Los ojos de un pobre son más aptos para ver a Cristo y, a través de Él, vislumbrar el perfil de Dios

Charla Espiritual
Pbro. Patricio Romero

De ahí que un sacerdote debe tener un afán prioritario de conocer, entender, amar y contemplar este misterio y esta verdad, la realidad  más sublime que sostiene y alimenta a la Iglesia y toda su obra, que esta en mis manos en mi sagrario, en mi altar…

Lo que es un sacerdote:

Que misterio es el que tengo en mis manos, aquel que diseño la estructura del universo y sostiene en la existencia aquello que a creado. Quien da la inteligencia y la voluntad, alma subsistente a la realidad humana. Quien es la bondad misma, quien la verdad y la  perfección; que hace que todo exista, y me ha concedido no solo vivir, sino conocer, elegir el bien, quien ha creado y sostiene todo ahora se encuentra en mis manos…

Que misterio, que milagro, que poder infinito y misericordia abisman…pocas palabras y conceptos alcanzaran a abarcar y comprender en plenitud la realidad de la Eucaristía, del cuerpo y alma, de la persona Divina que tengo en mis manos, de Dios que se hace tan pequeño pero que es con ello manifiesta la omnipotencia y la trascendencia de la justicia Divina…

De ahí que un sacerdote debe tener un afán prioritario de conocer, entender, amar y contemplar este misterio y esta verdad, la realidad  más sublime que sostiene y alimenta a la Iglesia y toda su obra, que esta en mis manos en mi sagrario, en mi altar…

Nada es mas urgente, nada es mas necesario ni nada es mas reformador en la Iglesia que nos volquemos y sumerjamos en conocer el misterio y el don del Señor.

Pero es la Eucaristía el tema del Retiro? son los sacramentos?, no pero también si…

La Encarnación no es solo un hecho histórico, no es solo un testimonio y testamento, es una persona la que se Encarno por obra y gracia del Espíritu Santo, y nacho en Belen, es quien esta en tus manos, sacerdote, en tu sagrario, en la parroquia u Oratorio…

Es importante por lo tanto revisar y ordenar nuestras prioridades y afanes…

Como hablar y predicar, celebrar y orar, en torno aquello que desconozco o postergo, aquello que abandono y con frecuencia y olvido?

Es necesario volcarnos a los libros y escritos santos, a la verdad, que es don del Espiritu Santo del Magisterio de la Iglesia , a los Padres de la Iglesia,, a los autores sagrados, santos y místicos recomendados por los Papas,  para darle sentido, profundidad y trascendencia a nuestra vida de oración, a nuestra vida interior, a nuestros pensamientos y cuestionamientos, para que nuestras  acciones apostólicas, pastorales, personales y humanas sean expresión eficaz de una real relación y conocimiento reciproco y amoroso entre el sacerdote y quien es la causa de su ser, vida y ministerio…El Verbo Encarnado,

Ya dejare de ocuparme ociosamente de lo contingente de este mundo, injustamente de las miserias, caídas y tropiezos de mis hermanos, ya dejare la necedad y angustioso fan de ocuparme de mi mismo, mis intereses y proyectos que aunque con apariencia de necesario, adecuado y urgente, gastan los denarios de la atención racional y la voluntad herida…

Mientras más conozca este misterio más le amaré con el auxilio del Espíritu Santo, más reconoceré cuan amado soy,siendo más dócil a su voluntad, entonces,  cada gesto será mucho más apostólico, más fraterno, más misionero y evangelizador, con más iniciativa y eficacia.


Aqui se cita los documentos:    dogmáticos

Símbolo «Quicumque» del Concilio de Toledo año 400-447.

«Es necesario para la eterna salvación creer también fielmente en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de la sustancia del Padre antes de los siglos… Dz. 40.

San León I el Magno 440-461

Epístola dogmática, del 13 de Junio de 449.

Quedando pues, a salvo la propiedad de una y otra naturaleza… naturaleza íntegra y perfecta de verdadero hombre, nació Dios verdadero, entero en lo suyo, entero en lo nuestro. Dz. 143 ss.

Concilio de Calcedonia 451 IV ecuménico

… Nuestro Señor Jesucristo el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad… que se ha de reconocer en dos naturalezas: sin confusión, sin cambio, sin división sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturaleza por causa de la unión, conservando cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona. Dz. 148

Postrados de asombro, inclinado nuestro corazón y nuestro razonamiento hemos de confesar, celebrar y contemplar que:

«Creemos en un solo Dios Padre Omnipotente, Creador de todas las cosas visibles y de las invisibles; y en un solo Señor nuestro Jesucristo, el Hijo de Dios, nacido Unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre («ek tes ousías I tou Patrós»), Dios de Dios…»

«…Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Nacido, no hecho, de la misma substancia que el Padre («homooúsion to Patrí», «consubstancialem Patri»), por Quien todas las cosas fueron hechas,…» [tomado del prólogo de san Juan].

