(VIS).-Dieciocho mil personas asistieron a la audiencia general de los miércoles, celebrada en la Plaza de San Pedro y cuya catequesis se centró en el Salmo 138, «Dios lo ve todo». «La meditación del salmista -dijo Benedicto XVI- apunta, sobre todo, a penetrar en el misterio de Dios trascendente y sin embargo, cercano a nosotros». «El mensaje que nos ofrece es linear -explicó el Papa-; Dios lo sabe todo y está presente al lado de su criatura, que no puede sustraerse a El. Sin embargo, su presencia no es amenazadora o inquisitiva; ciertamente, su mirada es también severa frente al mal, al que no es indiferente». «Pero el elemento fundamental es el de una presencia salvífica, capaz de abrazar todo el ser humano y toda la historia. Es en práctica el escenario espiritual al que alude San Pablo hablando en el Areópago de Atenas y en el cual se entrevé el recurso a la cita de un poeta griego: «En el vivimos, nos movemos y existimos». «En la primera parte del salmo -prosiguió Benedicto XVI- se celebra la omnisciencia divina y se repiten los verbos ligados al conocimiento», pero «como es sabido, el conocimiento divino supera el puro y simple aprender y entender intelectual; es una especie de comunión entre conocedor y conocido: el Señor está en intimidad con nosotros, mientras pensamos y actuamos». El salmista describe después «la otra realidad en que nos encontramos inmersos: el tiempo, simbólicamente representado por la noche y la luz. (….) También en la oscuridad, donde es arduo caminar y ver, penetra la mirada y la epifanía del Señor del ser y del tiempo. Su mano está siempre dispuesta a tomar la nuestra para guiarnos en nuestro itinerario terreno. Es, por tanto, una cercanía no de juicio atemorizador, sino de apoyo y liberación».

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