Nunca debemos creernos indispensables. Dios tiene sus caminos y sus maneras… El puede permitir que todo marche al revés aun en manos de la hermana más bien dotada.

Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo. Hoy sigue amándolo de tal manera que se nos entrega a ti y a mi para que seamos su amor, su compasión, su presencia, su vida de oración y sacrificio, de total abandono en Él…

1.- Nadie mejor que María aprendió la lección de la humildad. Ella era la esclava del Señor y por haberse vaciado totalmente de sí misma, Dios la colmó de su gracia. “Llena de gracia” quiere decir llena de Dios. Una esclava se pone a disposición de alguien, en plena fidelidad y con total alegría y se siente perteneciente a ese alguien sin reserva de ninguna naturaleza. Es este precisamente uno de los objetivos que animan el espíritu de nuestra Congregación. Un completo abandono: estar a disposición incondicional de Dios, para que podamos ser empleadas por Él como bien le plazca, para ser sus esclavas, sintiendo que le pertenecemos por entero.

2.- Nunca debemos creernos indispensables. Dios tiene sus caminos y sus maneras… El puede permitir que todo marche al revés aun en manos de la hermana más bien dotada. Dios no mira más que su amor. Bien ustedes pueden trabajar hasta el agotamiento, incluso matarse trabajando pero si su trabajo no está tejido por el amor, resulta inútil. ¡Dios no tiene ninguna necesidad de sus obras!
3.- Si no se aman unos a otros, ¿cómo entonces, podrán amar a Jesucristo? ¿Cómo podrán los demás ver en ustedes a Jesús? He aquí el motivo por el cual, para poder ver a Jesús, se necesita un corazón puro. Amarse unos a otros. Esto es todo lo que Jesús vino a enseñarnos. Todo el Evangelio es muy sencillo. ¿Me aman? ¡Obedezcan mis mandamientos! Jesús da vueltas y vueltas al mismo tema para llegar a decir sólo una cosa; Aménse unos a otros. El quiere que todos seamos muy amorosos. Por eso, hemos de darnos con todo el corazón.
4.- Sean sinceros en sus relaciones mutuas y tengan el valor de aceptarse recíprocamente tal como son ustedes. No se escandalicen ni preocupen por las faltas y fallos del otro; procuren más bien descubrir aquello que hay de bueno en cada uno, pues todos nosotros hemos sido hechos a imagen de Dios. Muy bien dijo Jesús: “Yo soy la vid y ustedes los sarmientos”. Esforcémonos por ver y por aceptar a cada hermano o hermana como un sarmiento de Cristo, que es la vid. Aquella savia vital que corre por la vid a través de cada uno de los sarmientos es siempre la misma.
5.- Hemos sido llamados a amar al mundo. Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su propio Hijo. Hoy sigue amándolo de tal manera que se nos entrega a ti y a mi para que seamos su amor, su compasión, su presencia, su vida de oración y sacrificio, de total abandono en Él. Y particularmente, hermanos, la respuesta que Dios nos pide es que seamos contemplativos. En la práctica, cada cristiano, en particular, cada católico que vive una vida estrechamente unida a la Eucaristía, es un contemplativo.
6.- Tienen que ejercitarse en el sufrimiento, porque cuando fijen su mirada en la cruz verán que Él tiene inclinada la cabeza, porque quiere besarlos, y tiene los brazos abiertos porque quiere abarcarlos en un fuerte abrazo. Tiene su corazón destrozado para acogerlos. Cuando se sientan interiormente miserables fijen su mirada en la Cruz y comprenderán que Él se les acerca. El sufrimiento, el dolor, el disgusto, la humillación, la experiencia de desolación, no son más que un beso de Jesús, un signo claro de que están sumamente cerca de Él, que ha podido besarlos.
7.- Ustedes mantengan siempre vivo el amor por los más pobres de entre los pobres. Jamás se les ocurra ni siquiera pensar que sea una pérdida de tiempo el alimentar al hambriento, visitar y proporcionar los necesarios cuidados a los enfermos y agonizantes, abrir la puerta y acoger al marginado y rechazado, a quien no tiene casa. En esto se materializa nuestro amor por Cristo traducidos en acciones.
Madre Teresa de Calcuta


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