Responde Chiara Lubich: “…auténticos seguidores de Cristo. Vivir sus Palabras y todo lo que nos proponen las Escrituras.”

«Queridísimos, el 1986-’87 es un año importante para el mundo católico, ya que nos estamos preparando para la celebración del próximo Sínodo de los Obispos sobre “Vocación y misión de los laicos en la Iglesia y en el mundo, a los veinte años Concilio Vaticano II”.

Año importante para los laicos católicos, pero también para los demás cristianos, en cuyas Iglesias a menudo se dio mucha importancia a los laicos.

También nosotros que queremos ser católicos comprometidos, nos estamos preparando a este Sínodo con la oración, que no tiene que faltar nunca, y con el trabajo que se nos ha pedido.

Chiara Lubich

Pero, ¿“quién es el laico”? Esta es la pregunta que hoy todos se formulan en la Iglesia. ¿Cuál es el modo de identificarlo, de definirlo? Muchos se esfuerzan por dar una respuesta. No se quisiera, de hecho, definir al laico solamente por aquello que no es: el que no es sacerdote, ni religioso. Se quisiera, en cambio, definir quien es.

Es por ello que nosotros queremos dar también una contribución al estudio de este tema, afirmando algo que puede parecer obvio: el laico es el cristiano. Como tal, es seguidor de Cristo y de su Evangelio. Por esto tiene que vivir plenamente cuanto Jesús quiere de él, y trabajar antes que nada para extender el Reino de Dios, para construir la Iglesia. Después dado que tiene la posibilidad de encontrarse en medio del mundo, llevará allí la luz del Evangelio, iluminando cada cosa. (Un camino de Configuración con Cristo)

Eso es el laico para nosotros. Un seguidor de Cristo bien definido, que tiene la doble tarea de construir la Iglesia y de cristianizar el mundo.

Y es precisamente esta figura de laico donde todos nosotros, laicos del Movimiento de los Focolares, nos sentimos tan bien reflejados.

De hecho, nuestro Movimiento tiene un aspecto más espiritual –si se puede decir así- en donde se trabaja para que crezca Cristo en nosotros, entre nosotros, y esto significa edificar la Iglesia. Y un aspecto más humano, más concreto, donde se trabaja para llevar el espíritu de Cristo a las diferentes expresiones de mundo.

Nos encontramos cómodos con esta figura de laico, y nos sentimos en sintonía con lo que ha definido al respecto el Concilio Vaticano II

Este año queremos vivir cada vez mejor nuestra específica vocación de laicos, para dar, también así, nuestra contribución al Sínodo.

Tratemos de ser verdaderos laicos de la Iglesia, es decir auténticos seguidores de Cristo. Vivir sus Palabras y todo lo que nos proponen las Escrituras.

La Palabra de vida de este mes es espléndida; subraya los que se ha vivido el mes pasado sobre el amor recíproco. Dice: “Sean mutuamente acogedores, como Cristo los acogió a ustedes para la gloria de Dios” (Rm. 15, 7). Viviendo esta Palabra entre nosotros mantendremos sólido el fundamento sobre el cual se edificó nuestra Obra, que es Iglesia.

Llevando a la práctica esta Palabra con otros cristianos, donde nos encontremos trabajando, en las estructuras eclesiales, daremos también así nuestra contribución específica al desarrollo de la Iglesia.

Por otra parte, encarnando estas palabras en el mundo de la familia y en los distintos ámbitos de la sociedad, pondremos la base más importante para poder conseguir la renovación cristiana de leyes y estructuras.

La Palabra de Vida es para todos: laicos, sacerdotes y religiosos. Vivámosla, cada uno en sus respectivos campos de acción.

Acojamos a cada hermano como Cristo nos ha acogido.

El nos ha acogido y nos acoge todos los días y a cada hora, cuando recurrimos a él. Quienquiera que nosotros seamos, pecadores o santos, jóvenes o ancianos, lindos o feos, sanos o enfermos. El siempre nos acoge a todos, Y estamos tan seguros de que nos escucha, de su perdón y de su acogida, que ni siquiera por un momento se nos pasa por la mente una duda.

También nosotros vivamos así con nuestros hermanos. Que ellos encuentren en nosotros el corazón siempre abierto, siempre dispuesto, siempre acogedor.

Vivamos así. Y que sea para la gloria de Dios».

 

Rocca di Papa, 11.12.1986