San Ambrosio explica quienes son los lobos.

 

Son contrarios entre sí estos animales, por lo que son devorados unos por otros, esto es, los corderos por los lobos. Pero el buen Pastor no quiere que su rebaño tema a los lobos. Por tanto, estos discípulos no fueron enviados como presa, sino a extender la gracia; pues la solicitud del buen Pastor hace que los lobos nada puedan emprender contra los corderos. Luego envía a los corderos entre los lobos para que se realizara aquella profecía: «Entonces los lobos y los corderos se apacentarán juntos» ( Is 65,25).

O los herejes se deben comparar a los lobos, pues los lobos son fieras que acechan los rediles y merodean cerca de las casas de los pastores. No se atreven a penetrar en ellas, pero exploran el sueño de los perros y aprovechan la ausencia o la torpeza de los pastores para acometer a la garganta de las ovejas y ahogarlas inmediatamente. Son fieros, rapaces, rígidos de cuerpo por naturaleza, de modo que no pueden retornar fácilmente. Son llevados por cierto ímpetu propio y por eso se les burla muchas veces. Si ven antes a algún hombre, el instinto natural los lleva a ahogar su voz; pero si el hombre los ve a ellos antes, temen ser rechazados. Así los herejes asedian los rediles de Jesucristo. Aúllan junto a las casas de noche, porque es siempre de noche para los pérfidos, que oscurecen la luz de Cristo con las nubes de sus falsas interpretaciones. Sin embargo, no se atreven a penetrar en los rediles de Cristo y por ello no son sanados como aquel que fue curado en el establo, cuando cayó en manos de los ladrones. Acechan en ausencia de los pastores, porque estando ellos presentes, no se atreven a acometer a las ovejas de Cristo. Son duros y rígidos por su mala intención, y no acostumbran dejar sus propios errores, a quienes Cristo, verdadero intérprete de la Sagrada Escritura, burla, para que en vano derramen sus ímpetus y no puedan dañar. Si previenen a alguno con los artificios de su disputa, lo hacen enmudecer; pues mudo es el que no confiesa la palabra de Dios con la gloria que le es propia. Guárdate, pues, de que el hereje te quite la voz, si no le sorprendes primero, porque serpea mientras su perfidia está oculta. Mas si conoces las ficciones de su impiedad, no tendrás que temer la pérdida de la voz piadosa. Invaden la garganta y hieren los órganos vitales mientras atentan contra el alma. Si oyes también que alguno se dice sacerdote y conoces su rapiñas, quede claro que es oveja en el exterior y lobo por dentro, que desea satisfacer su rabia con crueldad insaciable de matanza humana.

El Señor nos quiere desprender de todo lo terreno; por esto mandó a Moisés que se descalzase, cuando había de enviarle a libertar a su pueblo ( Ex 3). Mas si alguno desea saber por qué se mandó a los israelitas que comiesen el cordero de pie y con el calzado puesto, al salir de Egipto ( Ex 12), mientras que a los apóstoles se les manda ir a predicar el Evangelio sin calzado, ha de considerar que el que está en Egipto debe temer todavía la mordedura de la serpiente, porque el veneno abunda en Egipto; y el que celebra la Pascua figurativa puede ser herido, mientras que el ministro de la verdad no teme los venenos.