Los orígenes históricos de la Visita ad Limina datan del siglo IV, aunque fue el Papa Sixto V en 1585 quien la institucionalizó y dispuso de modo más sistemático. En la actualidad, la Visita ad Limina se define y precisa en los cánones 399 y 400 del Código de Derecho Canónico. Según esta legislación de la Iglesia, los obispos diocesanos deben visitar las tumbas de los Apóstoles, encontrarse con el Sucesor de Pedro y presentar un informe o relación de sus respectivas diócesis cada cinco años, aproximadamente. El arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, junto a los obispos de las diócesis gallegas y las provincias eclesiásticas de Barcelona y Tarragona, comienzan hoy la Visita «Ad Limina» a Roma, que se prolongará hasta el 2 de marzo. La comunión con la Iglesia y con Cristo, su Cabeza, se manifiesta en la comunión con el Vicario de Cristo, que es el Papa, Obispo de Roma, quién es la voz específica del Espíritu Santo, por medio de sus gestos y expresiones Magisteriales. Por eso la importancia de esta visita. El significado de este viaje es hacer visible la unidad y la comunión de los sucesores de los Apóstoles con el sucesor de San Pedro y de las Iglesias locales con la Iglesia primada de Roma. Es una ocasión para la comunión eclesial, la colegialidad episcopal y la caridad fraterna entre los Obispos y el Papa.

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