Si alguien debe sufrir porque es cristiano, que no se avergüence, sino que glorifique a Dios porque puede llevar este nombre”. 

La vida de muchos católicos a lo largo de la historia ha sido un ejemplo no sólo para nosotros, como católicos, sino para el mundo en general. Tenemos claramente ejemplos de muchas personas a lo largo de la historia, personas que han enseñado con su vida cual es el camino para poder estar cada día más cerca de Cristo.

A estos grandes seres humanos la Iglesia los reconoce y honra elevándolos al titulo de Santos. Podemos encontrar por esto que tenemos Santos para todos los días del año; pero a pesar de tener tantos Santos, existen muy pocos ejemplos dentro del mundo político, y este es en verdad un campo de la vida diaria del hombre en el cual es clara la necesidad de modelos creíbles que muestren el camino de la verdad en un momento histórico en el que se multiplican arduos desafíos y graves responsabilidades[1].

Es por esto que el Santo Padre Juan Pablo II nombró a Santo Tomás Moro como Patrono de los Gobernantes y Políticos. Tomás Moro se distinguió toda su vida por la fidelidad a las autoridades y a las instituciones legitimas, pero siempre respetando la inalienable dignidad de su conciencia. Nació en la ciudad de Londres el 7 de febrero de 1478, a los trece años se fue a trabajar de mensajero con el Obispo de Canterbury, Juan Morton, quien era el canciller del reino; éste, observando el gran carisma e inteligencia de Tomás, lo mando a estudiar a la Universidad de Oxford, donde estudió Leyes, y a los 22 años ya era un notable abogado y un brillante profesor; era además un gran lector y se interesaba por amplios sectores de la cultura, la literatura y la teología.

Le llegaron dudas acerca de cuál era la verdadera vocación para la cual Dios lo quería, y estuvo 4 años con los monjes cartujos, llevando un vida ascética; después de esto, ingresó en la tercera Orden de los Franciscanos donde permaneció por poco tiempo, pues se sintió llamado a la vida familiar y al compromiso laical. Se casó en 1505 con Jane Colt, de la cual tuvo cuatro hijos; ella falleció en 1511, y Tomás contrajo segundas nupcias con Alicia Middleton, viuda con una hija. Fue un padre cariñoso fiel y profundamente comprometido con la educación de sus hijos.

Su carrera de abogado lo llevó a la política, y el rey Enrique VII lo eligió para integrar el Parlamento. Escribió varios libros, pero sin lugar a dudas el más importante de ellos es el llamado “Utopía”, escrito en 1916, y que le valió que el Rey Enrique VIII se fijara nuevamente en él y lo ratificara en el parlamento; posteriormente, viendo su gran agudeza, integridad y erudición extraordinaria, el Rey lo nombró Representante de la Corona en Londres y después lo envió a varias misiones diplomáticas en Flandes y en el territorio actual de Francia; después fue miembro del Consejo de la Corona, Juez, Vicetesorero, Presidente de la Cámara de los Comunes en 1523 y finalmente, en 1529, el Rey lo nombró Lord Canciller, puesto que era lo máximo a lo que podía aspirar, además de que fue el primer laico en ocuparlo.

Se encontraba Tomás Moro en el culmen de su carrera, en una posición verdadera de privilegios, cuando en 1532, el Rey abandonó a su esposa para irse a vivir con su concubina Ana Bolena; dado que el Sumo Pontífice no aprobó el divorcio, el impúdico Rey Enrique VIII se declaro Jefe Máximo de la Iglesia en su País y declaró persecución contra todo aquel que no aceptara su divorcio ni a él como Pontífice Máximo de la Iglesia. Esto causó que Tomás Moro, siguiendo la firmeza de sus convicciones y de su conciencia, hiciera eso que aun en nuestros tiempos cuesta tanto: presentó su dimisión por aquello que no aceptaba, ni aceptaría.

La consecuencia fue que Tomas perdió casi todas sus partencias, sus títulos, su poder e inclusive a aquellos amigos que no lo eran realmente, pero lo que no perdió fue su dignidad y se mantuvo firme en sus convicciones, firmeza que deberían tener todos y cada uno de los políticos y gobernantes de la actualidad, pues si Tomás Moro se atrevía a hacer esto en un tiempo en que la represión era tanta, ¿por qué no se puede seguir su ejemplo y no permitir nada de lo que no estemos convencidos?

El Rey, considerando peligroso a Santo Tomás, lo encerró en la Torre de Londres en 1534 y allí estuvo durante 14 meses (17 de abril de 1534 al 6 de julio de 1535); fue sometido a diversas formas de presión psicológica para que aceptar y jurara obediencia al Rey, pero nunca cedió. Inclusive durante su estancia en la Torre escribió varios cientos de hojas que forman uno de los mas conmovedores testimonios de la fidelidad de un ser humano a su conciencia, a la verdad y a sus principios[2].

Como Tomás Moro no cedió fue condenado a muerte y en la madrugada de 1535 lo llevaron a su decapitación y ante toda la gente allí reunida dijo que moría como “buen servidor del Rey, pero primero de Dios”. Tras decir esto fue decapitado.

Fue beatificado por el Papa León XIII en 1886 y canonizado posteriormente por Pió XI en 1935; luego fue nombrado, como mencionamos, Patrono de los Gobernantes y Políticos por Juan Pablo II el 31 de octubre de 2002.

