(NE – eclesiales.org) El día de ayer se hizo pública la «Instrucción sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las Ordenes Sagradas». El documento, publicado en inglés, francés, italiano, español, alemán y portugués, descarta definitivamente la admisión al sacerdocio de personas con tendencias homosexuales arraigadas. El documento destaca que «el candidato al ministerio ordenado debe alcanzar la madurez afectiva» que «le capacitará para situarse en una relación correcta con hombres y mujeres, desarrollando en él un verdadero sentido de la paternidad espiritual en relación con la comunidad eclesial que le será confiada». Asimismo, recuerda que el Catecismo distingue entre actos y tendencias homosexuales. Los actos «se presentan como pecados graves» y son considerados «intrínsecamente inmorales y contrarios a la ley natural» por lo que no pueden ser aprobados en ningún caso. Sobre las tendencias homosexuales «profundamente arraigadas», la instrucción precisa que éstas «son también objetivamente desordenadas y frecuentemente constituyen una prueba».

«A la luz de estas enseñanzas, este Dicasterio, de acuerdo con la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, cree necesario afirmar claramente que la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la llamada cultura gay».

Más adelante, el documento aclara que el solo deseo de llegar a ser sacerdote no es suficiente y «no existe un derecho a recibir la Sagrada Ordenación». «Compete a la Iglesia, responsable de establecer los requisitos necesarios para la recepción de los Sacramentos instituidos por Cristo, discernir la idoneidad de quien desea entrar en el Seminario, acompañarlo durante los años de la formación y llamarlo a las Órdenes Sagradas, si lo juzga dotado de las cualidades requeridas».

«La formación del futuro sacerdote debe integrar, en una complementariedad esencial, las cuatro dimensiones de la formación: humana, espiritual, intelectual y pastoral. En este contexto, es necesario resaltar la particular importancia de la formación humana, base necesaria de toda la formación».

Al concluir, el documento destaca la necesidad de que los Obispos, los Superiores Mayores y todos los responsables implicados realicen un atento discernimiento sobre la idoneidad de los candidatos a las Órdenes Sagradas, desde su admisión al Seminario hasta la Ordenación. Este discernimiento debe hacerse a la luz de un concepto de sacerdocio ministerial en sintonía con las enseñanzas de la Iglesia».

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