VIVIR EVENTOS CENTRALES DE LA REDENCIÓN EN LA SEMANA MÁS IMPORTANTE DEL AÑO

 

Para nosotros los cristianos -dijo- es la semana más importante del año y nos ofrece la oportunidad de vivir en profundidad los eventos centrales de la Redención, de revivir el misterio pascual, el gran misterio de la fe.

El Papa Emérito Benedicto XVI explicó, durante su pontificado,  que Jesús «no quiso usar su ser Dios, su dignidad gloriosa y su potencia como instrumento de triunfo y signo de distancia entre nosotros».

«Por amor -continuó-, quiso «vaciarse de sí mismo» y hacerse nuestro hermano; por amor compartió nuestra condición, la de cada hombre y de cada mujer».
Benedicto XVI señaló que la Misa del Crisma es como «un preludio al Triduo pascual, que comienza mañana». «En ella se renuevan las promesas sacerdotales pronunciadas el día de la ordenación». En la Misa del Crisma «se bendicen el óleo de los enfermos y el de los catecúmenos y se consagra el Crisma».

En la misa del Jueves Santo por la tarde, llamada «in Coena Domini», «la Iglesia -recordó- conmemora la institución de la Eucaristía, el sacerdocio ministerial y el mandamiento nuevo -mandatum novum- de la caridad, dejado por Jesús a sus discípulos». Este día «constituye, por tanto, una invitación renovada a dar gracias a Dios por el don supremo de la Eucaristía, que hay que acoger con devoción y adorar con fe viva».

Benedicto XVI afirmó que el Viernes Santo es el «día de la pasión y de la crucifixión del Señor. (…) La muerte de Cristo recuerda el dolor y los males que gravan sobre la humanidad de todos los tiempos: el peso aplastante de nuestro morir, el odio y la violencia que siguen ensangrentando la tierra. La pasión del Señor sigue estando presente en los sufrimientos de los seres humanos».

«Si el Viernes Santo es un día lleno de tristeza -continuó-, también es un día muy propicio para reavivar nuestra fe, para consolidar nuestra esperanza y la valentía de llevar cada uno nuestra cruz con humildad, confianza y abandono en Dios, seguros de su apoyo y de su victoria».

Benedicto XVI puso de relieve que «esta esperanza se alimenta en el gran silencio del Sábado Santo, en espera de la resurrección de Jesús». En este día, «la Iglesia vela en oración como María y junto a María, compartiendo sus mismos sentimientos de dolor y de confianza en Dios. Se recomienda justamente conservar durante toda la jornada un clima de recogimiento, que ayude a la meditación y a la reconciliación; se anima a los fieles a que se acerquen al sacramento de la Penitencia para poder participar renovados en las fiestas pascuales».

Refiriéndose a la solemne Vigilia Pascual, «madre de todas las vigilias», Benedicto XVI recordó que en ella «se proclama la victoria de la luz sobre las tinieblas, de la vida sobre la muerte, y la Iglesia se alegra en el encuentro con su Señor. De este modo entramos en el clima de la Pascua de Resurrección».

El Papa emérito invitaba a los fieles a «entrar con la Virgen María en el Cenáculo, permaneciendo a los pies de la Cruz, velando idealmente junto a Cristo muerto, aguardando con esperanza el alba del día luminoso de la resurrección».

 

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