Nos encontramos a pocas  horas de la llegada a Chile de la Imagen Peregrina  de Nuestra Señora de Fátima.

 

Estimados hermanos Consagrados a María:

  Nos encontramos a pocas  horas de la llegada a Chile de la Imagen Peregrina  de Nuestra Señora de Fátima.

Este peregrinar, cuando nuestro Señor lo puso en nuestros corazones, no fue fruto de una iniciativa personal, de una capacidad de estratega apostólico, ni de un criterio pastoral acertado, sino claramente de una moción de su Hijo, nuestro Señor, otorgada a todo un continente, que en su Divino Corazón anhela vernos palpitar con el mismo impulso que hizo palpitar su infante, Sagrado y Humano Corazón, en el Inmaculado  y Virginal vientre de su Madre Santísima. Claro está que el Verbo de Dios hizo Santa y Pura la Maternidad que lo cobijaría en la Encarnación y que le impulsaría, maternalmente, a dar los pasos  redentores en la vida humana, de la misma manera que Él impulsa a su Madre, con los dones del Divino Espíritu, por la senda de una Vida Co-Redentora, plenamente adherida a la voluntad de su Hijo y Dios.

  Por eso el Mensaje de Fátima, es uno de aquellos misterios que integra todo tipo de devociones, advocaciones y manifestaciones de piedad. Forma parte por supuesto de una serie de Apariciones reconocidas por la Iglesia, en sus diversas dimensiones, que nos conducen a la esencia del dato Revelado, y en lo fundamental para acoger el Reino de Dios, que es la Conversión, la penitencia, la oración y el Sacrificio, según lo explicaban Benedicto XVI y San Juan Pablo II, conduciendo por los caminos de la gracia, a una fortaleza en las virtudes Teologales de la Fe, la Esperanza y la Caridad,  sumergiéndonos, tal como lo hizo con los santos Niños Pastorcitos, en el conocimiento íntimo del Amor trinitario y los conduce a saborear al mismo Dios como el hecho más hermoso de la existencia humana, para llegar a exclamar, como Santa Jacinta Marto: “Me gusta mucho decirle a Jesús que lo amo. Cuando se lo digo muchas veces, parece que tengo un fuego en el pecho, pero no me quema”.Lo mismo en San Francisco Marto que  decía: “Lo que más me ha gustado de todo, fue ver a Nuestro Señor en aquella luz que Nuestra Madre puso en nuestro pecho. Quiero muchísimo a Dios”. (Memórias da Irmā Lúcia, I, 40 e 127).

 Además Fátima tiene una pedagogía y metodología, que comienza con las apariciones del Angel, continúa con las Apariciones de la Virgen y sus Mensajes, continua con el Milagro del Sol y las Apariciones anunciadas, y continúa con las Revelaciones del Inmaculado Corazón y la vida misma de los pastorcitos. Por eso es que Fátima no debe mirarse como una devoción que haga  desvalorar otras devociones particulares o locales, o que entre en conflicto con otras advocaciones. Ya es un error negar que hay una continuidad y correlación entre una y otra, y con el mismo contenido de la Fe. 

  Fátima, según la doctrina y el actuar de los Papas, contiene un Mensaje trascendente para la humanidad, la Iglesia, en estos tiempos que vivimos y los que se avecinan, que no podemos desconocer.

  Fátima es una llamada a volver a ser como niños, y en la inocencia de los pequeños y sencillos de Corazón dejarnos conquistar por la primacía de la gracia y dejarnos conducir por el amor sobreabundante del Señor, para estar en profunda comunión con su querer, para dar Gloria a Dios, para salvar almas, y para reparar los pecados, como lo realizo eficazmente Cristo en el madero de la Cruz, lugar donde estableció la presencia ineludible de su Madre Santísima, en el caminar de la Iglesia para los tiempos venideros.

  Fátima nos exige preguntarnos, el porque ha sido la tibieza, hasta ahora nuestra respuesta frágil y tardía, el porque de nuestro orgullo y vanidad  lo que se antepone ante los planes del Señor, cual es la causa que nos cueste tanto sacrificarnos en las cosas pequeñas y en el silencio, por amor al Señor y compasión por nuestros hermanos. 

  Debe resplandecer ante nuestra mirada la figura de los Santos Pastorcitos, que sin publicidad, sin buscar prevalecer, sin  reconocimientos, sin llamar la atención, sin ningún tipo de poder del mundo o de los hombres, hicieron lo que Jesús nos pide a nosotros: sufrir para reparar, padecer por amor, orar y adorar con la vida.  En el anonimato, estos pequeños hicieron que el Mensaje de la Virgen trascendencia el tiempo, el espacio, los océanos y continentes.

  Por eso es que el Mensaje de Fátima busca renovarnos, fortalecernos y darnos fundamentos  sobrenaturales a tantas experiencias y contenidos de piedad y devoción, que por negligencia nuestra, y no por que no sean eficaces, no han tenido  los frutos esperados, de santidad, fidelidad, fervor y caridad entre los chilenos y los fieles de la Iglesia. Si nuestras tradiciones y devociones no nos han hecho santos y no han podido impedir el abismo de pecado, sacrilegio, herejías, profanaciones y abusos, es porque falta, en nuestro corazón, la palabra que el Bautista repitió incansablemente desde el Jordan, preparando la venida del Señor: ¡Conversión!

  

   Hace pocos días,  en las Tierras de la antigua Cristiandad, conversando y conociendo más  un matrimonio lleno del Amor de la Madre, me llamó la atención que,  estando  decididamente entregados a vivir el Mensaje de la Reina de la Paz, teniendo incluso marcas físicas, por los ayunos y las penitencias, inundados de la alegría de la Visita de la Virgen de Fátima a Chile, me hicieron la petición que pidiera, para ellos, el don de “la conversión”. Tienen claro que es lo único necesario y eficaz que podemos pretender, y que derriba todos los obstáculos que se ponen a los planes del Señor. 

   Lo demás es solo obra de la gracia…

No son nuestras estrategias, nuestras eficacias, nuestras redes o capacitaciones, sino solo el inclinarnos como los Pastorcitos con el Angel y decir con el corazón:  ¡Dios mío, yo creo, adoro, espero y te amo! ¡Te pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan, no te aman!

Lo demás viene por añadidura.

Anhelo que junto con encontrarnos todos, a los pies de la Virgen Santísima, en estos días gloriosos y esperanzadores que se inician, signo del Reino del Señor, sea nuestro urgente anhelo encontrarnos en el cielo, para dar Gloria al Señor y darle alabanzas de gratitud, por poder llegar a su Reino en los brazos benditos de nuestra Madre Celestial, que compadecida de nuestra pequeñez, nos rescató con sus lágrimas y nos sustento con el amor de su Hijo Jesús, nuestro Dios y Señor. Dios los bendiga…

 

(Homilía en el Encuentro de Esclavos de María, Sábado 7 de Septiembre del 2019)