L’Osservatore Romano dedica un editorial titulado “La Virgen y las banderas” donde reflexiona sobre los ecos que produjo la multitudinaria misa, celebrada por el Santo Padre, el 12 de diciembre, fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe..

     “No es usual –comienza la nota- la presencia de banderas nacionales en la basílica vaticana, como aconteció durante la celebración papal por el bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos. Por lo tanto una circunstancia singular, que confirma su enraizamiento secular en aquella inmensa parte del mundo donde hoy vive casi la mitad de los fieles en comunión con la sede romana”.

     Destacando las palabras que pronunció el cardenal Marc Ouellet en su saludo al Papa: “la Iglesia de Dios que está en América Latina se siente particularmente amparada y presente en el centro de la catolicidad, construida sobre la roca sólida de Pedro” la nota de L’Osservatore subrayó el caluroso aplauso que siguió al anuncio de Benedicto XVI de su próximo viaje a México y a Cuba antes de Pascua.

“Se subraya así –expresa el diario vaticano- otra realidad evidente, pero que muchos ignoran por desatención o, a veces, por mala fe: la Iglesia no es eurocéntrica y la mirada del papa Benedicto XVI recalca cada vez más su dimensión universal y capacidad de arraigar en cada cultura. Precisamente éste es el efecto más profundo y duradero de la evangelización de América, "más allá de los aspectos históricos, sociales y políticos de los hechos", como puntualizó el Papa”.

     Y continúa el editorial: “Tal es el significado del viraje, tan inteligente como valiente, que llevó a la Santa Sede al reconocimiento más bien rápido, ya durante los pontificados de León XII y de Pío VIII, de las realidades nacionales constituidas en América meridional. Allí, algún año antes, entre 1823 y 1825, había viajado —durante una larga misión que llegó hasta Chile— el joven Mastai Ferreti quien, hecho Papa en 1846 con el nombre de Pío IX, resultó ser el primer sucesor de Pedro que había puesto un pie en el nuevo mundo”.

     “La historia contemporánea de la Iglesia católica —desde el primer concilio plenario celebrado en 1899 en Roma a las grandes asambleas de los episcopados latinoamericanos que se sucedieron a partir de 1955— debe mucho al continente que, con razón, fue definido "de la esperanza".

     “Visitado en 1968 por Pablo VI, varias veces por Juan Pablo II y ahora por su sucesor. Quien en la celebración por el bicentenario, colorida por las banderas, dio gracias sobre todo por el don de la fe en Cristo, fruto de la Virgen, venerada en América como la Morenita del Tepeyac. Y ante su imagen los católicos han vuelto a rogar al Señor de la historia, fundamento de la dignidad de todo ser humano, para que les sostenga en el camino fatigoso y apasionante de la vida”, concluye la nota.

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