«…las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Y en el Espíritu Santo».

En la Fe de la Iglesia, confesado el dogma de la existencia de un Dios trinitario, tres personas en una sola naturaleza divina, misterio inefable que sólo por revelación pudo ser conocido, se añade el misterio fundamental de que una de las tres personas divinas tomó naturaleza humana, se hizo hombre.

A que llamamos encarnar.

Encarnar significa posesionarse de una carne humana, hacer de ella un rostro visible del Dios invisible en sí mismo, el cual se asienta en la carne humana y hace de ella su forma externa visible. Carne significa propiamente naturaleza de hombre, cuando de él se trata.

«La Palabra se hizo carne» (Jn 1,14).

Benedicto XVI: Aquí la palabra «carne» –según la costumbre hebraica– se refiere a la persona integralmente, en su totalidad, a su aspecto de caducidad y temporalidad, su pobreza y su contingencia. Y ello para decirnos que la salvación traída por el Dios hecho carne en Jesús de Nazaret, abraza al hombre en su realidad concreta y en cualquier situación en la que se encuentre.

Dios tomó la condición humana para curar de todo lo que nos separa de Él, por lo que podemos llamar, en su Hijo unigénito, con el nombre de «Abba, Padre» y ser verdaderamente sus hijos. San Ireneo dice: «Esto es por qué el Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre, al entrar en comunión con la Palabra y recibiendo así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios «(Adversus haereses, 3,19,1:. PG 7,939; cf Catecismo de la Iglesia Católica, 460).

«El Verbo se hizo carne» es una de esas verdades a las que nos hemos acostumbrado tanto, que ya casi no nos impacta la magnitud del evento que expresa:

El Logos que está con Dios, el Logos, que es Dios (cfr Jn 1, 1), para el cual fueron creadas todas las cosas (cfr. 1,3), que ha acompañado a los hombres en la historia con su luz (cfr. 1,4- 5; 1,9), se hace carne y pone su morada entre nosotros, se hace uno de nosotros (cfr. 1,14).


Grandes Peligros: ¿por que inclinarse y con humildad dejarse iluminar por la Fe de la Iglesia y la enseñanza de su Magisterio?

Contra la afirmación de la fe en Jesús de Nazaret, Dios y Hombre verdadero, Verbo de Dios encarnado, Hijo del Padre, de la misma naturaleza, se polarizaron muchas falsas  doctrinas enfrentadas:

 El “docetismo” – gnosticismo (Marción)

 El error “judío”

 Monoteísmo anti-Trinitario

 El “adopcionismo” precedente del arrianismo

 Síntesis monarquianismo modalista y adopcionista

 El “arrianismo”

 Un Cristo ni divino, ni humano

etc etc.

En la primera carta de san Juan se nos revela a lo largo de ella el misterio de la encarnación del Verbo y sus repercusiones sobre nuestra salvación. El texto que señala la gravedad de la negación de la encarnación es en (1Jn 4, 1-3):

1 Juan 4

1 Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo.

2 Podréis conocer en esto el espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios;

3 y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; ese es el del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.

San Ignacio de Antioquía a los fieles de Esmirna también les previene contra los que niegan la encarnación del Verbo.

Escribe a los fieles de Esmirna que Jesucristo «es verdaderamente del linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad y poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que se cumpliera en Él toda justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor a nosotros bajo Poncio Pilato y Herodes el Tetrarca ….

Pero hay también, probablemente un peligro que no se puede pasar con alto y algo tiene que ver con los anteriores…

La tibieza, la frivolidad de tener estas verdades por sabidas, de pensar que no es necesario rezarlas, de juzgar que basta un conocimiento según las facultades humanas, de abandonar, por suficiencia el indispensable auxilio divino, que se da generosamente, prescindiendo del conocimiento de las cosas según Dios, de ponderarlo, gustarlo, contemplarlo…

De ahí la Sagrada Liturgia, de ahí la necesidad de la oración, de ahí el recogimiento y la modestia, la supremacía de la gracia, la base de la humildad…

(Benedicto XVI: El teólogo, el predicador, no crea nuevas visiones del mundo y de la vida, sino que está al servicio de la verdad transmitida, al servicio del hecho real de Cristo, de la cruz, de la Resurrección. Su deber es ayudarnos a comprender hoy, tras las antiguas palabras, la realidad del «Dios con nosotros»; por tanto, la realidad de la vida verdadera.)

