Ciudad del Vaticano.- El Cardenal Secretario de Estado Tarcisio Bertone presidió la Eucaristía para los participantes del Simposio de los nuevos obispos ordenados en los últimos doce meses.  «Un cristiano, más todavía un sacerdote y un obispo, no debe conformarse al mundo por miedo de ser criticado o por deseo que todos hablen bien de él»

 

 

 

«Un cristiano, más todavía un sacerdote y un obispo, no debe conformarse al mundo por miedo de ser criticado o por deseo que todos hablen bien de él»: fue el comentario que el purpurado hizo en la ocasión a propósito del pasaje de las Bienaventuranzas propuesta por la liturgia del día en la cual Jesús dice: «Ay de vosotros, cuando todos os bendijeren, pues del mismo modo sus padres trataban a los falsos profetas» (Lc 6,26).

 

«Si las personas nos critican porque no vivimos fielmente a nuestra vocación y a nuestra misión, ciertamente debemos examinarnos y cambiar. Pero si somos criticados porque no seguimos los criterios del mundo y las modas del momento, debemos permanecer serenamente firmes en nuestra fidelidad al Evangelio y a la auténtica enseñanza de la Iglesia. De ese modo la felicidad prometida por el Señor estará en nosotros desde ya», explicó el Cardenal Secretario de Estado.

 

El Cardenal Bertone afirmó que la Virgen Santa es nuestro modelo en ese recorrido de fidelidad a Cristo y a su Evangelio: eso significa colocar el ministerio sacerdotal y episcopal «en el seno de la obediencia mariana» que es «la obediencia de la fe, mediante la cual transferimos a nuestra propiedad de nosotros mismos para Cristo en el servicio generoso y fiel a su Iglesia».

 

En seguida, el Cardenal exhortó a los nuevos obispos a no perder el ánimo en las dificultades que encontrarán en el cumplimiento de su ministerio.

 

Y, por último, el prelado comentó la primera Carta a los Corintios, en la cual San Pablo «interviene para ayudar a los cristianos a una elección del estado de vida inspirada por la verdadera libertad evangélica, que tiene su fundamento en la relación con el Señor», eliminando «los preconceptos derivados de los miedos y distorsiones del ambiente».

 

«Ningún estado de vida, matrimonio o virginidad, es por sí salvífico. Quien salva es el Señor. Por eso lo que cuenta es la fidelidad en relación a Dios, a ser vivida en cualquier condición», finalizó el Secretario de Estado Vaticano.

 

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