Sabios consejos de un anciano párroco a un joven vicario parroquial (En memoria del R.P. Miguel Urrutia)

Mira la Cruz y lo comprenderás. 

No dejes de rezar por tus fieles. Que no dejen de verte de rodillas, ante el Señor… Así comprenderán que es verdadero lo que les predicas. 

No seas amigo de las fiestas. Te invitan por gentileza pero agradecen más tu sobriedad. Se ríen con tu simpatía pero prefieren tu ejemplo edificante.

Comparte el té del pobre con la misma reverencia que la mesa del rico. Ambos veneran tus manos, ya que consagras el pan del cielo que los sustenta.

No busques reemplazo en tus oficios, para que puedas ir al teatro o por eventos sociales. Ellos dejan de lado el mundo y su descanso necesario, para estar contigo en la Santa Misa o el confesionario.

Valora tanto al que te aporta con el trabajo sencillo y modesto, como al que te hace una crítica constructiva. El que siempre te alaba es el que menos te respalda. 

No busques la gratificación por el trabajo que hacen otros. Los fieles te admiraran por ser justo, honesto y consecuente. Si criticas al antecesor o murmuras sobre el párroco vecino perderás autoridad y credibilidad. Tu modestia habla por sí sola.

 Que tus colaboradores no te hagan el trabajo que te corresponde a Tí. Por el contrario, que tu sacrificio y celo sean tus mejores vicarios. La gratitud de tus ovejas les impulsará para imitar tu ejemplo. 

Nunca manipules ni te dejes manipular sino que busca reconocer la verdad en cada testimonio y distinguirla del juicio temerario y la difamación resentida. Cuidado que aveces los más próximos se transforman en un cerco que nos filtra la luz y nos dejan a oscuras.

No trates a los demás como empleados, inquilinos o servidumbre. Si lo haces, dejaste de ser Pastor y no te verán como ministro del Señor. Trata a los demás con la reverencia con que nos trata el mismo Dios. Mira la Cruz y lo comprenderás. 

Si piensas en tu tiempo, tus gustos, tus entretenciones…peligro: Puede ser signo de crisis. El corazón del esposo se regocija en la medida que se afana en su esposa e hijos y tú también estas desposado, en Cristo, con su Iglesia. 

  Mira en tu Obispo a un Padre…si lo miras solo como un Jefe no comprenderás tu misión ni la alegría de ser enviado por el Señor.

   Reconoce en el pobre a tu «hermano» y trátalo como tal, por que fuiste hecho «hermano» por el Hijo Eterno de Dios que se compadeció de tu pobreza.

Por lo mismo, solo hay un lugar privilegiado donde descansarás, te alegrarás, serás renovado y encontrarás verdadero consuelo: el Sagrario y el Altar. No hay mejor amigo que el Señor y recuerda que tiene corazón humano, por lo tanto te escucha y comprende como nadie.

(Palabras inspiradas en los consejos del R. P. Miguel Urrutia a un joven sacerdote que él formó.)

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