pedofilia

El poderoso airado da muerte al cuerpo; La boca que miente da muerte al alma. 


San Marcos 9:42 «Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos…»


1. Las divinas lecturas que hemos escuchado hace poco cuando se leyeron, nos invitan a conseguir la fortaleza de las virtudes y a fortificar el corazón cristiano frente a los escándalos que han sido predichos. Todo ello fruto de la misericordia de Dios. En efecto, ¿qué es el hombre, dice, si no te acuerdas de él? ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Son palabras del Señor, palabras de la Verdad; nos amedrenta y amonesta y no quiere que seamos incautos, pues no nos ha hecho hombres sin esperanza. Contra  este mal temible, tremendo y del que se debe huir, nos consuela, nos exhorta y nos instruye la Escritura en aquel lugar en que dice: paz abundante a los que aman tu ley y no hay en ellos escándalo. Mostró el enemigo del que se debe huir, pero no cesó de mostrar el muro fortificado. Al escuchar ¡Ay del mundo a causa de los escándalos!, pensabas en el lugar a donde ir fuera del mundo para no sufrir los escándalos. Por tanto, en orden a evitar esos escándalos, ¿a dónde irás fuera del mundo, si no huyes hacia quien hizo el mundo? ¿Cómo podemos refugiarnos en quien hizo el mundo si no escuchamos su ley que se predica por doquier? Poca cosa es oírla si no se la ama. No dice la Escritura, ofreciendo seguridad frente a los escándalos: “Paz abundante para los que oyen tu ley”. No son justos ante Dios los oyentes la misma, y dado que la fe obra por el amor, dijo: Paz abundante para quienes aman tu ley y no hay en ellos escándalo. Va también de acuerdo con esta frase lo que hemos cantado al escuchar y responder: Los mansos, en cambio, poseerán la tierra en heredad y se deleitarán en la abundancia de la paz, porque paz abundante a los que aman tu ley. Los mansos son, en efecto, los que aman la ley de Dios. Dichoso el varón a quien tú instruyeres, Señor, y le adoctrinares con tu ley, para mitigarle los malos días, mientras se cava la fosa para el pecador. ¡Qué diversas parecen las palabras de la Escritura y, sin embargo, de tal manera concuerdan y confluyen en un solo parecer, que, sea lo que sea lo que puedas oír de aquella fuente abundantísima, te hallas de acuerdo también tú, amigo, concorde con la verdad, lleno de paz, fervoroso en el amor y fortalecido contra los escándalos!

2. Se nos ha propuesto, pues, ver o buscar o aprender cómo debemos ser mansos; y en lo que he recordado hace poco de las Escrituras se nos amonesta a encontrar lo que buscamos Preste vuestra caridad un poco de atención; se trata de una cosa importante: del ser mansos; cosa necesaria ante la adversidad. Pero no se da el nombre de escándalos a las adversidades de este mundo; advertid qué son los escándalos. Por ejemplo: un cierto señor se encuentra bajo la presión de una necesidad urgente. No radica el escándalo en estar cercado por las presiones. También los mártires fueron presionados por algún aprieto, pero no oprimidos. Cuídate del escándalo, pero no de la presión. La presión te aprieta, el escándalo te oprime. ¿Qué diferencia existe entre la presión y el escándalo? En el primer caso te preparas a mantener la paciencia, a tener constancia, a no abandonar la fe, a no consentir al pecado. Si lo haces ahora o en el futuro, ninguna presión te conducirá a la ruina; al contrario, tendrá en ti la misma función que tiene en el lagar: no se busca machacar la aceituna, sino destilar el aceite. Finalmente, si en esa tribulación alabas a Dios, ¡cuán útil es esta prensa, mediante la cual mana de ti ese licor! Estaban sentados y atados los Apóstoles como en una prensa y en ella cantaban un himno a Dios. ¿Qué se estrujaba? ¿Qué destilaba? Estaba bajo una gran prensa Job en medio de estiércol, necesitado, sin ayuda, sin riquezas, sin hijos; lleno, pero de gusanos, lo cual pertenece ciertamente al hombre exterior. Mas puesto que interiormente estaba lleno de Dios, le alababa y aquella situación no le servía de escándalo.