Benedicto XVI: La teología cristiana, explicó, «no puede ser sólo una reflexión humana sobre Dios, sino que tiene en cuenta siempre, al mismo tiempo, el “Logos” y la lógica con la que Dios se revela».

«Por este motivo, la intelectualidad científica y la devoción vivida son dos elementos propios del estudio que, según una complementariedad irrenunciable, dependen mutuamente».

«Una teología que deja de respirar la atmósfera de la fe deja de ser teología; acaba reduciéndose a una serie de disciplinas más o menos ligadas entre sí», denunció el Papa.

«Donde, por el contrario, se practica una “teología de rodillas”, … no faltará fecundidad para la Iglesia», aseguró.

«Donde se descuida la dimensión intelectual, nace demasiado fácilmente una forma pía de infatuación, nutrida exclusivamente de emociones y estados de ánimo que no pueden mantenerse en pie durante toda una vida».

«Y si se descuida la dimensión espiritual se crea un racionalismo rarefacto que, sobre la base de su frialdad y su distancia, no desemboca nunca en una entrega entusiasta de sí mismo a Dios».

«Los ojos de un pobre son más aptos para ver a Cristo y, a través de Él, vislumbrar el perfil de Dios, afirmó el Papa Francisco, y señaló que quienes pretendan sondear este misterio con los recursos de su propia inteligencia primero deben ponerse “de rodillas”, en actitud de humildad, de lo contrario “no entenderán nada”.

“Él nos hace conocer al Padre, nos hace conocer esta vida interior que Él tiene. Y ¿a quién revela esto el Padre? ¿A quién da esta gracia? ‘Te alabo, oh Padre, Señor del Cielo y de la Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los doctos y las has revelado a los pequeños’. Sólo aquellos que tienen el corazón como los pequeños, que son capaces de recibir esta revelación, el corazón humilde, manso, que siente la necesidad de rezar, de abrirse a Dios, se siente pobre; solamente aquel que va adelante con la primera Bienaventuranza: los pobres de espíritu”, recordó.

“Tantos pueden conocer la ciencia, la teología también, ¡tantos! Pero si no hacen esta teología de rodillas, o sea humildemente, como pequeños, no entenderán nada. Nos dirán tantas cosas, pero no comprenderán nada. Sólo esta pobreza es capaz de recibir la Revelación que el Padre da a través de Jesús, a través de Jesús.


Reflexión sobre la Encarnación y consecuencias

De los sermones de san Atanasio, obispo

Sermón sobre la encarnación del Verbo, 8-9

El Verbo de Dios, incorpóreo, incorruptible e inmaterial, vino a nuestro mundo, aunque tampoco antes se hallaba lejos, pues nunca parte alguna del universo se hallaba vacía de él, sino que lo llenaba todo en todas partes, ya que está junto a su Padre.

Pero él vino por su benignidad hacia nosotros, y en cuanto se nos hizo visible. Tuvo piedad de nuestra raza y de nuestra debilidad y, compadecido de nuestra corrupción, no soportó que la muerte nos dominase, para que no pereciese lo que había sido creado, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al hombre, y por esto tomó para si un cuerpo como el nuestro, ya que no se contentó con habitar en un cuerpo ni tampoco en hacerse simplemente visible. En efecto, si tan sólo hubiese pretendido hacerse visible, hubiera podido ciertamente asumir un cuerpo más excelente; pero él tomó nuestro mismo cuerpo.

En el seno de la Virgen, se construyó un templo, es decir, su cuerpo, y lo hizo su propio instrumento, en el que había de darse a conocer y habitar; de este modo habiendo tomado un cuerpo semejante al de cualquiera de nosotros, ya que todos estaban sujetos a la corrupción de la muerte, lo entregó a la muerte por todos, ofreciéndolo al Padre con un amor sin límites; con ello, al morir en su persona todos los hombres, quedó sin vigor la ley de la corrupción que afectaba a todos, ya que agotó toda la eficacia de la muerte en el cuerpo del Señor, y así ya no le quedó fuerza alguna para ensañarse con los demás hombres, semejantes a él; con ello, también hizo de nuevo incorruptibles a los hombres, que habían caído en la corrupción, y los llamó de muerte a vida, consumiendo totalmente en ellos la muerte, con el cuerpo que había asumido y con el poder de su resurrección, del mismo modo que la paja es consumida por el fuego.

