No es lo mismo ser soltero que ser célibe. El soltero conlleva un aspecto negativo; etimológicamente viene de «solutus»: el que anda suelto. En cambio el célibe está unido, vinculado esponsalmente a Cristo y su Iglesia.

Notas sobre el Celibato Sacerdotal

El celibato es un misterio de FE.

No es lo mismo ser soltero que ser célibe. El soltero conlleva un aspecto negativo; etimológicamente viene de «solutus»: el que anda suelto. En cambio el célibe está unido, vinculado esponsalmente a Cristo y su Iglesia.
Por lo mismo el celibato solo tiene sentido a la luz de la fe. No es lo mismo ser soltero (carecer de vínculo específico con Cristo Esposo), que ser célibe (estar unido inmediatamente a Cristo). En medio está el matrimonio que es vinculación temporal mediante el signo de la esposa o el esposo humanos. El hombre carnal solo puede percibir la soltería; la virginidad es cuestión de fe. Y vivirla incluye un ejercicio de fe continuo.
Desde el Bautismo se establece una vinculación con Cristo Esposo. No es todavía una vinculación madura; el hombre es una persona en evolución y la personalidad psicológica tarda en desarrollase. Movido por Cristo -aún sin ser consciente de ello- va madurando el cristiano hasta la adultez: Capaz de usar la fe con espontaneidad, intensidad y extensión. Contempla ya a Cristo como Esposo de su alma, no simplemente como amigo o hermano, penetra en la intimidad del Padre, porque ya conoce al Espíritu Santo. Así es capaz de transmitir vida en unión con Cristo Esposo.
Ahora se produce una decisión interior -producida por la gracia- para recibir el modo de unión con Cristo Esposo y su Iglesia y su colaboración con el Padre aquí en la tierra. Desarrollada su capacidad personal cristiana tiene necesidad de un amor total: totalidad que incluye los diversos aspectos de la persona, intelectual, volitivo, sensible, corporal, de bienes externos. Desea amar a alguien en amistad, es decir, en reciprocidad y desea que ese amor sea total en el tiempo, siempre, y total en las posibilidades, fecundo.
Sabe que esto debe recibirlo, como todo, del Padre por Cristo en el Espíritu Santo. Y lo espera de ellos. Sabe que puede entender su voz, si está a al escucha por las luces interiores que iluminan las palabras de la Escritura interpretada por la Iglesia y por las circunstancias exteriores o interiores de su vida (juicios propios, sentimientos, atracciones volitivas…). Pero sabe siempre que en eso hay llamada divina a esa unión de desposorio con Cristo, de unión amorosa total con Él.
Al aumentar su capacidad de influir de manera eficaz en el Cuerpo místico, se establece una vinculación predominantemente activa. Esta vinculación con Cristo, a nivel afectivo, que es el que nos interesa, puede ser de dos maneras:
Sacramentalmente: Matrimonio. Se une a Cristo a través del signo del esposo o de la esposa.
Celibato: Unión inmediata con Cristo Esposo. Necesita más madurez psicológica y afectiva que el cónyuge.
Por tanto, el celibato es una realidad sobrenatural que se vive en y desde la fe. Esto explica que los problemas de secularización sean problemas de fe. De aquí la importancia, de la madurez del aspirante a las Sagradas Órdenes: Incluso psicológicamente debe estar vinculado a Cristo Esposo; “le siento cerceno”, intimidad.
No se trata simplemente de que el individuo viva sin mujer, pero sin vincularse psicológicamente a Cristo. El que psicológicamente no está vinculado a Cristo, no está viviendo el celibato, aunque no haga “cosas feas”. El célibe ve a Cristo por todas partes, está gozosa y profundamente adherido de Él y Cristo le basta. Celo es que le deje satisfecho en esta vida (en esta vida no deja satisfecho así nada, porque entonces no habría otra), pero es consciente que la atracción que le produce Cristo, el sagrario, no se iguala a ninguna otra de este mundo. El que no tenga esta experiencia, que no se presente a las Órdenes. Es imposible tener auténtico amor a Cristo y no desear morirse (San Pablo, Santa Teresa… y todos los santos de la corte celestial); cosa distinta es que el individuo se dé cuenta de que está verde y prefiera pasar el purgatorio aquí que es mas divertido.
Frecuentemente aunque el individuo tenga muy buena voluntad, no puede menos de estar afectivamente descompensado. Pues por eso ha de tener la suficiente intimidad con Cristo para poder vivir a gusto y aguantar los malos ratos que llegarán. La reacción ha de ser: “No se me ocurre, fuera de Cristo, que haya otra cosa creada en este mundo que pueda satisfacerme afectivamente”. Según el pensamiento de San Juan de Ávila, el que no tenga experiencia de que Dios le basta, que no se ordene.