¿Dónde, pues, está el escándalo? Cuando se le acerca la mujer y le dice: Di algo contra Dios y muérete. En efecto, después de haberle quitado todas las cosas, el diablo, ya ejercitado, se le dejó a Eva, no a consuelo, sino para tentación del varón. He ahí el escándalo. Exageró sus miserias, sumadas las suyas a las de él, y comenzó a persuadirle que blasfemase. Pero él, que era manso, porque Dios le había adoctrinado con su ley y había suavizado sus días malos, en cuanto amante de la ley de Dios, tenía gran paz en su corazón y no había para él escándalo. Ella sí era escándalo, pero no para él. Por tanto, observa a este hombre manso; obsérvale instruido en la ley de Dios, y me refiero a la ley eterna, pues la ley dada a los judíos en las tablas aún no existía entonces, pero permanecía todavía en los corazones de los piadosos la ley eterna, en la que se inspiró la otra ley dada al pueblo. Puesto que la ley de Dios le había suavizado los días malos y en cuanto amante de esa misma ley gozaba de gran paz en su corazón, pon atención a su mansedumbre y a su respuesta. Aprende aquí lo que te propuse, a saber, quiénes son los mansos. Has hablado, dijo, como una mujer insensata. Si recibimos de la mano de Dios las cosas buenas, ¿no vamos a soportar las malas?

3. Hemos escuchado con un ejemplo quiénes son los mansos; definámoslos con palabras, si podemos. Son mansos los que en todas las acciones buenas, en cuanto de bien hacen, lo único que les agrada es Dios y en los males que sufren no les desagrada. ¡Ea, hermanos! ; considerad esta regla, esta norma; midámonos por ella, busquemos crecer hasta llenarla cumplidamente. ¿De qué sirve el que plantemos y reguemos, si Dios no da el incremento? Ni quien planta, ni quien riega es algo, sino Dios que da el crecimiento. Escucha tú que quieres ser manso, que quieres ver suavizados los días malos, que amas la ley de Dios; para que no haya en ti escándalo, y te llenes de paz abundante; para poseer la tierra y deleitarte en la abundancia de la paz, escucha tú que quieres ser manso. No te complazcas en cuanto de bueno haces, pues Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes. Por tanto, en cualquier cosa buena que hagas, sea Dios lo único en agradarte; en cualquier mal que sufras, no te desagrade. ¿Qué más? Haz esto y vivirás. No te engullirán los días malos y evitarás lo dicho: ¡Ay del mundo por los escándalos! ¿A qué mundo se refiere sino a aquel del que se dijo: Y el mundo no lo conoció? No se trata del mundo del que se dijo: Dios estaba reconciliando consigo el mundo en Cristo. Hay un mundo malo y un mundo bueno. El mundo malo son todos los malos del mundo; el bueno, todos los buenos. De idéntica forma solemos hablar respecto al campo. “Este campo está repleto”. ¿De qué fruto? De trigo. De igual manera decirnos, y con idéntica verdad: “Este campo está lleno de paja”. Ante un árbol uno dice: “Está lleno de fruto”; otro, en cambio: “Está lleno de hojas”. Y tanto el que dice que está lleno de fruto como quien afirma que está lleno de hojas dicen la verdad.

Ni la multitud de hojas quitó su lugar al fruto, ni la plenitud del fruto quitó su lugar a las hojas. De ambas cosas está lleno; pero una cosa tanto, cuando escuchas: ¡Ay del mundo por los escándalos!, no te asustes; ama la ley de Dios y no habrá escándalo para ti.