Por esta razón, asumió un cuerpo mortal: para que este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.

De ahí que el cuerpo que él había tomado, al entregarlo a la muerte como una hostia y víctima limpia de toda mancha, alejó al momento la muerte de todos los hombres, a los que él se había asemejado, ya que se ofreció en lugar de ellos.

De este modo, el Verbo de Dios, superior a todo lo que existe, ofreciendo en sacrificio su cuerpo, templo e instrumento de su divinidad, pagó con su muerte la deuda que habíamos contraído, y, así, el Hijo de Dios, inmune a la corrupción, por la promesa de la resurrección, hizo partícipes de esta misma inmunidad a todos los hombres, con los que se había hecho una misma cosa por su cuerpo semejante al de ellos.

Es verdad, pues, que la corrupción de la muerte no tiene ya poder alguno sobre los hombres, gracias al Verbo, que habita entre ellos por su encarnación.

Pareciera que Dios quiso reencontrase con la humanidad a la que había revestido de gracias preternaturales con el fin de sostenerles en una relación (intima) filial con su Creador, a quién tan solo por su amor providente le bastaba para reconocerle como Padre, pero que sin embargo despreció y negó como tal, apartándose de su voluntad, prefiriendo vivir como bestia sujeta a sus instintos e inclinaciones…

De ahí las palabras del Padre, cuando contempla al Unigénito, al Verbo Encarnado, al Hijo del Hombre, a Cristo…este ¡si que es Hijo! ¡actúa como hijo, se comporta como tal ante la voluntad amorosa de su Padre!, pero que  no solo es Hijo de Dios, sino que Hijo del hombre (por María), verdadero Dios y verdadero hombre

El Padre se regocija en la humanidad del Hijo: «Y una voz que salía de los cielos decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco.» Mt. 3, 17.

Vaticano II afirma: «El Hijo de Dios… trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado». (Constitución Gaudium et Spes, 22).

Es importante, entonces, recuperar el asombro ante el misterio, dejarse envolver por la magnitud de este acontecimiento: Dios ha recorrido como un hombre nuestros caminos, entrando en el tiempo del hombre, para comunicarnos su propia vida (cfr. 1 Jn 1,1 – 4). Y no lo hizo con el esplendor de un soberano, que con su poder somete al mundo, sino con la humildad de un niño.

Este modo de actuar de Dios es un poderoso estímulo para cuestionarnos sobre el realismo de nuestra fe, que no debe limitarse a la esfera de los sentimientos y emociones, sino que debe entrar en la realidad de nuestra existencia, es decir, debe tocar nuestra vida de cada día y orientarla de manera práctica. Dios no se detuvo en las palabras, sino que nos mostró cómo vivir, compartiendo nuestra propia experiencia, salvo en el pecado.

SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA: Dios te salve, María, lugar de Aquél que en ningún lugar es contenido; en tu seno encerraste al Unigénito Verbo de Dios, y sin semilla y sin arado hiciste germinar una espiga que no se marchita.

Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien claman los profetas y los pastores cantan a Dios sus alabanzas, repitiendo con los ángeles el himno tremendo: gloria a Dios en lo más alto de los cielos, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2:14).

Dios te salve, María, Madre de Dios, por quien los ángeles forman coro y los arcángeles exultan cantando himnos altísimos.


La actitud de las tinieblas

SAN LEON MAGNO:

Al llegar la plenitud de los tiempos (cfr. Gal 4:4), señalada por los designios inescrutables del divino consejo, tomó el Hijo de Dios la naturaleza humana para reconciliarla con su Autor y vencer al introductor de la muerte, el diablo, por medio de la misma naturaleza que éste había vencido (cfr. Sab 2:24). En esta lucha emprendida para nuestro bien se peleó según las mejores y más nobles reglas de equidad, pues el Señor todopoderoso batió al despiadado enemigo no en su majestad, sino en nuestra pequeñez, oponiéndole una naturaleza humana, mortal como la nuestra, aunque libre de todo pecado.