¿Cómo se vive por tanto el celibato? Cultivando sobre todo la fe.

Hay un error muy frecuente: Comparar el celibato, como relación con Cristo, con la relación de las mujeres simplemente. No se puede comparar el celibato con la totalidad de las personas. Otros favorecen una visión egoísta y posesiva de las personas, pues proporcionan un rato agradable con su compañía. Sucede que un sacerdote estará junto al sagrario un rato, pero después buscará a unos amigos aunque sean sacerdotes, para pasar un buen rato; indefectiblemente serán los que le caigan bien. Nada.
La afectividad es una totalidad y así se manifiesta. Frente a esto está el eterno problema de que «somos hombres», «vivo con mis padres porque están solos, necesitan compañía…». Un sacerdote que necesita estar con su madre para que le dé afecto, está faltando al celibato.
Como Jesucristo se manifiesta como signo fundamental en el superior, si no vivo la OBEDIENCIA, no vivo a Cristo; y si no vivo a Cristo, no hay celibato que valga. Para vivir el celibato, es preciso ir formando una actitud de célibe, una actitud afectiva; la obediencia es el fundamento significado en el signo sacramental del superior (el Obispo) y en la Eucaristía.
El celibato es una actitud de afectividad permanente, que Jesucristo me concede, porque se me revela, se me da con tal atractivo, que me doy cuenta de que para vivir no necesito nada más. Lo que no quiere decir que ya, de momento no necesite.
Cuanto más ame y conozca a Jesucristo, no necesitaré ninguna expansión afectiva. Porque nada se constituye como algo necesario y porque está en proporción a la afectividad de Cristo.
La caridad consiste en estar a gusto con todos y no necesitar de nadie.

Afectividad

Dios es Amor y el ser humano, por ser imagen de Dios, es Amor. Existimos, somos creados en cuanto somos don de Dios y correspondemos a su amor. Nos desarrollamos en esta relación personal amorosa con Dios, también con los hombres y las cosas.
Amar, por tanto, a imagen de la vida trinitaria, es complacerse en la relación positiva que tenemos con la persona amada, nos complacemos en el bien que posee y le deseamos eficazmente el bien que no tiene.
El hombre se desarrolla amando. Incluso simplemente como hombres tenemos una tendencia a amar a todos. Pero el hombre aquí en la tierra está condicionada por su corporalidad. Así la tendencia a la universalidad queda estancada. Pero esta tendencia real necesita realizarse. Por eso el hombre se desarrolla amando y si este amor está ya elevado por la fe y la caridad, necesita desarrollarse ejercitando la caridad.
Así vamos amando con una conciencia psicológica, no necesariamente refleja y unas realizaciones materiales, a grupos más limitados y concretos, hasta llegar a realizar esta concreción en una persona. Esta es la tendencia normal humana.
Esta tendencia a un amor particular va llenando la exigencia de un amor total (todos los niveles), exclusivo, eterno, fecundo. Pero sucede que en la tierra, todo esto respecto de una persona concreta no se puede dar nunca, pues no habrá una unanimidad en el pensamiento, en la voluntad, en la sensibilidad, no habrá una eternidad, pues mueren, una fecundidad, pues en el fondo pocos hijos. Estas son las limitaciones del matrimonio.

