De la Carta Pastoral sobre Narcotráfico y Drogadicción del Episcopado de Bolivia

 


«Escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia.» Deuteronomio 30,19
Los centros educativos se han convertido en el blanco de los microtraficantes de drogas
A los que se consideran católicos y creyentes en Cristo les demandamos ser coherentes con su bautismo y vocación cristiana de ser seguidores del Señor de la Vida, ya que el narcotráfico es instrumento de muerte y grave pecado ante Dios.
Renunciando a esa actividad que es un delito y una grave violación a la dignidad del ser humano
El dinero no nos da la verdadera felicidad. La violencia usada para amasar fortunas que escurren sangre no convierte a nadie en poderoso ni inmortal. Para todos, tarde o temprano, llega el juicio de Dios

 

86. A los reclusos y reclusas por delitos de narcotráfico les animamos a emprender caminos de superación, rehabilitación y conversión: «Porque cuando Jesús entra en la vida, uno no queda detenido en su pasado sino que comienza a mirar el presente de otra manera, con otra esperanza. Uno comienza a mirar con otros ojos su propia persona, su propia realidad. No queda anclado en lo que sucedió, sino que es capaz de llorar y encontrar ahí la fuerza para volver a empezar».

87. Seguimos con las palabras proféticas del Papa Francisco: «La reinserción no comienza acá en estas paredes, comienza antes, en las calles de la ciudad. La reinserción o rehabilitación, como le llaman, comienza creando un sistema que podríamos llamar de salud social, una sociedad para no enfermar, empezando por no contaminar las relaciones en el barrio, en las escuelas, en las plazas, en todos los centros sociales».

 

A los que están atados a la cadena del narcotráfico

88. A quienes han encontrado en este mal una manera de hacer dinero, les reclamamos coherencia con su condición de persona humana y ser testigos de vida y no de muerte. Les pedimos que sean responsables frente a sus hijos, a la juventud y a la construcción de una sociedad más segura y fraterna, renunciando a esa actividad que es un delito y una grave violación a la dignidad del ser humano y al orden ético.

89. A los que se consideran católicos y creyentes en Cristo les demandamos ser coherentes con su bautismo y vocación cristiana de ser seguidores del Señor de la Vida, ya que el narcotráfico es instrumento de muerte y grave pecado ante Dios.

90. A todos ellos, en este año del Jubileo de la Misericordia, les pedimos asumir con valentía y esperanza el camino de la conversión personal. Sepan que este camino los conduce a un Padre misericordioso, que los perdona y acoge para que cambien de vida y sean constructores del Reino de Dios, aquí y ahora. «Pienso en modo particular a los hombres y mujeres que pertenecen a algún grupo criminal, cualquiera que éste sea. Por vuestro bien, os pido cambiar de vida. Os lo pido en el nombre del Hijo de Dios que si bien combate el pecado nunca rechaza a ningún pecador. No caigáis en la terrible trampa de pensar que la vida depende del dinero y que ante él todo el resto se vuelve carente de valor y dignidad. Es solo una ilusión. No llevamos el dinero con nosotros al más allá. El dinero no nos da la verdadera felicidad. La violencia usada para amasar fortunas que escurren sangre no convierte a nadie en poderoso ni inmortal. Para todos, tarde o temprano, llega el juicio de Dios al cual ninguno puede escapar».

 

LOS CRISTIANOS SIGNOS DE VIDA Y DIGNIDAD

91. La Iglesia está comprometida en primera línea en la denuncia del narcotráfico, la tarea de rehabilitación de los drogadictos y la atención a los encarcelados para que recuperen la vida digna de hijos de Dios.

92. La Iglesia cumple este servicio a través de la acción social de sus instituciones, de las congregaciones religiosas, sacerdotes y laicos que trabajan en centros de rehabilitación y hospitales, así como mediante muchas obras de prevención con niños y adolescentes y su labor pastoral con los jóvenes y las familias.

93. Llamamos a todos los operadores comprometidos en estos servicios a seguir realizando esta labor con espíritu de caridad cristiana, con profesionalidad y coordinación para que incidan más eficazmente en esta compleja realidad.

94. La familia, espacio propicio para la prevención de las drogas y la rehabilitación de sus miembros víctimas de este mal, tiene que asumir con responsabilidad esa tarea. Es el amor, la comprensión, la educación en valores, el ejemplo, el testimonio de la fe y el acompañamiento recíproco, lo que ha de ser la defensa más fuerte para resistir la amenaza de las drogas.

95. Exhortamos a los cristianos y comunidades a acompañar solidariamente a las familias que tienen a uno de sus miembros encarcelado por el delito del narcotráfico, para superar el estigma y el daño moral que sufren ellas mismas en la sociedad.

96. La Pastoral Penitenciaria, conocedora de la realidad de las personas privadas de libertad por narcotráfico, está llamada a asistir a estos hermanos en la recuperación de su dignidad y en su reinserción en la sociedad y en el trabajo honesto, y a sensibilizar a la opinión pública para que preste su colaboración.

97. Animamos a la Pastoral Juvenil yala Pastoral Educativa a fortalecer su trabajo de concientización de la juventud sobre los peligros de la drogadicción y a implementar acciones que fomenten el rechazo al consumo de drogas y testimonien el valor y la real posibilidad de una vida digna, alegre y auténtica. «Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven, es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte».

98. Es necesario reafirmar la importancia de la educación en valores y en principios humanos y cristianos, como acción prioritaria y fundamental de la comunidad educativa, en particular por la gravedad del problema de la drogadicción. Reiteramos nuestra convicción, basados en el derecho inalienable de los padres a educar en sus propias convicciones éticas y religiosas a sus hijos, de la necesidad de la materia de religión en el sistema educativo.

99. Es urgente articular la común responsabilidad de educadores, padres de familia, agentes pastorales y otras instancias públicas y privadas involucradas en acciones concretas: tomar conciencia de que los centros educativos se han convertido en el blanco de los microtraficantes de drogas, implementar programas de prevención, generar condiciones de control y seguridad y vigilar para que los estudiantes no caigan en las redes de quienes buscan la ruina de niños y jóvenes induciéndolos a la drogadicción.

100. Los grupos juveniles sean una alternativa atractiva a las pandillas y ofrezcan espacios de crecimiento en la fe, autoreconocimiento, convivencia, amistad, desarrollo personal y servicio. Promuevan y sean referentes de convicciones firmes, con sentido crítico y ético para que ningún joven caiga en la drogadicción. Para ello, la Pastoral Juvenil forme animadores cristianos con capacidad de guiar a los jóvenes hacia una vida con un futuro esperanzador y responsable.

101. La Pastoral de la Salud siga incrementando su compromiso en la prevención del uso de las drogas mediante campañas y acompañamiento con expertos en terapias de rehabilitación de las víctimas de este mal, desde un enfoque integral y en cooperación con entidades públicas y privadas.

 

Ver Documento Completo

Fuente: Conferencia Episcopal Boliviana, La Paz, 01 abr 2016