¡Qué gran ejemplo tenemos en Santo Tomás Moro, para que todos los gobernantes, políticos, abogados y administrativos puedan seguir fielmente su obligación, permaneciendo firmes ante las adversidades! Pues ya vimos en este gran ejemplo a un hombre que demostró con su vida y con su muerte que se debe seguir fielmente a la conciencia y a los principios, aunque parezca el camino más difícil; sin duda alguna es el mejor pues “dichosos los que sufren persecución por causa de la justicia, porque su premio será muy grande en el reino de los cielos” (Mt 5,11).

Notas:

1. Motu Proprio del Santo Padre Juan Pablo II declarando a Santo Tomás Moro Patrono de Gobernantes y Políticos.

2. Sobre los Escritos de Tomás Moro, véase ESTEBAN KRISKOVICH, Director del “Instituto Tomás Moro” de la Universidad Católica de la Asunción, Paraguay.

“Las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones”.

“Las tentaciones de la ambición y del deseo de poder son muy fuertes” en la vida política, que ocasionan situaciones en las que “el horizonte del servicio a los demás se entenebrece y sólo prevalece el interés personal o del grupo o partido”.

En una misa de celebración de Sto. Tomás Moro, patrono de los políticos, el cardenal Martínez Sistach recordó que la actitud del santo mártir: «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres». En consecuencia, prosiguió, «sirvió fielmente al bien común de su país, conservando siempre las exigencias de la verdad y de la justicia». Instó a los políticos a alimentar la vida con la Eucaristía y la oración, a poner en práctica la doctrina social de la Iglesia y a no abandonar ante las dificultades o persecuciones.

La misa estaba organizada por la Archidiócesis de Barcelona, conjuntamente con la institución Persona y Democracia-Joaquim Xicoy y se celebró en la basílica de la Virgen de la Merced.

“Queridos políticos, nadie puede negar que este compromiso político que habéis asumido tiene una gran dignidad moral, y si lo ejercéis como un acto de entrega personal al servicio de la sociedad os exige mucha generosidad y desinterés. Y eso ya sabéis que no siempre es fácil”, dijo el cardenal en su homilía durante la misa.



Las tentaciones del político


Se refirió a “las tentaciones de la ambición y del deseo de poder son muy fuertes” en la vida política, que ocasionan situaciones en las que “el horizonte del servicio a los demás se entenebrece y sólo prevalece el interés personal o del grupo o partido”. Pero animó a los políticos a no desalentarse, citando a Juan Pablo II:


“Las acusaciones de arribismo, de idolatría del poder, de egoísmo y corrupción que a menudo son dirigidas a los hombres de gobierno, del parlamento, de la clase dominante, del partido político, así como también la opinión tan extendida de que la política sea un lugar de necesario peligro moral, no justifican de ninguna manera ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa política”.

Es necesario, subrayó el cardenal Martínez Sistach, “revalorizar la política como actividad noble y necesaria para el bien común de la sociedad de la que todos formamos parte”. Se refirió a la encíclica «Dios es amor», en la que Benedicto XVI “ha puesto de relieve que ‘el orden justo de la sociedad y del Estado es tarea principal de la política’, y exhortó a los políticos presentes, “que os dedicáis como vocación a esta necesaria actividad social”, a encontrar “en la celebración de la fe y en la doctrina social de la Iglesia” la ayuda necesaria para realizarla “como un ejercicio del amor a los hermanos, especialmente a los más pobres y necesitados”.  Fortaleza y vida espiritual El arzobispo de Barcelona reconoció que “hoy llevar el nombre de cristiano no resulta demasiado fácil y es políticamente incorrecto”, teniendo en cuenta el “fuerte contexto cultural laicista”, y recordó las palabras de San Pedro: “Si alguien debe sufrir porque es cristiano, que no se avergüence, sino que glorifique a Dios porque puede llevar este nombre”. Para vivir con ese “coraje”, dijo, es necesario el “don de la fortaleza que el Espíritu Santo derrama en los corazones de los bautizados”, y alimentar “nuestra vida cristiana con la celebración de la Eucaristía y con la oración”, y poner en práctica “el amor fraterno a los hermanos”. Recordó las palabras de Santo Tomás Moro:


“Si me distraigo, la Eucaristía me ayuda a recogerme. Si se ofrecen cada día oportunidades para ofender a mi Dios, me fortalezco cada día para el combate con la recepción de la Eucaristía. Si necesito una luz especial y prudencia para ejercer mis pesadas obligaciones, me acerco a mi Señor y busco su consejo y su luz”.


El Cardenal se refirió a “la necesidad que siente el mundo político y administrativo de modelos creibles”, como dijo Juan Pablo II al proclamarlo patrono de los políticos y gobernantes, en un mundo en que los “fenómenos económicos muy innovadores están modificando las estructuras sociales”, haciendo necesarias “opciones políticas claras en favor de la familia, de la vida, los jóvenes, los ancianos y los marginados” y en el que “las conquistas científicas en el sector de las biotecnologías agudizan la exigencia de defender la vida humana en todas sus expresiones”. 

Prosiguió:

“En medio del clima de globalización en que vivimos. Y dado el fenómeno de la inmigración, que ha estado muy presente en nuestro país, debemos ser muy cuidadosos en mantener nuestra identidad que, como siempre ha pasado en nuestra milenaria historia de país de marca, no nos ha cerrado, sino que nos ha fortalecido para abrirnos a las otras etnias y culturas que han llegado a nuestra tierra, acogiendo e integrando a nuestra identidad lo que la enriquece y ofreciendo todo lo bueno que tenemos a los que vienen de fuera. Esto hoy nos es muy necesario para la debida integración de los hermanos inmigrantes que vienen a nuestro país, porque los necesitamos y lo necesitan».


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