¿Dónde se puede realizar este amor? En Jesucristo.

Cristo nos conoce en cada momento totalmente. Es el único que me conoce. Una persona humana me alaba, porque tiene hecha una buena imagen de mí, que la puede cambiar en cualquier momento, en cuanto haga algo que no le agrade. Cristo no tiene conocimiento de una imagen mía, sino de mí y absolutamente. Ha muerto por mí conociéndome perfectamente. Jesucristo no tiene que fiarse de mí, porque me conoce perfectamente. Y es el único hombre que puedo conocer progresivamente, porque se me ha revelado. Nunca voy a, conocerle del todo por ser una persona divina, pero sí iré creciendo hasta llegar a un conocimiento plenamente saciativo. Voy creciendo en las certezas de Jesucristo; esta es la identificación de quien tiene el pensamiento de Cristo.
Esto mismo se puede decir de la voluntad. Me ama totalmente, poderosamente, intensamente… y de la sensibilidad.
Todo esto desde siempre, desde el Bautismo. Con amor eterno. Si se interrumpe será por un acto personal mío de rechazo. Resucitaré y glorificaré al Padre eternamente. “Somos un solo espíritu con Cristo”. Hemos de crecer en esta experiencia de su Presencia.
Este amor de Cristo es fecundo. Aunque no somos la fuente única de la vida para nadie, estamos comunicando vida continuamente. La Palabra de Dios, por ejemplo, es fecunda y nosotros la predicamos continuamente, «a tiempo y a destiempo».
Cristo es el Esposo en el que se realiza toda esta tendencia de la caridad y del amor en un solo ser humano.
Un matrimonio está en conflicto continuo entre la tendencia universal al amor y la tendencia a la persona concreta, pues tiene que atender a los intereses familiares.
En el celibato cuando atiendo a una persona en Jesucristo, estoy atendiendo a la Iglesia entera. Si atiendo al que debo, estoy atendiendo a todos, -porque- Cristo que es mi Esposo llega a todos. No hay contradicción. El amor de Jesucristo en vez de aislarnos, fomenta continuamente esta tendencia al amor universal, que es la verdadera caridad.
Jesucristo Esposo se compromete a llenar todas nuestras capacidades efectivas, levantándolas sobre lo puramente natural, consagrándolas, dedicándolas a una perfección y fecundidad sobrenaturales. Evidentemente se acaba el riesgo de que tal unión sea difícil o fracase. Solo depende de mí. Por parte de Cristo nunca puede fracasar. En cambio en el matrimonio, forma terrena, puede fracasar como tal por culpa de uno de los dos cónyuges.
Todo esto vivido con intensidad y complacencia es lo que me dispone para recibir el don del celibato.
La alegría real es un elemento que brota de esta complacencia, no la alegría mundana fruto de la complacencia material o emocional. Un celibato bien vivido es compatible con esta alegría que nace de la caridad, es su mejor signo, y también es compatible con lo expresivo sensible de la caridad o con un bajón depresivo. Cristo vive en uno y redunda en toda la persona alma y cuerpo.
El célibe no “echa de menos” ninguna otra cosa en el nivel afectivo, aunque sienta cosas afectivamente.

