Cada vez que nos matan nos hacemos más numerosos

 


Eran usados como velas, antorchas o lámparas, para dar luz y así iluminar

de noche los coliseos romanos.


 

El mártir es testigo de Cristo no sólo con su confesión de fe, sino también con su vida y con su muerte, imitando así la obra y la muerte salvífica del Redentor. Es, por tanto, un testigo por excelencia. Los mártires prefieren dar su vida que renegar de la fe.

Los Santos Protomártires de la Santa Iglesia fueron torturados y muertos en tiempos del emperador Nerón a partir del 66 d.c, y del emperador Domiciano a partir del 93 d.c; a estos los vestían con pieles de animales domésticos y salvajes para luego ser despedazados por perros u otros animales salvajes. Siguiendo el ejemplo de su Salvador, los fijaban vivos a cruces. Después de azotarlos eran quemados y ahumados, poniendo antorchas y lámparas debajo de sus hombros y en otras partes blandas de sus cuerpos desnudos. También los quemaban con maderas encendidas y con leñas. Eran usados como velas, antorchas o lámparas, para dar luz y así iluminar de noche los coliseos romanos.

 

Los primeros mártires que murieron por serles fieles a Dios y por predicar el Evangelio:

-San Esteban, 34 d. c. Fue uno de los primeros diáconos y el primer mártir cristiano. Los Apóstoles eligieron a siete hombres para que se ocuparan del socorro de los miembros más pobres, de los siete, Esteban es el primer mencionado y el más conocido. Su muerte fue ocasionada por la fidelidad con la que predicó el Evangelio, los no creyentes lo echaron fuera de la ciudad, apedreándolo hasta matarlo.

-Santiago el Mayor, 44 d. C. Era hermano mayor de Juan y pariente de nuestro Señor. Tan pronto como Herodes Agripa fue designado gobernador de Judea y con el propósito de congraciarse con los judíos, convoco una intensa persecución contra los cristianos. Y fue decapitado.

-El apóstol Felipe, 54 d. C. Cristo lo llamó para ser su discípulo, y él lo siguió durante los tres años de su ministerio en la tierra. Finalmente fue a Frigia e hizo muchas señales en Hierápolis, y allí, los ebionitas, quienes negaban la divinidad de Cristo y adoraban ídolos, lo cogieron y ataron su cabeza a un pilar y lo apedrearon, de esta manera murió.

-Santiago el menor, 63 d. C. Fue nombrado por los apóstoles como el primer obispo de la iglesia en Jerusalén. Llego a convertir a muchos al cristianismo. Era llamado el Justo. Los jueces lo obligaron a negar a Jesús, el sumo sacerdote, los escribas y los fariseos lo plantaron sobre el pináculo del templo para que renunciara a Cristo, cuando estuvo de pie delante del pueblo, confesó que Jesucristo era el Mesías, los enemigos lo arrojaron de allí y lo apedrearon. No murió por la caída, ni por ser apedreado, sino que uno de los presentes, teniendo en la mano un garrote, lo golpeó en la cabeza hasta hacerlo morir.

-Marcos el evangelista, 64 d. c. Mientras Marcos predicaba sobre el sufrimiento y la muerte de Cristo a la iglesia de Alejandría, los sacerdotes paganos y la población entera se apoderó de él; con ganchos y cuerdas amarraron su cuerpo, lo sacaron de la congregación arrastrándolo por las calles hasta fuera de la ciudad. Mientras era arrastrado su carne se adhería a las piedras y su sangre salpicaba sobre el suelo, de esta manera entregó su espíritu en las manos del Señor.

 

Primera persecución a los cristianos bajo el emperador Nerón.

-Pablo, el apóstol de Cristo, 69 d. c. Saulo, después llamado Pablo, No fue instruido en la doctrina del santo evangelio y persiguió a la iglesia de Cristo. Después de su conversión lo arrojaron a las bestias salvajes en el teatro en Éfeso para que lo despedazaran, o el luchara por su vida, de lo cual Dios lo libró. Luego fue decapitado por órdenes de Nerón, a las afueras de Roma, en el camino a Ostia.

-El apóstol Andrés, 70 d. c. Siendo pescador como Pedro, el Señor le llamó prometiendo hacerlo pescador de hombres. Estando en Patras, ciudad de Acaya, convirtió a la fe cristiana a muchos y a la esposa del gobernador, por esta razón el gobernador lo amenazó de muerte en la cruz. Los enemigos lo

 -El apóstol Tomás, 70 d. C. Su ocupación era ser pescador. Recibió el mandamiento de predicar el evangelio por todo el mundo y bautizar a los creyentes. Respecto a su muerte, en Calamina, una ciudad de las Indias Orientales, él puso fin a la idolatría abominable de los paganos, quienes adoraban a una imagen del sol. Los sacerdotes paganos lo acusaron delante de su rey, quien lo sentenció a ser quemado con hierros calentados al rojo vivo y después a ser echado a un horno de fuego ardiendo, pero vieron que el fuego no le dañaba, traspasaron su costado con lanzas y de esta manera murió.

La historia de la Iglesia naciente y de las misiones confirma la extraordinaria fertilidad apostólica del martirio y demuestra la verdad de aquella exclamación de Tertuliano:

«Cada vez que nos matan nos hacemos más numerosos; la sangre de los cristianos es una semilla»