Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios

Cuando preguntan, ¿Dónde en la Biblia dice que bauticen a los niños? Podríamos responder con otra pregunta: ¿Dónde en la Biblia dice que se bauticen sólo los adultos?  Pero además tanto la Biblia como la práctica de la Iglesia desde el primer siglo indican que los niños deben ser bautizados en la fe de sus padres. El bautismo es un don para la salvación de todos, incluso de los niños. 

Algunos cristianos se oponen al bautismo de los niños porque estos no tienen uso de razón para aceptar la fe. Siguiendo esa lógica ¿Le pedimos permiso a los niños para darles la vida natural?, ¿Esperamos a que sean mayores para comenzar a educarlos? Claro que no. Cuando los padres le dan al niño el don de la vida y lo educan, no le quitan por eso la libertad. Al contrario. En nombre del bien del niño  deciden ellos, para procurar los medios necesarios para que el niño, en el futuro, pueda ejercer  adecuadamente su libertad.

Jesucristo concede instrucción y fe para los que se convierten (cf. Mat. 28,19–20). Por eso la Iglesia requiere un catecumenado para formar a quienes se bautizan de mayores. Sin embargo, los niños pequeños deben ser bautizados aunque aun sean incapaces de recibir formación. Razón: El bautismo es un don de Dios por el cual entramos en la vida de la gracia. Es regalo de Dios y no depende de ningún mérito. Cada uno debe responder y prepararse a ese don según sus posibilidades tomando en cuenta su edad y la capacidad. Los padres deben comprometerse a formar a sus niños bautizados en la fe con la ayuda de la gracia. En el bautismo se planta la semilla y después viene el crecimiento. El bautismo de bebés no les quita la libertad ya que más tarde podrán aceptar o rechazar la fe. 

Que dice la Biblia:
Jesús enseñó la necesidad de que todos se bauticen para obtener la salvación (Jn 3,5), la cual es un don. El no excluyó a los niños.

El bautismo es un don para todos, no solo adultos: 
San Pablo: «pues la Promesa es para vosotros y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.» Hechos 2,39

Jesús dice: «Dejad que los niños vengan a mi» y  los pone como modelos para atener el Reino:
«Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara, y al verlo los discípulos, les reñían. Más Jesús llamó a los niños, diciendo: «Dejad que los niños vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios».  -Lucas 18,15-16, cf Mateo 19,14. 

«Niños pequeños» (Lc 18,15), en el texto griego (original) es «brepha», que significa «infantes», es decir, niños de brazo que aún no tienen uso de razón. Jesús mismo dice que de ellos es el Reino de los Cielos. ¿Podemos nosotros prohibirle a los niños el bautismo, por el cual se entra en la vida del Reino?. El bautismo es para todos y cada cual se le pide el asentimiento que es capaz de dar según su edad. 

El bautismo, según Pablo, remplaza la circuncisión (cf. Col. 2,11–12). Normalmente los judíos circuncidan a sus niños poco después de nacer, antes de que estén formados en la fe. De la misma manera un niño nacido en familia cristiana es bautizado poco después de nacer. Más tarde recibirá la formación en su fe según su edad, podrá cooperar con el don del bautismo que ha recibido y será libre para decidir si acepta o no el don de Cristo.  

En el caso de conversiones de adultos, judíos y católicos seguimos el mismo orden: Los judíos requieren que el converso acepte la fe antes de ser circuncidado. Los católicos requieren formación y libre aceptación de la fe antes del bautismo de adultos. 

El bautismo de niños es la práctica de la Iglesia desde el principio. 
En la Iglesia del Nuevo Testamento, cuando la cabeza de la familia recibía el bautismo, se bautizaba toda la familia. Ej.: El carcelero es bautizado con «todos los suyos» (cf. Hch 16,15.33; 18,8; 1 Co 1,16). No se encuentra en el Nuevo Testamento ningún caso en que los niños sean excluidos del bautismo ni tampoco hay un caso en que los hijos de cristianos sean bautizados más tarde.   

Testimonio de los primeros siglos 
Orígenes, escribió en el año 244A.D. que «el bautismo se le da a los infantes» (Homilías sobre Levítico, 8:3:11). El Concilio de Cartago, 253A.D. condenó la opinión de que el bautismo no debe darse a infantes hasta el octavo día de su nacimiento. Más tarde Agustín enseñó: «La costumbre de la Madre Iglesia de bautizar a los infantes ciertamente no debe ridiculizarse… ni se debe creer que su tradición es otra cosa sino apostólica» (Interpretación literal del Génesis 10:23:39 [A.D. 408]). 


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