Unión con Cristo Esposo

El celibato es una unión-relación inmediata, explícita, exclusiva y total con Cristo.
Inmediata: Quiere decir que no busco las cosas o las personas como medios para unirme a Cristo, sino al revés. La unión con Cristo, que es lo más inmediato, me lleva a hacer tal o cual cosa.
Por aquí vienen muchas deficiencias, porque la unión con Cristo no solo es inmediata respecto de las personas (lo cual es claro), sino también respecto de las tareas y las cosas. De ahí la unión tan estrecha del celibato con la POBREZA.
Una consecuencia clara: Al célibe no le podrá costar hacer las cosas. Cristo vive en él como célibe y se constituye en principio de superaciones para mí, pues vive ofreciéndoseme continuamente y revelándoseme inmediatamente.
Exclusividad: No hace nade sino desde Cristo. El amor exclusivo de Cristo me lleva a relacionarme con todos de un modo nuevo, único, p.e. con los padres: En la medida en que ellos que son colaboradores de Dios para mi vida de célibe, me necesiten, les atenderé desde esta relación. El resto, primos, hermanos… sobran en este sentido.
Esta exclusividad es un testimonio. Actualmente los sacerdotes que viven con sus padres ayudándoles en su vejez, dan un testimonio de caridad que la gente percibe; la actitud del sacerdote en relación con sus padres será desde el amor exclusivo a Cristo Esposo, con todas las consecuencias que esto lleva consigo. Esta actitud es distinta de la del soltero.
Cuanto mías llene el amor de Cristo, menos se necesitará de otros amores o afectos. El ejercicio de la caridad aumenta esta capacidad afectiva del célibe.
En el Antiguo Testamento propiamente no hay celibato: “No es bueno que el hombre esté solo”.

Comienza con Cristo.

Explicitud: La exclusividad se transparenta en la tendencia a la explicitud. Se nota en las tareas sacerdotales. Hay tareas sacerdotales y otras que corresponden a los laicos. Hacer todo como sacerdote, con intención puramente sacerdotal.
Totalidad: Se realiza poco a poco y según progresa la fe, la esperanza y la caridad. Y totaliza la personalidad entera del célibe.
En resumidas cuentas, el celibato es la “indivisión afectiva”. Algunas veces se pretende dar razones para el celibato, que valen solo para la soltería bien llevada. Por ejemplo, el tiempo, la disponibilidad; lo que da la capacidad de trabajo no es el tiempo, sino la indivisión afectiva.

Madurez afectiva

El nivel afectivo del celibato incluye la voluntad como un querer hacer algo, pero incluye también los sentimientos del alma y la afectividad emocional (=sensibilidad).
En el celibato del sacerdote diocesano entran las formas de expresión del afecto, propias de la caridad pastoral.
La madurez afectiva quiere decir que la realización del celibato no le cause perturbaciones normales, ni actuales ni previsibles. No podemos eliminar la posibilidad de perturbaciones ocasionales. Pero las pequeñas perturbaciones le sirven al sacerdote de experiencia positiva y acrecientan la virtud.
El que prevea que va a tener problemas por las circunstancias, efectivas, con resonancias fisiológicas o no, que lo deje.
El celibato nos lleva e. amar con todas las fuerzas y a amar ya. Esto es la caridad. Amor intelectual de estima. Caridad se relaciona con el término “caro”. Caro es algo estimable, querido, algo que vale y por lo que estoy dispuesto a dar la vida por ello.
Si normalmente esto no lo siento todavía, no debo ordenarme todavía. ¿Estimo de verdad a la persona? ¿Me alegro de que esta persona exista? Esta es la actitud de Cristo: Estima como complacencia de la voluntad.
El celibato exige un nivel de madurez afectiva muy alto. No quiere decir que se esté en colmo de la perfección. Pero al menos los fallos si hay madurez, se ven como fallos, acrecientan la humildad y aumentan la conciencia del amor de Dios hacia él; crece también la comprensión de los demás. Nunca tendrá el celibato en el grado último de perfección, pero se irá realizando progresivamente.

