Escoger, entre todas las devociones la que nos lleve mejor a la muerte de nosotros mismos, como la mejor y la más santificadora
Entraremos decididamente por este camino, firmemente convencidos de nuestra miseria e incapacidad…
Primera Semana
CONOCIMIENTO DE SÍ MISMO
Nuestros ratos de oración en dialogo intimo con Dios, los exámenes diarios de conciencia, las reflexiones, nuestros momentos de dirección espiritual, los actos de renuncia de nuestra propia voluntad, de arrepentimiento por nuestros pecados, de desprecio propio, realizado todo a los pies de María, ya que por Ella esperamos la luz para conocemos a nosotros mismos. Junto a Ella, podremos medir el abismo de nuestras miserias sin desesperar. Debemos emplear todas nuestras acciones piadosas en pedir un conocimiento propio y el arrepentimiento de nuestros pecados: y debemos hacer esto con espíritu de piedad. Durante este período, consideraremos tanto la oposición que existe entre el espíritu de Jesús y el nuestro, como el miserable y humillante estado en que nos han reducido los pecados. Además, siendo la verdadera devoción una manera fácil, corta, segura y perfecta para llegar a esa unión con Nuestro Señor, que es la perfección a la imitación de Cristo. Entraremos decididamente por este camino, firmemente convencidos de nuestra miseria e incapacidad. Pero, ¿cómo conseguir esto sin el conocimiento de sí mismo? Tenemos que luchar por conocernos de la mejor manera posible.
Oraciones vocales.
ORACIONES DE LA PRIMERA SEMANA
DIA 16
Meditación breve:
MONTFORT: Durante la primera semana dedicarán todas sus oraciones y actos de piedad a pedir el conocimiento de sí mismos y la contrición de sus pecados, y todo lo harán con espíritu de humildad. Podrán meditar lo que he dicho anteriormente sobre nuestro mal fondo y no se considerarán en los seis días de esta semana, más que como caracoles, babosas, sapos, cerdos, serpientes, animales inmundos; o bien meditarán estas tres palabras de San Bernardo: Piensa lo que fuiste, semen podrido; lo que eres, vaso de estiércol; lo que serás, cebo de gusanos. Rogarán a Nuestro Señor y al Espíritu Santo que les ilumine. Recurrirán a la Santísima Virgen, pidiéndole esta gracia, que debe ser el fundamento de las otras. (Tratado de la Verdadera Devoción, 228)
KEMPIS: De la consideración de sí mismo No debemos confiar de nosotros grandes cosas, porque muchas veces nos falta la gracia y la discreción. Poca luz hay en nosotros, y presto la perdemos por nuestra negligencia. Y muchas veces no sentimos cuán ciegos estamos en el alma. Muchas veces también obramos mal, y lo excusamos peor. A veces nos mueve la pasión, y pensamos que es celo. Reprendemos en los otros las cosas pequeñas, y tragamos las graves si son nuestras. Muy presto sentimos y agravamos lo que de otros sufrimos, mas no miramos cuánto enojamos a los otros. El que bien y rectamente examinare sus obras, no tendrá que juzgar gravemente las ajenas. (Imitación de Cristo, libro II, cap. 5)
PREGUNTATE:
A) ¿TE CONOCES REALMENTE? ¿SABES DE LO QUE ERES CAPAZ?
B) ¿PIDES A DIARIO LA GRACIA DE SER MAS DE DIOS? ¿QUIERES CONOCERTE PARA CRECER Y SER MAS SUYO?
Meditación extendida:
De la muerte del hombre viejo
Composición de lugar. La Virgen Santísima lavando y curando las llagas de nuestra alma.
Petición. “Que sienta el desorden de mis operaciones, para que aborreciendo me enmiende y ordene.” (San Ignacio).
Punto I. Necesidad de vaciarnos de lo malo que hay en nosotros. Cuando se pone agua clara y limpia en una vasija que huele mal, o vino en un tonel dañado por el mal licor que contuviera, el agua y el buen vino se dañan y toman con facilidad el mal olor. Del mismo modo cuando Dios pone en la vasija de nuestra alma, manchada por el pecado original y actual, sus gracias y rocíos celestiales o el vino delicioso de su amor, estos dones ordinariamente se corrompen y manchan por la mala levadura y el mal fondo que ha dejado en nosotros el pecado; nuestros actos, aun los de las virtudes más sublimes se resienten de ello. Es, pues, de gran importancia para adquirir la perfección, que no se adquiere sino por la unión por Jesucristo, el abandonar lo que hay malo en nosotros; porque si no, nuestro Señor, que es infinitamente puro y aborrece hasta el extremo cualquier mancha en el alma, nos apartará de su vista y no se unirá a nosotros.”