4. Pero se acerca la mujer sugiriendo no sé qué mal. La amas como debe amarse a la esposa, como miembro tuyo que es. Mas si tu ojo te escandaliza, si tu mano te escandaliza, si tu pie te escandaliza, como oíste en el Evangelio, córtalos y arrójalos lejos de ti. Quien te es muy querido, aquel a quien tienes en mucho aprecio considéralo grande, considéralo como miembro tuyo querido mientras no comience a escandalizarte, es decir, a persuadirte algún mal. Oíd que esto es el escándalo. Hemos puesto como ejemplo a Job y a su esposa; pero allí no aparece la palabra escándalo. Escucha el Evangelio: Cuando el Señor se puso a hablar de su pasión, Pedro comenzó a disuadirle de padecer. Retírate, Satanás, porque eres para mí escándalo. De esta forma el Señor, que te dio ejemplo de cómo vivir, te enseñó en qué consiste el escándalo y el modo de precaverse de él. Habiéndole dicho antes: Dichoso eres, Simón Bar Jona, había manifestado que era miembro suyo. Pero cuando comenzó a servirle de escándalo, cortó el miembro; luego lo rehízo y lo repuso. Por tanto, será escándalo para ti quien comience a persuadirte algún mal. Y entiéndalo bien vuestra caridad: esto acontece la mayor parte de las veces no por malignidad, sino por una perversa benevolencia. Por ejemplo, te ve tu amigo, que te ama y a quien amas, tu padre, tu hermano, tu hijo, tu esposa. Te ve, digo, en el mal y quiere hacerte malo. ¿Qué es verte en el mal? Verte en alguna tribulación. Quizá la sufres por causa de la justicia; quizá la sufres porque no quieres proferir un falso testimonio. Lo he dicho a modo de ejemplo. Estos abundan, puesto que ¡ay del mundo a causa de los escándalos! Por ejemplo: un hombre poderoso, para alcanzar su botín y lograr su rapiña, te pide el servicio del falso testimonio. Tú te niegas. niegas la falsedad, para no negar la verdad. Para no perder tiempo, él se enfurece y, siendo poderoso, te apremia. Se acerca tu amigo que no desea verte en tal aprieto con estas palabras: “Te lo suplico, haz lo que te dice: ¿qué importancia tiene?” Quizá se repite lo de Satanás al Señor: Está escrito de ti que te enviará a sus ángeles para que tu pie no tropiece. Quizá también este amigo tuyo, como ve que eres cristiano, quiere persuadirte con testimonios de la ley a que hagas lo que él piensa que debes hacer. “Haz lo que dice”. “¿Qué?” “Lo que él desea”. “Pero se trata de una mentira, de una falsedad”. “¿No has leído que todo hombre es mentiroso?” He aquí ya el escándalo. Se trata de tu amigo; ¿qué has de hacer? Es tu mano, tu ojo: Arráncalo y arrójalo lejos de ti. ¿Qué significa arráncalo y arrójalo lejos de ti? No consientas. Arráncalo y arrójalo lejos de ti significa no consentir. Los miembros de nuestro cuerpo, por la cohesión, forman una unidad, por la cohesión viven, y por la cohesión se unen entre sí. Donde hay disensión hay enfermedad o herida. Por tanto dado que es tu miembro, lo amas; pero si te escandaliza, arráncalo y arrójalo lejos de ti. No consientas; aléjalo de tus oídos, acaso corregido vuelva.

5. ¿Cómo hacer lo que digo de cortar, arrojar y, tal vez, corregir? ¿Cómo lo has de hacer? Responde. Con palabras de la ley quiso persuadirte a que mintieras. El te dice: “Dilo”. Quizá ni se ha atrevido a decir: “Di una mentira”, sino sólo: “Di lo que quiere”. Tú replicas: “Pero es una mentira”. Y él, como excusa, replica a su vez: “Todo hombre es mentiroso”. Y tú: “Hermano, la boca que miente da muerte al alma”. Pon atención; no es cosa leve lo que oíste: La boca que miente da muerte al alma. “¿Qué me hace este hombre poderoso que me pone en aprietos, para que te compadezcas de mí y sientas lástima de mi condición, y no quieras verme en ese mal, al mismo tiempo que quieres que sea malo? ¿Qué me hace ese poderoso? ¿Qué pone en aprietos? La carne. Tú dices que pone en aprietos la carne; yo digo más: le da muerte.

Con todo, ¡cuánto más mansamente se comporta éste conmigo que yo, si llegara a mentir! El da muerte a mi carne; yo, en cambio, a mi alma. El poderoso airado da muerte al cuerpo; La boca que miente da muerte al alma. Da muerte al cuerpo, que tenía que morir, aunque nadie le matase; el alma, en cambio, si no la mata la iniquidad, se adueña de la verdad para siempre. Guarda, pues, lo que puedes guardar y perezca lo que alguna vez tenía que perecer. Respondiste y, sin embargo, no solucionaste lo de Todo hombre es mentiroso. Respóndele también respecto a eso, para que no crea que para persuadir a la mentira cuenta con un testimonio de la ley, arguyéndote con la ley contra la ley. En la ley está escrito: No profieras falso testimonio, y en la ley está escrito también; Todo hombre es mentiroso. Vuelve la atención a lo que dile poco antes cuando definí al hombre manso con las palabras que pude. Es manso aquel a quien en todo lo bueno que hace no le agrada más que Dios, y en todo el mal que sufre no le desagrada. Respóndele, pues, a quien te dice que mientas apoyándose en que está escrito: Todo hombre es mentiroso, lo siguiente: “No miento porque está escrito: La boca que miente da muerte al alma. No miento porque está escrito: Perderás a todos los que dicen mentira. No miento porque está escrito: No proferirás falso testimonio. Aunque apure mi carne con apremios aquel a quien no complazco por amor a la verdad, escucho a mi Señor: No temáis a quienes clan muerte al cuerpo.