Relación con el Padre y con el Espíritu Santo

El celibato pone al individuo en un especial contacto con el Padre y con el Espíritu Santo. Es una relación más inmediata con las Personas divinas, por la especial relación con Cristo.
Si el dinamismo funciona bien, crecerá la unión – amor al Padre y al Espíritu Santo. Tendré actitud filial continua participada de Cristo, y docilidad más plena al Espíritu Santo.
Esta actitud filial origina una forma de vida consecuente: Reconocer con facilidad la autoridad del Padre en los superiores, la acción de Dios en los padres humanos… En general lleva a un reconocimiento de la acción del Padre, con los matices de satisfacción, de gusto, de gozo; también acrecienta la conciencia de humildad y pobreza: “Te doy gracias, Padre…”.
El celibato es un carisma, una “caricia” particular de Cristo. Todo esto no se me da sin una particular unión con el Espíritu Santo. Al principio hay que recurrir frecuentemente al Espíritu Santo, porque se siente el vacío afectivo. Las realidades naturales han de funcionar normalmente y no van en detrimento de la vida espiritual, pero hemos de vivir de otras energías, las espirituales. Y esto solo lo concede el Espíritu Santo. No es de ninguna forma una cualidad el carecer de afectos; no se es más célibe por no sentir afectos. Tampoco es más virtuoso el no sentir gusto por la comida o no tener impulsos sexuales; eso son enfermedades. Por esto en la formación del Seminario se va centrando la afectividad en Cristo poco a poco, de forma que no se desee otra satisfacción distinta de Cristo. Es muy sintomático en este sentido que a unas personas que se están formando en el Seminario para el sacerdocio célibe, no les atraiga pasar ratos de oración ante el Sagrario. Esto es que se están formando mal, sin más. Lo mismo que será normalmente señal de mala formación o de no vocación el que a la altura de Teología tenga caídas contra el sexto mandamiento en solitario o con otra persona.
El celibato es una verdadera escuela de conocimiento y experiencia del Espíritu Santo ¡Qué mejor para un apóstol!

Relación con las personas humanas

El celibato une más íntimamente en Cristo con las personas humanas.
El amor, la caridad se dirige siempre a la persona. Si se ama a alguien por las cualidades que tiene (lo cual es muy frecuente y encima nos parece que Dios debe hacer lo mismo…), no se estaría amando a la persona, no seria caridad. Distinto, claro, de que cuando se ama a la persona, uno se complazca en las cualidades que tiene.
Lo característico de la caridad y por tanto del celibato en cuanto tal, es que amemos a toda la persona. Por eso la tendencia en el celibato es a un amor inmediato, o sea, pasar por alto los artefactos y necesitar menos o nada de cualidades o modos extrínsecos.
El célibe, indiviso de corazón, tiene la disposición de amar a cualquiera que se le presente, porque vive de las valoraciones sobrenaturales.

Así, por ejemplo:

Las cualidades de los demás no serán nunca el fundamento del ejercicio de nuestra caridad.
Las formas de unión serán las que pongan en contacto con la persona en cuanto tal (actos religiosos, sacramentos, trato personal).
La atención a esta persona en concreto no excluye al resto de las personas; es ocasión de referirme a ellas, pues me uno a todas en el Cuerpo místico.
El celibato no disminuye la sensibilidad: El amar a Dios con todas las fuerzas (entendimiento, voluntad, sensibilidad…) lleva a amar al prójimo con todas las fuerzas.
Amar a toda persona con todas mis fuerzas intelectuales: Procuraré entenderle lo mejor posible. Posee un valor personal. Abierto a la eternidad. Soy consciente de que Jesucristo conoce a esa persona perfectamente, pues nuestros conocimientos son en fe. Pienso en la persona como es, en lo bueno que tiene; pienso que no puede fallar a no ser que se empeñe en fallar. Busco a las personas para hacerles partícipes de este amor; nada más.
Amar a toda persona con todas las fuerzas de la voluntad y de la sensibilidad: La diferencia del amor afectivo sensible de un sacerdote no significa que quiera menos a la gente, significa que como la sensibilidad está integrada, carece de unas búsquedas egoístas.
Egoísmo no es lo mismo que amor propio, pues éste último es el modelo del amor cristiano: “Hay que amar al prójimo como a uno mismo”.
En el amor del célibe no se realizan una serie de complacencias como en el amor del esposo. La relación que tiene el célibe con la gente no es nunca una referencia a sí mismo, más que en el nivel sobrenatural de la propia santificación.
El célibe se encuentra a gusto con los niños, con una persona simpática, ante una bella exposición teológica de un seminarista o nota más gusto de hablar con las chicas que con los chicos. En principio no pasa nada. Lo malo es que esos gustos se convierta en determinantes del trato con los demás, pues entonces la relación se centra en aquellos con los que se encuentra mejor.
Hay que tener mucho cuidado de no dejarse llevar de la sensibilidad, pero con todos, no solo con las chicas. Ante una chica se puede estar más en guardia porque se ve más fácilmente la posibilidad de pecado, pero el peligro también está en todos, aunque no se vea fácilmente esa posibilidad.
Los santos han reaccionado de modo diverso ante las circunstancias, por ejemplo, ante la muerte de seres queridos. Así un sacerdote puede tener tres actitudes a la hora de administrar un sacramento a uno que se está muriendo:
Llega y aconseja. Se muestra sereno. Y se marcha. (Esto también lo hace el médico; cada uno cumple su misión y nada más.
Llora desconsoladamente ante la muerte de esa persona. El resto de la familia está deseando que se marche.
Se compadece y sufre con ellos. Pero predica la resurrección y la esperanza cristiana y la conversión y la santidad… Es fuerte.
Es preciso conocer los modos propios de manifestar los sentimientos. Si no se tiene sensibilidad o se intenta no manifestarla, porque se tiene mucha, puede uno caer en la dificultad de no dejar pasar la caridad. Pero si se manifiesta a la gente que se la quiere mucho, puede quedarse solo en la amistad con el sacerdote que le quiere mucho. Solución: Prudencia y encomendarse mucho al Espíritu Santo.
¿Cuáles son las capacidades expresivas que poseo para hacer llegar a los demás el amor de Cristo? ¿Qué detalles necesita realmente la gente para saber que le amamos, sin que pueda pensar que buscamos estar con ella porque nos supone un gusto?

El testimonio del célibe

Hoy nuestra época está especialmente necesitada de testimonio, porque está especialmente paganizada. Y testimonios fuertes, incisivos del ambiente, capaces de horadar las conciencias más cerradas u oscurecidas.
Se podrá quizás hacer teología sin testimonio, pero nunca evangelizar sin testimonio. Al fin y al cabo, evangelizar es dar testimonio del amor que Dios nos tiene; el Evangelio es «buena nueva».
El celibato es una forma de testimonio inmensamente eficaz y fecundo. Porque nos hace testigos inmediatos del amor de Cristo: Nos da la experiencia única de sentir el amor de Cristo. Es necesario tener la experiencia de que el amor de Cristo basta, para poder ser testigos de él y ayudar a que todos fundamenten su vida, por ejemplo, su matrimonio, en este amor de Cristo.

El testimonio del célibe se manifiesta en dos direcciones:

La capacidad de vivir solo: La gente recibe testimonio de esta “soledad”, que interroga y hace preguntarse a todos cómo puede vivirse así. Es ocasión para testimoniar que Jesucristo es más encantador que nadie. Capacidad de vivir solo y pobre, en un tono de vida un poco desagradable a los ojos de los demás.
Otra forma de testimonio en el célibe es vivir con los que le toque (vida de comunidad). Cuando la gente vea que un grupo de sacerdotes, que no se han elegido, viven juntos alegremente y de forma evangélica, se interrogan. No se trata de buscar a unos amigos que suplan a Cristo, sino de vivir solo y ser capaz de tratar con todos.

