueven los gobiernos, tal vez porque está grabada a fuego en el corazón humano y su promotor es más sabio que los que nos legislan.

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