6. “¿Cómo, pues, todo hombre es mentiroso? ¿O acaso no eres hombre?” Responde pronto y con verdad: ” ¡Ojalá no fuera hombre, para no ser mentiroso! ” Ved, pues: Dios miró desde el cielo a los hijos de los hombres, para ver si hay quien entienda y quien busque a Dios; todos se apartaron haciéndose igualmente inútiles; no hay quien haga el bien, no hay ni uno. ¿Cómo así? Porque quisieron ser hijos de los hombres. Para sacar de estas iniquidades, redimir, curar, sanar y cambiar a los hijos de los hombres, les dio el poder hacerse hijos de Dios. ¿Qué tiene de extraño? Erais hombres, si erais hijos de los hombres; todos erais hombres, erais mentirosos, pues todo hombre es mentiroso. Os llegó la gracia de Dios y os dio el poder haceros hijos de Dios, Escuchad la voz de mi Padre que dice: yo dije: “Todos sois dioses e hijos del Altísimo”.

Puesto que los hijos de los hombres son hombres, si no son hijos del Altísimo, son mentirosos, pues todo hombre es mentiroso. Si son hijos de Dios, si han sido redimidos por la gracia del Salvador, comprados con su preciosa sangre, renacidos del agua y del Espíritu y predestinados a la heredad de los cielos, son ciertamente hijos de Dios. Por tanto, ya dioses. ¿Qué tiene que ver contigo la mentira? Adán era, en efecto, puro hombre; Cristo Dios-hombre, el Dios creador de toda criatura. Adán era hombre, Cristo hombre mediador ante Dios, Hijo único del Padre, Dios-hombre. Tú eres hombre lejos de Dios y Dios está arriba lejos del hombre: en el medio se puso el Dios-hombre. Reconoce a Cristo y, por el hombre, sube hasta Dios.

7. Corregidos, pues, ya y, si algo hemos hecho, amansados, mantengamos la confesión inamovible. Amemos la ley de Dios para huir de lo dicho: ¡Ay del mundo a causa de los escándalos! Hablemos algo de los escándalos de que está lleno el mundo y de cómo al aumentar esos escándalos abundarán los apremios. Se devasta el mundo, se pisa el lagar. ¡Ea, cristiano, germen celestial, peregrino en la tierra, que buscas la ciudad en el cielo, que deseas unirte a los santos ángeles, comprende que has venido para marcharte! Pasáis por el mundo esforzándoos por alcanzar a quien creó el mundo. No os turben los amantes del mundo, los que quieren permanecer en él y, quiéranlo o no, han de partir de él. No os engañen, no os seduzcan. Estos apremios no son escándalos. Sed justos y no pasarán de ejercitaciones. Llega la tribulación; será lo que tú quieras, ejercitación o condenación. Lo que sea dependerá de cómo te encuentre. La tribulación es un fuego que, si te encuentra siendo oro, te quitará la maleza; y si te encuentra siendo paja, te reduce a cenizas. Por tanto, los apremios que abundan no son escándalos. ¿Cuáles son, pues, los escándalos? Aquellas expresiones, aquellas palabras con que se nos dice: “Ved el resultado de los tiempos cristianos”. Estos son los escándalos. Se te dice esto para que tú, si amas el mundo, blasfemes contra Cristo. Y esto te lo dice tu amigo, tu consejero; es decir, tu ojo. Te lo dice tu servidor, tu colaborador; es decir, tu mano. Te lo dice, quizá, quien te sustenta, quien te eleva de esta bajeza terrena; es decir, tu pie. Arrójalo, córtalo, lánzalo lejos de ti, no consientas. Responde a los tales lo mismo que respondía aquel a quien se le persuadía a proferir falso testimonio. Respóndele también tú; a quien te dice: “Ve cuántos aprietos coinciden con los tiempos cristianos; el mundo es devastado”, respóndele tú: “Antes de que aconteciera, ya lo había predicho Cristo”.