El sentido de la soledad puede ser doble:

Afectivo Echa de menos una familia propia o se deja llevar por la imaginación de la familia ideal que podía tener (esto es más peligroso todavía). Hay que descubrir que Cristo llena todos los niveles de la afectividad. Si un sacerdote joven echa de menos a alguien, que reconozca que es un déficit y que debería haber salido mejor del Seminario.
La soledad ministerial. Dicho de otro modo significaría que un sacerdote que tiene tendencia, claro, a predicar y cuidar a las ovejas, éstas no se dejan o no aparecen para nada. El cura se siente solo. En realidad no está solo. Porque puede y debe percibir el amor de Cristo Pastor y se deja mover por Él. La cruz de ciertas dificultades en el ejercicio del ministerio (rechazos, soledades, olvidos…) es una participación valiosísima en la Cruz de Cristo. También Cristo se quedó solo. Siempre se puede rezar y sufrir por la gente, aunque no se pueda predicar. Ciertamente no hay que busca esta soledad, estas dificultades y se debería de estudiar a qué sacerdotes se pone en estas circunstancias, pues hace falta mucha fortaleza.
Todos estos criterios deben tenerse muy claros antes de llegar al diaconado, al menos a nivel intelectual. ¿Cómo no se estudian mucho más estos criterios de obediencia, pobreza y celibato, si son criterios que deben vivirse dentro de poco tiempo?
Es preciso además enterarse de las dificultades que ofrece el vivirlos en la práctica. No basta, por ejemplo, con estudiarlos en el Curso de Espiritualidad, si es que se hace.

Esquema para la Reflexión

El Celibato es:

Un don: Nadie puede sentir el amor de Cristo inmediatamente, con tal fuerza que le perfeccione psicológicamente sin ayuda humana afectiva total, si Dios no le ilumina, y se lo da. Pero entender esto es ya pura gracia: “Quien tenga oídos para oír, oiga…” Todo cristiano está seguro de que Dios le dará gracia ara realizar una obra humana honesta sobrenaturalmente (matrimonio); solo quien tiene la atracción por la inmediatez del amor de Cristo o quién aprende de las circunstancias que el plan de Dios sobre sí es la virginidad, puede recibir y vivir el celibato con madurez suficiente.
Un misterio: Solo tiene sentido a la luz de la fe. El hombre solo puede percibir la soltería; la virginidad es cuestión de fe. Y vivirlo incluye un ejercicio continuo de fe.
Es unión inmediata con Cristo Esposo: Unión total y exclusiva, que se apoya en la fidelidad de Cristo. Por su parte nunca puede fracasar.
Es dedicación a la fecundidad de vida sobrenatural, eterna: Dedicación plena al menos en cuanto a la afectividad. Las energías pueden emplearse con mayor grado a la. oración, el estudio, la predicación, la caridad…
Es un testimonio: Para los hombres que viven y buscan la plena libertad sexual como fuente de felicidad, es un testimonio la vida de quienes creen que Cristo puede bastar hasta fiar su vida entera por Él; que el trato con Cristo y la colaboración con Él son suficientes para perfeccionar y hacer dichoso al hombre.
Y para los casados cristianos, que sufren por las deficiencias del cónyuge, es igualmente testimonio la vida del célibe, que muestra que pueden encontrar en Cristo lo que el compañero humano no sabe, no puede o no quiere dar.
Por ello la virginidad es un elemento que juega un papel muy alto en la propagación del cristianismo. El cristianismo se propaga por testimonio y el testimonio mayor de que Cristo atrae es que uno supere la tendencia natural del amor humano para unirse más íntimamente a Cristo. Y manifiesta la relatividad de los valores naturales que el hombre tiende a absolutizar.
Es una consagración: Es dejar que Dios asuma un aspecto que cualifica nuestra personalidad entera y lo haga fecundo en el nivel divino Es evidentemente una superación infinita. No se da en el celibato sufrimiento (otra cosa es que no se viva). Quien realmente conoce a Cristo Esposo no puede sentir sufrimiento.
Por José Rivera

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