P. II. Qué hay que hacer para vaciarnos de lo malo que hay en nosotros. Para dejar todo lo que hay dentro de nosotros mismos es necesario:
1.º Conocer bien por la luz del Espíritu Santo nuestro mal fondo, nuestra incapacidad para todo bien útil a nuestra salvación, nuestra debilidad en todas las cosas, inconstancia en todos los tiempos, nuestra indignidad para toda gracia y nuestra iniquidad en todo lugar. El pecado de nuestros primeros padres nos ha corrompido, agriado y podrido a todos, como la levadura agria corrompe la masa en que se pone. Los pecados actuales cometidos por nosotros, sean mortales, sean veniales, por más que nos sean perdonados, han aumentado nuestra concupiscencia, nuestra debilidad, nuestra inconstancia y nuestra corrupción, dejando malas reliquias en nuestra alma. Nuestros cuerpos están tan corrompidos, que son llamados por el Espíritu Santo cuerpos de pecado; concebidos en pecado, alimentados en el pecado y capaces de todo pecado: cuerpos sujetos a mil enfermedades, que se corrompen de día en día y que no engendran sino gusanos y corrupción.
Nuestra alma, unida a nuestro cuerpo, se ha vuelto tan carnal, que es llamada carne: “toda carne había corrompido su camino”. No tenemos por herencia sino el orgullo y la ceguera en el espíritu, el endurecimiento en el corazón, la debilidad y la inconstancia en el alma, la concupiscencia, las pasiones revueltas y las enfermedades en el cuerpo. Somos naturalmente más orgullosos que los pavos reales, más pegados a la tierra que los sapos, más tragones que los cerdos, más coléricos que los tigres, más perezosos que las tortugas, más débiles que las cañas y más inconstantes que las veletas. No tenemos nuestro más que la nada, y el pecado, y no merecemos más que la ira de Dios y el infierno eterno.
Después de esto, ¿se puede uno admirar si nuestro Señor ha dicho que el que quiera seguirle debe renunciarse a sí mismo y aborrecer su alma; que el que ame su alma la perderá, y que aquel que la aborrezca la salvará? Esta sabiduría infinita que no da mandatos sin razón, no nos manda aborrecernos a nosotros mismos, sino porque somos grandemente dignos de aborrecimiento: nada tan digno de ser amado hay como Dios, nada tan digno de ser aborrecido como nosotros.
2.º Para dejar todo lo que hay dentro de nosotros mismos es necesario morir a nosotros mismos; es decir, a los actos de pecado de nuestra alma y de los sentidos corporales; es necesario ver como si no se viese, oír como si no se oyese, servirse de las cosas del mundo como si no se sirviese de ellas, lo que San Pablo llama morir todos los días: “Quotidie morior.” Si el grano de trigo, al caer en la tierra, no muere, permanece solo y no da fruto que sea bueno. Si no morimos a nosotros mismos, y si nuestras devociones, las más santas, no nos llevan a esta muerte necesaria y fecunda, no daremos fruto que valga, y nos serán inútiles nuestras devociones; todas nuestras virtudes estarán sucias por nuestro amor propio y nuestra propia voluntad, lo que hará que Dios abomine los más grandes sacrificios y las mejores acciones que podamos hacer; que a nuestra muerte nos encontremos con las manos vacías de virtudes y de méritos y que no tengamos ni un rayo de amor puro; el cual no se comunica más que a las almas muertas a ellas mismas, cuya vida está escondida con Jesucristo en Dios.
3.º Es necesario escoger, entre todas las devociones de la Santísima Virgen, aquella que nos lleve mejor a la muerte de nosotros mismos, como la mejor y la más santificadora; porque no se debe creer que todo lo que reluce sea oro, que todo lo que es dulce sea miel y que todo lo que es fácil de hacer y practicado por el mayor número sea santificante. Como hay secretos en la naturaleza para hacer en poco tiempo, con poco gasto y con facilidad operaciones naturales, lo mismo hay secreto en el orden de la gracia, para hacer en poco tiempo, con dulzura y facilidad, operaciones sobrenaturales, negarse a sí mismo, llenarse de Dios y hacerse perfecto.”
¡Ay! ¡Cuánta falta me hace la maestra del Cielo, que me guíe y enseñe!