Mucho aman los padres a los hijos; pero ¿por ventura nos amáis vos como padre? No hemos nosotros entra­do en el seno de vuestro corazón, Dios mío, para ver esto


¡Oh Amor divino, cuánto mayor eres de lo que pare­ces por acá defuera!

Mas el Unigénito vuestro, que descendió de ese seno, trajo señas de ello, y nos mandó que os llamásemos Padre por la grandeza del amor que nos tení­as; y, sobre todo esto, nos dijo que no llamásemos a otro padre sobre la tierra…Porque tú solo eres nuestro Padre. Porque así como tú solo eres Padre; y de tal manera lo eres y tales obras haces, que, en comparación de tus entrañas paternales, no hay alguno que pueda así llamarse.

Bien conocía esto tu profeta cuando decía: Mi padre y mi madre me dejaron, y el Señor me recibió. Tú mesmo te quisiste comparar con los padres, diciendo por Esaías: ¿Por Ventura habrá alguna mujer que se olvi­de del niño chiquito, y no tendrá piedad del hijo que salió de sus entrañas. Posible será que se olvide, mas yo nunca me olvidaré de ti, porque en mis manos te tengo escripto y tus muros están delante de mí. Y porque, entre las aves, el águila es más afamada en amar a sus hijos, con el amor de ella nos quisiste comparar la grandeza de tu amor: Así como águila defendió su nido, y, como a sus pollos, extendió sus alas y los trajo sobre sus hombros.

Sobre este amor es el del esposo a la esposa, del cual se dice: Por éste dejará el hombre a su padre, y se llegará a su mujer y serán dos en una mesma carne; mas a éste sobrepuja tu amor; porque, según dices tú por Hieremías, si el marido echa a su mujer de casa, y, si echada, se junta con otro, ¿por ventura volverá otra vez a él? Mas tú has fornicado con cuantos amadores has querido; mas, con todo, vuélvete a mí, dice el Señor, que yo te recibiré.

No alcanza ningún entendimiento angélico qué tanto arda este fuego ni hasta dónde llegue su virtud. No es el término hasta donde lle­gue solamente la muerte y la cruz; porque si, como le mandaron pade­cer una muerte, le mandaran millares de muertes, para todo tenía amor. Y si lo que le mandaron hacer por la salud de todos los hombres, le mandaran hacer por cada uno de ellos, así lo hiciera por cada uno como por todos. Y si, como estuvo aquellas tres horas penando en la cruz, fuera menester estar allí hasta el día del juicio, amor había para todo, si nos fuera necesario. De manera que mucho más amó que padeció; muy mayor amor le quedaba encerrado en las entrañas de lo que nos mostró acá de fuera en sus llagas.

No sin gran misterio quiso el Espíritu Santo que se escribiese, entre otras particularidades del templo de Salomón, ésta: conviene a saber; que las ventanas de él eran saeteras, que por de dentro eran mayores que por defuera parecía ¡Oh Amor divino, cuánto mayor eres de lo que pare­ces por acá defuera! Porque tantas llagas y tantos azotes y heridas, sin duda nos predican amor grande; mas no dicen toda la grandeza que tiene, porque mayor es por de dentro de lo que por defuera parece. Centella es ésta que sale de fuego, rama es ésa que procede de ese árbol, arroyo que nace de ese piélago de inmenso amor. Esta es la mayor señal que puede haber de amor; poner la vida por sus amigos; mas es señal y no igualdad.

Pues si tanto te debo por lo que heciste por mí, ¿qué tanto más te deberé por lo que deseaste hacer? Si tanto es lo público que ven los ojos de los hombres, ¿qué tanto más es eso que ven los ojos de Dios sola­mente? ¡Oh piélago de amor! ¡Oh abismo sin suelo, todo lleno de amor! ¿Quién dudará ya del amor de Cristo? ¿Quién no se tendrá por el más rico del mundo, pues de tal Señor es amado? Suplícote, ¡oh, Señor y sal­vador mío!, por las entrañas de misericordia que a darme tal dádiva te movieron, me des ojos y corazón para que yo lo sienta y conozca, para que me gloríe siempre en tus misericordias y cante todos los días tus ala­banzas.

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