La desesperación del príncipe de las tinieblas  lo lleva no solo a tramar la muerte del Niño Jesús, derramando sangre de inocentes, sino que lo conduce al desierto y al Calvario, para indagar con su pecaminosa solicitud, cual es su alcance en esta Naturaleza humana abrazada como propia por la persona Divina:

“Si eres el hijo de Dios… San Mateo 4, 3-11

San Juan 19, 17-27

(última argumentación)

Les quiero contar:  Cuenta el narrador que llegó a percibir temor por el modo en que una mujer se acercaba a mirar una imagen del Niño Dios, en un pesebre de un templo. En sus gestos no había devoción ni mucho respeto, si mucha curiosidad y cuestionamientos. La mujer que vivió sumergida toda su vida en el culto satánico, inundada de odio, en el que fue educada y por los abusos que naturalmente la destruyeron interiormente, se acercó con cierta arrogancia pero sin una gran curiosidad, al pesebre gigante que se encontraba en una Catedral, con el fin de tratar de entender o considerar la escandalosa noticia q ya tiempo había recibido sobre este Niño que era Dios y este Dios que decidió hacerse niño. Es claro que tales conceptos son los que, según la formación recibida, debía odiar y destruir, pero no dejaba la bella y artística imagen de distraerla en sus características y por la infante ternura presente en su expresión, con la que conceptualmente no podía empalizar pero que la confundía. Que explicación podría tener que un supuesto Dios quisiera ubicarse en una dimensión inferior a la propia, frágil e impotente, al alcance de cualquier poder. En su mentalidad la joven estaba vinculada con un poder trascendental, el de un ángel y demonio, que beneficiaba a sus súbditos a cambio de un precio alto.

Asomarnos a una perspectiva no solo distinta sino opuesta a la  nuestra nos hace pensar en el grado de valoración y trascendental importancia que le otorgan aquellos que por diversas causas se encuentran en filas distintas  y opuestas a las nuestras, en las estrategias que han impulsado incluso muchas con éxito para disminuir y velar el autentico valor de estos hechos históricos de muestra fe y la disminuida atención y disposición interior que le otorga gran parte del mundo cristiano e inclusive, por tantas distracciones, nosotros los pastores al hecho esencial, de la Encarnación del Verbo de Dios.

Parece que hay más enemigos de la Fe pendiente de eliminar Sagrarios y pesebres que clérigos, consagrados y fieles de adorarlos y acompañarlos…

San Lucas 1, 26-38

EL Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, y por esto el hijo engendrado será santo, será llamado Hijo de Dios…

Papa Francisco:“El problema que esta gente tenía”, dijo el Papa, no era que Jesús haya realizado milagros, sino que “estaban sorprendidos de que los demonios le gritaran a Jesús ‘Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el Santo”.

Esta es la razón por la que Jesús realmente escandaliza, indicó, pues “Él es Dios que se encarnó”.

El Papa advirtió que para nosotros también “nos ponen trampas en la vida”, pero la característica que escandaliza de la Iglesia es el misterio de la Encarnación del Verbo, y “esto no puede ser tolerado, esto el diablo no lo sufrirá”.  (01 Jun. 13)“La Encarnación del Verbo. ¡Ese es el escándalo detrás! Podemos hacer todo el trabajo social que queramos, pero ellos dirán ‘¡qué bonito, la Iglesia, qué buen trabajo social hace la Iglesia’. Pero si decimos que hacemos esto porque la gente a la que ayudamos son la carne de Cristo, hay escándalo”.

“Y esa es la verdad, que es la revelación de Jesús: La presencia de Jesús encarnado”.“la Iglesia confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, venido en carne. Ese es el escándalo, esa es la razón por la que persiguieron a Jesús”.

San Alfonso Mª Ligorio:  dándonos su Hijo, no tiene ya más que darnos.

Habiéndonos Dios dado a su Hijo, a quien ama tanto como a sí mismo, ¿cómo habríamos de temer, dice el Apóstol, que nos rehusara cualquier gracia que le pidiéramos? El Dios que nos dio a Su Hijo, no nos negara el perdón de las ofensas que le hubiéramos hecho si las detestamos sinceramente; no os negara la gracia de resistir a las tentaciones cuando se lo pedimos; no nos negara el santo amor cuando lo deseamos; no nos negara, finalmente, el paraíso, con tal de que no nos hagamos indignos de él por el pecado. Jesús mismo nos lo asegura en estos términos: Si alguna cosa pidiereis al Padre, os la concederá en nombre mío.

(Pidamos llorar de verguenza por nuestra indiferencia, falta de asombro ante  esta verdad y realidad, pidamos quedar cautivados en nuestro entendimiento e inflamado nuestro corazón, pidamos caer de Rodillas ante en altar del Sagrario, por que  Dios se ha hecho hombre, pues nuestro corazón no es suficiente para contener tanto gozo que los ángeles no acaban de cantar el gloria ante tan sublime y eterno anonadamiento del Verbo que se hizo carne y acampo entre nosotros…)

¡VIVA JESÜS!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *