Antes de rezar el Angelus con los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, muchos de los cuales habían asistido a la misa donde otorgó el palio a 32 arzobispos metropolitanos, Benedicto XVI habló de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo apóstoles, y del ministerio petrino del obispo de Roma. El Papa dijo a los romanos que se sentía cerca de ellos en la fiesta de sus santos patronos. «La Providencia divina me ha llamado a ser vuestro pastor -dijo-: os doy las gracias por el afecto con que me habéis acogido y os pido que recéis para que los santos Pedro y Pablo me concedan la gracia de cumplir con fidelidad el ministerio pastoral que se me ha confiado. Como obispo de Roma, el Papa desarrolla un servicio único e indispensable a la Iglesia universal: es el principio y el fundamento perpetuo y visible de la unidad de los obispos y de todos los fieles».

Refiriéndose a continuación a la misa que acababa de celebrar y a la entrega de los palios, «signo litúrgico de la comunión que une la Sede de Pedro y su sucesor con los metropolitanos, y a través de ellos, con los obispos de todo el mundo», el Santo Padre recordó la presencia en la ceremonia de hoy de una delegación del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, a los que saludó cordialmente. «¿Cómo no recordar hoy -dijo- que el primado de la Iglesia que está en Roma y de su obispo es un primado de servicio a la comunión católica? A partir del doble evento del martirio de Pedro y Pablo, todas las Iglesias comenzaron a mirar a la de Roma como punto de referencia central para su unidad doctrinal y pastoral «.

«¡Que la Virgen María -exclamó- nos conceda que el ministerio petrino del obispo de Roma no se vea como un obstáculo sino como un apoyo en el camino por la senda de la unidad!»

Después de rezar el Angelus y de saludar a los fieles en diversas lenguas, el Papa se desplazó a la Domus Sanctae Marthae, donde almorzó junto a varios miembros de la Curia romana, con la delegación del patriarcado ecuménico de Constantinopla.