El Padre Raniero Cantalamessa, en la segunda predicación de Adviento, pidió que se comience la segunda ola de evangelización, de la cual se tiene mucha necesidad en Europa. La evangelización debe partir de la oración profunda. Los «grandes desiertos» de hoy son «las grandes ciudades secularizadas».
El Padre Cantalamessa señaló que el modelo perfecto que trajo Cristo fue la Virgen María Para confirmar sus palabras, el Predicador de la Casa Pontificia hizo el recorrido de la historia europea del tiempo de las invasiones bárbaras que colocaron una sombra sobre Europa, pero que, al mismo tiempo, abrieron «un vasto campo de misión», muy desarrollado por los monasterios que se habían tornado una luz de evangelización en el continente.
«Allí, el cristianismo -observó el Padre Cantalamessa- tenía delante de sí un mundo culto, organizado, con disposiciones, leyes, de lenguajes comunes; tenía, en suma, una cultura con la cual dialogar y con la cual enfrentarse. Ahora debe hacer, al mismo tiempo, obra de civilización y de evangelización; debe enseñar a leer y escribir, mientras enseña la doctrina cristiana. La inculturación se presentaba bajo una forma toda nueva». La obra realizada por las «grandes figuras de monjes»: San Benito, San Columba, los Santos Cirilo y Metódio.
El Predicador de la Casa Pontificia en aquel punto resaltó «una cierta analogía» de la situación marcada por grandes movimientos migratorios. Sin embargo «la diferencia» -observó- es que hoy no llegan a Europa pueblos paganos o heréticos cristianos, sino con frecuencia pueblos que poseen una religión bien constituida y consciente de sí misma. El hecho nuevo es, por tanto, el diálogo que no se opone a la evangelización, sino determina el estilo de ella».

Una cierta analogía está también en el contexto de la oración. «Los grandes monjes que re-evangelizaron Europa después de las invasiones bárbaras eran hombres salidos del silencio de la contemplación y que se manifestaban solamente cuando las circunstancias lo permitían». Por eso, «no basta» solamente la oración «para los misioneros», es preciso también aquella «de los misioneros». Hoy existe el peligro de «un activismo febril y vacío», de quien olvida el «contacto con la fuente de la palabra». El Padre Cantalamessa comparó los predicadores que predican sin rezar con un equipo de bomberos que va a trabajar sin tanques de agua. Por eso, «hace más evangelización quien reza sin hablar que quien habla sin rezar».
El modelo perfecto que trajo Cristo fue la Virgen María. «Ella traía la Palabra en su vientre, no en su boca. Era plena, también físicamente, de Cristo y lo irradiaba solamente con su presencia. Jesús le salía de los ojos, del rostro, de toda su persona. Cuando alguien se perfuma, no precisa decirlo, basta estar cerca de esa persona para que percibamos y María, especialmente en el tiempo en que lo traía en el vientre, era plena del perfume de Cristo», concluyó el Padre Cantalamessa.

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