Según la agencia Veritas, en relación a los casos donde la muerte se prevé inminente e inevitable, monseñor Martínez Sistach se remite a la encíclica Evangelium Vitae y afirma que se puede renunciar a tratamientos que procurarían sólo una prolongación precaria y penosa de la vida, sin interrumpir sin embargo los cuidados normales debidos al enfermo en casos semejantes. En la carta, el arzobispo hace referencia también a la relevancia cada vez mayor de las curas paliativas, destinadas a hacer más soportable el sufrimiento en la fase final de la enfermedad, y al mismo tiempo asegurar al enfermo un acompañamiento humano adecuado. Así mismo, considera monseñor Martínez Sistach que la fe es una ayuda valiosa en la enfermedad, pudiendo los enfermos transformar incluso la enfermedad en fuente de esperanza y resurrección. Refiriéndose a la tentación de utilizar la eutanasia, el arzobispo recuerda de nuevo la encíclica Evangelium Vitae donde se afirma que «la eutanasia es una grave violación de la ley de Dios, en tanto que eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana» y añade que «esta práctica comporta, según las circunstancias, la malicia propia del suicidio o del homicidio». Finaliza su misiva monseñor Martínez Sistach diciendo que «teniendo en cuenta el valor de la vida humana, la eutanasia no se puede considerar como un progreso, sino como una degradación que abre las puertas a muchas otras consecuencias gravísimas» y se hace eco de la opinión de los expertos en curas paliativas, que afirman que sería un verdadero progreso que hubiera suficientes unidades de esta especialidad a fin de que los beneficios de las citadas curas pudieran llegar a toda la población.